El nombre inquieta y no se corresponde con ninguna novela ni nada similar sino a una realidad histórica y arqueológica desconocida que se encuentra en la provincia extremeña de Badajoz y que puede hacer que el concepto que se tiene de los rituales de la antigüedad cambie radicalmente.
Esta «Cámara de la Hecatombe» o «Escalera al Caos» se encuentra a apenas treinta kilómetros de Mérida, en el yacimiento de El Turuñuelo, tiene unos 2.500 años y aterra pensar en lo que pudo haber sucedido. Imagínense un fastuoso banquete en plena época tartésica. Todo tipo de manjares a la mesa y, tras ello, tras un momento de algarabía y felicidad, llega la más absoluta desolación.
Vestigio tartésico y estremecedor sacrificio
Nos encontramos con una cultura que se extendió por toda Andalucía Occidental y sur de Extremadura más algunas zonas de Portugal, allá entre el siglo XII a.C. y el IV a.C., una época de esplendor que acabaría abruptamente y que se llegó a convivir con la cultura fenicia que tanta influencia tuvo en el Mediterráneo. Pero de Tartesos, superada la etapa en la que se declaró que era «sólo una leyenda», sigue habiendo muchas lagunas y datos que se desconocen y que en el yacimiento tartésico de Casas del Turuñuelo se puede arrojar luz o, al menos, conocer un poco mejor.
Allí se encuentra un enigma histórico indescifrable pues se encuentran una serie de edificaciones ubicados en el curso medio del Guadiana. Estos edificios son una especie de túmulo que fueron sellados en un ritual guardando su secreto y que aportan datos complementarios a lo descubierto en Campanario, en el yacimiento de La Mata o en Zalamea de la Serena, en Cancho Roano, vestigios tartésicos en la provincia. Estos edificios fueron ocultados, sellados y enterrados tras un ritual en el que se les cubrió de arena. Fue un descubrimiento por azar, miembros del Instituto de Arqueología del CSIC trataban de recoger muestras de polen y semillas para un estudio sobre el paisaje en otros siglos y se encontraron con un edificio magníficamente conservado. El estudio, en el informe, se decía: “majestuosas construcciones de adobe cuyos alzados se sostienen sobre potentes cimientos de piedra, con pavimentos de arcilla apisonada y sus techumbres construidas con ramajes”. Y lo que era más sorprendente: el tremendo escenario que encontraron en el interior.
Es denominada como «Estancia 100» y tiene unos 70 metros cuadrados, allí había un altar que tenía una característica -e importante- forma de piel de toro, cientos de trozos de cerámica que se correspondía con una vajilla rota a propósito, también un sarcófago en un mortero de cal, algo que era poco usual en la Península Ibérica.
Igualmente sorprendía otro elemento inusual: una bóveda de ladrillo que no se tuvo como elemento arquitectónico hasta época romana. Pero de entre todo ello lo que más aterró a los investigadores fue la llamada «escalera a la hecatombe» -o caos- y lo que pudo suceder allí.
Escena terrorífica
Es una escalera de once peldaños perfectamente labrados y pulidos que bajas hasta una estancia a tres metros. Los muros tienen unos 7 metros de altura y un grosor de dos metros. Allí hallaron los esqueletos de cincuenta y dos caballos, cuatro vacas, cuatro cerdos y un perro que fueron colocados de forma cuidadosa y que conformaban un grandísimo sacrificio a los dioses de un personaje que debió ser muy importante o por un evento realmente destacado. Aunque sólo se ha descubierto un 20% en la excavación el hecho ya inquieta y, mucho más, cuando se sabe que allí había una habitación que fue sellada y que contenía los restos de un hombre junto a tres braseros realizados en bronce. ¿Con qué objeto? Obviamente era un ritual pero la razón del mismo se desconoce.
Lo inquietante también se manifiesta en la razón por la que se celebró un enorme banquete para, posteriormente sellar el sitio y enterrarlo. ¿Una especie de tumba? ¿Superstición? ¿Miedo? Del ajuar poco más se ha podido sacar de información pues no ha sido el tiempo el que los ha deteriorado sino el propio ritual pues fueron destruidos a posta en el momento de realizar el propi ritual, además incendió todo y taparon con arcilla los restos.
Los arqueólogos, intrigados, indican: «la mayor incógnita en torno a estas grandes construcciones reside en su desaparición. A finales del s. V a.C. todos estos edificios son incendiados, destruidos y amortizados hasta quedar sepultados bajo un túmulo que les permite pasar desapercibidos en el paisaje”.
No obstante hay teoría al respecto: «la principal apunta a la llegada de los pueblos del norte, los celtas. Sin embargo, ocultar un edificio de la magnitud del de Casas del Turuñuelo requiere días de trabajo y la colaboración de un destacado grupo de población. Además, resulta prácticamente imposible llevar a cabo un ritual y sepultar un edificio bajo la presión de una invasión enemiga. A ello se suma la ausencia de armas y evidencias de violencia que permitan certificar esta hipótesis. Es posible que se diera un cambio en el clima que obligase a los pobladores de estos territorios y de estos edificios a buscar un lugar más propicio para el desarrollo de la vida».
El misterio sigue en la zona, las preguntas se agolpan y hay pocas respuestas allá donde sí se sabe que es un yacimiento tartésico muy importante y que su secreto está aún por descubrir.