En la Historia de Cádiz encontramos hechos que son significativos y que están dentro del misterio. Una historia de esas, asombrosas, es la que tiene como protagonista una determinada casa en la calle Sagasta, en las cercanías de la parroquia de la Divina Pastora.
Leyenda y misterio en la casa del «asombro»
Nuestro relato de fenómenos paranormales comienza en el año 1869 en los que los vecinos de esta zona decían que allí había una casa con «asombros», o lo que es lo mismo, que estaba encantado, que en su interior decían que había fantasmas. Allí se contaba que se abrían y cerraban las puertas solas así como venían de su interior fuertes olores o ruidos «del más allá», como si «algo» de «otro mundo» arrastrara cadenas -muy del pensamiento de la época- y que hacía que cada vez fuera más los que evitaran pasar por la casa pues, decían, que a sus ventana se asomaba una «cara espectral».
Como identidad del fantasma se decía que podría ser el de un caballero llamado Pascual de Arteaga al que José «el Atahonero» le pidió trabajo aunque este se lo negó pese a saber que se quedaba en la indigencia. Un 5 de febrero de 1800 lo esperó acudió a su despacho y tras una discusión le apuñalo cerca del corazón quitándole la vida, llegó a atravesar el sillón donde este estaba sentado. El asesino huyó y nunca más de él se supo en la ciudad quedando su asesinato indemne.
Se decía que todo aquello eran invenciones y el duelo de la casa, Don Baldomero, comentaba que en nada le beneficiaba aquello pero los vecinos no querían saber nada de la casa y se negaban a pasar cerca y, mucho menos, a plantear una compra. Había miedo y ese miedo se ponía de manifiesto en las conversaciones de los vecinos.
La experiencia de Fulgencio Arenillas
Se puso un anuncio en «El Comercio» con su alquiler y fue Fulgencio Arenillas, albañil, quién alquilaría la misma. El precio era muy bueno pero a su esposa, María de los Ángeles, no le hizo gracia pues sabía de la fama del mismo. Tenían cuatro hijos y se muraron pese a todo y, desde el primer día ya decían escuchar ruidos extraños, voces del más allá, sonidos de cadena.
Cuentan que un día el fantasma, «el asombro», entro en su habitación y le pidió que le siguiera, era noche de luna llena y aquel espectro le dijo que era un cargador de Indias que se hizo rico y llegó a Cádiz, su tierra natal. Se enamoró de una joven pero esta no quiso nada con él y víctima del desamor se hizo cruel y despiadado, prestaba dinero pero era un usurero. Su alma, rota, al morir, quedó para siempre en aquella casa y solo se aparecería a aquel que quisiera escucharle para pedir perdón.
Nuestro protagonista le escuchó y le perdono en nombre de todos aquellos a los que tanto mal causó, como agradecimiento le mostró donde había unas cajas con oro que debía repartir entre los pobres de la ciudad y una parte que sería para él.
Así Fulgencio fue a las casas de acogida y centro de necesitados a repartir aquellas monedas de oro, compró la casa a Baldomero y, desde entonces se llamaría «casa Arenillas».