Una de las historias que más impactan es saber que, realmente, los zombis existen aunque se alejan mucho de la idea o concepto que tenemos de ellos y que son más gore, más “Walking Dead”.
Pocos son los que conocen que en Haití, en verdad, se da mucho la zombificación de personas que luego son vendidas como esclavas dentro del propio país –uno de los más pobres del mundo- o en la vecina República Dominicana. Es el caso de un “zombi” real llamado Clairvius Narcisse cuya historia llegó a la prensa local y a Lamarque Doyon, director del Centro Mars-Kline de Psicología y Neurología, en Puerto Príncipe.
Doyon, muy interesado por este tema, habló con el científico Nathan Kline llamado “padre de la psicofarmacología» tras sus investigación en materia de enfermedades mentales como la esquizofrenia y la depresión. Y con el potencial que tenía el caso de los zombis de Haití decidió animar a las autoridades sanitarias para financiar una investigación en el país caribeño.
Para viajar a Haití y realizar aquella investigación el hombre idóneo era Wade Davis, un antropólogo y etnobotánico canadiense del Museo Botánico de Harvard que viajó al Caribe en 1982 y entrevistó a médicos, pacientes, bokor, presenció rituales de vudú y trató de conseguir muestras del polvo zombificador por el enorme potencial farmacéutico que tenía.
De aquella “misión” Wade Davis recordaba: «Cuando traje la mezcla, el primer paso fue tratar de identificar los diversos ingredientes, entre componentes vegetales y animales. Analizamos las plantas en el Museo Botánico, los animales en el Museo de Zoología Comparada. Y el componente que más llamó la atención fue un pez de la familia de los tetraodóntidos”.
La clave está en la tetratodoxina
«Consulté a tres expertos para averiguar si este pez tenía alguna característica peculiar y los tres se echaron a reír porque este pescado tiene una neurotoxina extremadamente potente en la piel, los ovarios, los intestinos y varios órganos internos llamada tetrodotoxina, un anestésico 160.000 veces más potente que la cocaína”.
Así la clave parecía estar en el pez globo y que son comunes en las aguas de Haití, bastante apreciado en la gastronomía de Japón y bastante letal si no se sabe preparar bien. En tierras orientales se le llama fugu. «Debido a que los japoneses han comido pescado durante tantos años y debido a que varios soldados fueron envenenados en la Segunda Guerra Mundial, existe una extensa literatura biomédica en el país sobre el tema”.
«Entonces pude enumerar todos los síntomas típicos de la intoxicación por tetrodotoxina. Y me impresionó la cantidad de síntomas distintos, más de 20, que coincidían con los síntomas reportados no solo por Narcisse, sino también por los médicos que se ocuparon de él y otras víctimas de la poción».
Además, recuerda, que “más adelante encontramos en esta literatura japonesa descripciones de casos que eran iguales a los de la ‘zombificación’ en Haití. De individuos declarados muertos despertándose en la morgue siete días después. O de muertos despertando en vagones, camino a la cremación. Todos ellos fueron víctimas de envenenamiento por fugu. E incluso había casos recientes. El verano pasado, hubo un caso de un hombre que se despertó en el ataúd y estaba bien».
Pruebas en laboratorio
Una vez obtenida la previsible composición se enviaron al Hospital Presbiteriano Columbia en Nueva York (Estados Unidos) para hacer ensayos en laboratorio. La droga fue aplicada en la piel de los animales y estudiado por el profesor Leon Roizin, coordinador de estas pruebas «después de seis a nueve horas, los ratones dejaron de responder a estímulos en los ojos, oídos o incluso al dolor. Poco a poco, los animales dejaron de moverse. Desde lejos parecía que las ratas habían muerto o estaban en coma. Sin embargo, pudimos ver que respiraban y que su corazón latía. Y retraían sus músculos cuando eran estimulados por electrochoques en las extremidades. Algunos de estos ratones permanecieron en esta situación hasta por 24 horas. Pero de hecho, desde la distancia, perecían estar en coma o muertos».
En sólo 30 minutos los animales estaban en una fase de letargo catatónico, conscientes, pero insensibles al dolor, Leon Roizin decía: «Desde la distancia, los ratones perecían estar en coma o muertos».
Pero no sólo la tetratodoxina era el componente de aquel polvo sino que había trazas de una planta de la familia de las daturas, utilizada tradicionalmente por varios pueblos indígenas de Centroamérica. Era la «hierba del diablo”, mencionada por, entre otros, el “chamán” Carlos Castañeda y que tiene propiedades alucinógenas (aunque también provoca delirios, alucinaciones, desorientación, comportamiento sumiso y apático).
Aunque la poción está directamente relacionada con la persona a la que se le suministra y como se hace aunque, lo cierto es que se les ha aplicado a muchas personas que han sufrido sus devastadores efectos.
Por muchas personas será recordada la película «La serpiente y el arco iris», de 1988, dirigida por Wes Craven y donde se relata, dramatizando, las peripecias de Wade Davis.