Una de las imágenes más icónicas de la IIª. Guerra Mundial fue, sin dudas, aquella en la que un soldado ruso trataba de colocar una bandera de la Unión Soviética en el emblemático edificio del Reichstag. Era una clara alusión al fin de la Segunda Guerra Mundial, a la muerte de Hitler y al triunfo en una guerra tan despiadada con cruel.
Pero aquella foto escondía muchos secretos, secretos que la propaganda rusa se había encargado de maquillar conforme otro asesino despiadado, como Josef Stalin, se había encargado de fabricar.
Ahora, décadas después de aquel incidente, el Ministerio de Exteriores de Rusia, vía Instagram, indicaba: “El 30 de abril comenzó el asalto al edificio del Reichstag. La primera bandera roja en su fachada la izaron los soldados Rajimzhan Koshkarbáev y Grigori Bulátov” y surgía la duda pues los nombres variaban respectos a los iniciales que eran Mijaíl Egórov y Melitón Kantaria. ¿De dónde parte la contrariedad?
La verdad desconocida
Inicialmente los soldados que realizaron tamaña hazaña fueron el kazajo Koshkarbáev y el soldado raso Bulátov, ellos tendrían la gloria al izar la bandera de la victoria sobre el histórico edificio de la capital alemana si bien era una misión de guerra encargada a muchos soldados y no un gesto espontáneo. Pero fueron los que llegaron primero en una carnicería que dejó atrás la vida de muchos soldados soviéticos.
Las vidas humanas nunca importaron mucho dentro de la soldadesca del Ejército Rojo, uno de los protagonistas de esa imagen Koshkarbáev relataba como el mayor Vasili «Davídov me llevó hasta la ventana (entonces aún estábamos en la Casa de Himmler) y señaló al Reichstag. ‘¿Ves el Reichstag? Toma a la gente que necesites. Vas a izar la bandera‘”.
Y fue una tarea tortuosa pues los soldados se arrastraron durante siete horas entre cadáveres y lograron llegar a la escalinata del edificio, subieron hasta la segunda planta y colgaron el estandarte cuando el reloj marcaba las 14.25 del 30 de abril: “Pensé que había que fijar la bandera en un lugar a la vista. De lo contentos que estábamos ni siquiera pensamos en la cúpula. Senté a Bulátov sobre mis hombros y lo levanté hasta la barandilla de la ventana”.
Era un gesto de propaganda que la bandera roja con las amarillas hoz y el martillo ganara la partida a la bandera de Estados Unidos en aquel lugar. Kantaria reconoció que Bulátov izó la bandera aunque el Kremlin parecía no querer reconocer.
El racismo de Stalin
Argumentos y excusas hay muchas, unas apuntan a que no se izó en un lugar suficientemente visible como lo hicieron Egórov y Kantaria en lo más alto del edificio o por la condición étnica de Rajimzhan Koshkarbáev y Grigori Bulátov. Koshkarbáev, de 20 años, era kazajo, su padre era un represaliado; Bulátov era tártaro. Por el contrario Egórov era ruso y el sargento Kantaria, georgiano como el propio Josef Stalin.
Igualmente se dice que estos sólo izaron un palo con un trapo rojo y que no se correspondía con el momento histórico que se pretendía inmortalizar, que “el estandarte fue hecho a mano y los soldados eran pobres”.
Desde Exteriores se indicó que Koshkarbáev y Bulátov izaron una «improvisada bandera: un palo y una simple tela roja» y que «la mismísima Bandera de la Victoria» fue izada horas después.
Stalin permitía pocas libertades y Bulátov fue convocado a presentarse ante él: “La conversación fue corta y sin testigos. ‘Camarada Bulátov, usted ha protagonizado un acto heroico, por eso es digno del Héroe de la Unión Soviética y la Estrella Dorada, pero a día de hoy las circunstancias exigen que en su lugar esté otra gente’” narró un testigo de todo ello como Víctor Shuklin. Stalin sentenció: «Usted debe olvidar que fue el protagonista de una hazaña» y era más que una orden.
Para garantizar el silencio de Bulátov se le envió a una casa de campo gubernamental, sería acusado de violación por una de las empleadas, encarcelado durante un año y medio, y se le prohibió reunirse con sus compañeros de batalla. “Por supuesto, el rencor es inagotable ¿Cómo pudo todo ser un engaño? Nosotros nos tiramos por la ventana a una muerte segura” escribió en una de sus cartas a Koshkarbáev. Bulátov acabaría con su vida el 19 de abril de 1973.
Héroes nacionales
La historia de estos dos sacrificados de Stalin se conoció en sus países natales y a Koshkarbáev se le nombró héroe nacional, en 1999, por el presidente Nursultán Nazarbáyev. En Kírov (Siberia) a Bulátov se alzó un monumento en 2015 como reconocimiento a su hazaña que fue silenciada, como tantas otras cosas, por el gobierno de la Unión Soviética y, posteriormente, por Rusia.