El 13 de noviembre de 1992 desaparecieron tres jóvenes, eran Desiré Fernández Folch, Miriam García Iborra y Toñi Gómez Rodríguez, con edades comprendidas entre los 14 y 15 años cuando se dirigían la discoteca «Coloor» en Picasent, próximo municipio a donde residían.
Su desaparición en aquel mes de noviembre de hace ya 30 años conmocionó no sólo a sus familiares y vecinos sino a toda España que vivían con angustia el momento en el que fueran encontradas, sanas y salvas a ser posible, aunque las esperanzas de diluían a medida que pasaba el tiempo.
Cronología negra de Alcàsser
Fue un 27 de enero de 1993, 75 días más tarde, cuando aparecieron los cuerpos en una escarpada zona y Alcásser sintió el dolor de perder a estas tres chicas en uno de los peores crímenes que se recuerdan dentro de la «Crónica Negra» de nuestro país.
Las tres chicas fueron secuestradas, torturadas, violadas y asesinadas, el eco mediático -con mucho amarillismo- fue impresionante y lo cierto es que se dieron situaciones deleznables en cuanto al tratamiento de la información.
La noche en la que desaparecieron sólo trascendió una pista: la habían visto subir a un vehículo de la marca Opel de color blanco en el que iban dos hombres, jamás llegarían a la discoteca y jamás se las volvió a ver con vida. Los padres, a altas horas, fueron a la discoteca pero ya había cerrado y de las tres jóvenes -que pudieron ser cuatro si otra amiga, Esther, les hubiera acompañado- habían desaparecido.
La Guardia Civil comenzó un dispositivo amplio de búsqueda descartando la desaparición voluntaria. Hipótesis hubo muchas, desde que habían sido captadas por una red de «trata de blancas» y que les habrían llevado a otro país o, incluso que estaban retenidas por mafias.
Pero la realidad es que ese 27 de enero de 1993 dos apicultores fueron a visitar unas colmenas en el Barranco de Tous, a cincuenta kilómetros de Valencia y encontraron un brazo semienterrado con un reloj de hombre.
Denunciaron el hallazgo ante la Guardia Civil y el juez de Alcira, José Miguel Bort, dio la orden de desenterrar aquel cuerpo que, para sorpresa, no se encontró sólo un cuerpo sino tres, en avanzado estado de descomposición y envueltos en una alfombra.
Eran las «niñas de Alcásser», se encontraban maniatadas y dos tenían la cabeza separada del cuerpo. La Policía Forense comenzó a realizar su trabajo y encontró una receta, en el «escenario del crimen», a nombre de Enrique Anglés; curiosamente era el hermano de un delincuente conocido por la Policía: Antonio Anglés, de Catarroja y con antecedentes.
Se desplazaron al domicilio de Anglés y este al ver llegar a la patrulla huyó por una ventana. Las pesquisas avanzaron y se descubrió la implicación de Miguel Ricart «El Rubio», de 23 años, que confesaría y afirmó que ellos habían llevado a las chicas en su coche y que Antonio había sido el violador y asesino, que él «sólo lo había ayudado».
Aquella noche en lugar de ir a la discoteca «Coloor» las llevaron a una casa abandonada en el Barranco de la Romana, las ataron y cometieron los salvajes actos contra las niñas. Las niñas lloraban y Anglés, enfurecido, cogió un palo y las golpeó, luego cavaron una fosa a 700 metros de la casa y las mataron de un disparo en la cabeza, las envolvieron en la alfombra y las metieron en la fosa. No obstante Ricart se retractaría de esa declaración pues «había sido obtenida mediante tortura» según indico, aunque un examen forense determinó que no había sufrido ni daño ni tortura, estaba mintiendo.
Se realizaron varias autopsias, la primera el 28 de enero por parte del forense Fernando Verdú Pascual y otros cinco compañeros; la segunda autopsia fue realizada por el eminente forense Luis Frontela que hizo un análisis de ADN de quince muestras de cabello, esas muestras determinan que no eran ni de Miguel Ricart ni de Antonio Anglés, podían ser de entre cinco y siete personas diferentes desconocidas, una canosa, y se abría la opción que hubieran habido más participantes de aquella matanza.
También, por los insectos necrófagos, determinó esta segunda autopsia en la que se verificaba que podían haber sido enterradas en dos sitios diferentes.
Polémicas e conspiraciones
Ricart, «El Rubio», afirmó que ellos sólo llevaron a las chicas y luego se les ordenó ocultar los cuerpos, rápidamente surgieron más hipótesis, una muy extendida era la que decía que era todo parte de una trama más amplia en la que se asesinó a las niñas para hacer una película «Snuff», algo que jamás se pudo demostrar ni ha aparecido una cinta -muy difundida pero que jamás se ha visto-.
Según el padre de Miriam, Fernando García, el crimen podría haber sido obra de una banda para satisfacer los deseos de políticos y empresarios relevantes de la zona levantina, Anglés y Ricart sólo encubrirían a todos estos.
El 5 de septiembre de 1997 se condena a Ricart a 170 años de prisión por parte de la Audiencia Provincial de Valencia por tres delitos se asesinatos, secuestros y violación. Aunque sólo cumplió 21 años de esa condena aprovechando el cambio de las leyes penales en España. Salió en libertad el 29 de noviembre de 2013.
Antonio Anglés desapareció y jamás se le volvió a ver, se especuló mucho sobre una huída a Brasil o a Reino Unido, que habría cambiado su aspecto (corte de pelo y color, barba) pero jamás se supo nada de él, la última información lo ubicaba en el «City of Plymouth», un barco que zarpaba de Lisboa a Irlanda. Hipotéticamente habría sido descubierto y lanzado por la borda desconociendo que, en ese momento, era el criminal más buscado de Europa. Presuntamente habría muerto ahogado pero todo es muy incierto -de incertidumbre-.
Es la cronología de uno de los casos más impactantes de la crónica negra en España y del que se han cumplido 30 años, las dudas persisten así como lo que sucedió aquella noche en aquel apartado lugar de Valencia.