Dice que noviembre es, por tradición, el mes de los difuntos y que se honra la memoria de los que ya no están, de aquellos que dejaron este plano de existencia. Quizás, por ese motivo, por ser un mes proclive al recuerdo, hay personas que tratan de «contactar» con ese esquivo más allá y saber de sus familiares o amigos difuntos.
La trágica pérdida de Carmen
Una de esas personas es Carmen Ibáñez, prematuramente perdió a su marido víctima «de un infarto fulminante» y a una temprana edad, con sólo 47 años. A partir de ahí, tras casi media vida juntos, su ausencia pesaba como una losa sobre ella. Carlos murió tempranamente, una mañana entró en el baño, antes de salir para trabajar y notó, que tardaba más de lo normal, entonces entró y vio su cuerpo allí tendido. Rápidamente llamó al 061 pero cuando llegaron el médico y los sanitarios sólo pudieron certificar la muerte, una muerte inesperada y que uno jamás sabe cuándo va a llegar. Carmen lloraba con amargura el revés del destino, estuvo de baja en el trabajo varios meses y al volver nada la animaba.
«Una tarde, antes de salir del trabajo, una compañera comenzó a hablar con otra de la ouija y de hablar con el más allá. A mi esas cosas nunca me han gustado, siento mucho respeto por todo eso y hasta miedo. Pero no pude reprimir mis ganas de saber más y le pregunté. Me dijo que su hermana era una especialista en ouija y que muchos fines de semana se reunían para hacer sesiones y que habían ayudado a mucha gente. Le pedí verla, ella se mostró muy distante, me dijo que mi marido hacía unos pocos meses que había fallecido y que ella, personalmente, no lo veían conveniente. Pero le insistí y accedió. Fue cuando se organizó aquella sesión».
«Quedamos para ese fin de semana y allí estaba dos personas más, la hermana de mi compañera, su marido, una vecina que iba apuntando, mi compañera y yo. Entonces nos presentaron y tal y comenzó la sesión. Yo no creo en esto pero cuando comenzaron a pregunta aquello, aunque tardó, se comenzó a mover. Se preguntó si había alguien allí y salió la abuela de ellas dos que, parece, les acompaña. Luego se pidió, expresamente, que si Carlos estaba aún en este plano, que se manifestara. Y sentimos como alguien andaba por el pasillo y porrazos. Hubo nervios porque me decían que no les había pasado nunca. Entonces yo pedí que me diera una prueba que era él, «algo» que sólo supiéramos él y yo y me dio un dato muy concreto de un lunar que tengo. Entonces me dijo que estaba bien que no me preocupara, que le gustaría haberse despedido, de los planes que teníamos juntos, todo fue muy bonito, muy emotivo» decía Carmen.
Experiencia en su casa
Pero al llegar a casa la experiencia se extendió: «Me puse a ver la tele un poco y me acosté, allí seguí viendo la tele del dormitorio, no podía dormir. Entonces sentí unos pasos por el pasillo y aguardé, vi, perfectamente como Carlos se asomaba a la puerta y me decía: «Adiós cariño, y no hagas más ouija», aquello me dio un ataque de ansiedad tremendo y tuve que llamar a mi compañera que vino a casa y estuvo conmigo un rato hasta que se me pasó y ya le dije que me quedaba sola por que no había sido un encuentro desagradable ni nada, al contrario, él tenía una sonrisa muy bonita y su cara era muy cordial. Para mí ha sido una experiencia brutal y, desde entonces, creo un poco más en estas cosas» finalizaba.
Se podría argumentar que puede ser todo fruto de la sugestión y el miedo, lo cierto es que el dato ofrecido en esa sesión de ouija es objetivo, es real, con testigos y cierto, ya la experiencia en su domicilio sería otra materia. Lo importante es que ella tuvo esa despedida que quería, aunque breve. Pruebas, en suma, de «algo» más allá de muerte, esa vida tras la vida que es la esperanza de muchas personas.