Seguramente muchos saben de la antigüedad que tiene nuestra ciudad pero pocos se han planteado cuál fue su origen real, su nacimiento poblacional.
Se cuenta en el Antiguo Testamento que: «La historia marítima de los fenicios empieza hacia el siglo XXIV a. C, y llegaron a gozar de una fama tal que Salomón pidió al rey Hiram de Tiro que le mandara carpinteros para construir una flota sobre el Mar Rojo, así como marineros para llevar esta flota hasta el paso de Ofir» (Reyes 1, 10.22) y que es la mítica ciudad de Gadir tiene todo un enigma arqueológico, el punto aquel donde se encontraba una ciudad legendaria y donde se alzaban las llamadas «Columnas de Hércules».
Mitología
Así en Cádiz nos encontramos con relatos mitológicos de su creación, de una protohistoria que es la de la actual Península Ibérica donde en confunde con el misterio de la ciudad en época arcaica.
Gadir o Agadir vendría a significar castillo o fortaleza y que nombrarían personajes intelectuales de otras épocas como Estrabón, Polibio, Homero, Herodoto, Veleyo Patérculo y Plinio el Viejo.
Pomponia Mela, en el siglo I d.C., decía: «Muchas islas poco conocidas y hasta sin nombre, pero entre ellas, la que no conviene olvidar, la de Gades que (…) se halla separada del continente por un pequeño brazo de mar, semejante a un río. La fachada costera que mira a tierra firme, es casi recta, mientras que la del lado que mira al mar, se eleva y forma, en medio de la costa, una curva terminada en dos promontorios, y en uno de los cuales hay una ciudad floreciente del mismo nombre que la isla, y en el otro, un templo de Hércules egipcio (…) construido por los tirios; los años que tiene se cuentan desde la guerra de Troya«.
Cádiz siempre tuvo una tradición marinera y comercial, un asentamiento donde de convivía en armonía con la naturaleza y que funde sus raíces en otros pueblos del Mediterráneo venidos desde las orillas de Anatolia, Cartago o la capital fenicia teniendo su origen hacia el 1400 a.C. (en otras fuentes sería el 1200 a.C.).
Se trataba de una sentamiento con el que se mercadeaban con metales preciosos (poco), con bronce (para la «industria» de la guerra) y aceite tal y como consta en los «pseudo-aristóteles» con la «documentación» de las materias primas que cargaban los fenicios para su tierra. Tiro siempre tuvo en Gadir su punto de referencia en el Mediterráneo occidental, su perla comercial como se deriva de la construcción de un gran centro ceremonial como el Gran Templo del Dios Melkart. Pompilia Mela decía de todo ello: «Los fenicios son hábiles y dotados para los oficios de la guerra y de la paz. Ellos inventaron las letras y otras obras de la literatura, y dominan las artes, como surcar los mares, con sus naves».
¿Una Cádiz-Atlántida?
Diodoro también referenciaba: «Los fenicios reúnen grandes riquezas, gracias al comercio de la plata».
Puntos como Sicilia o Cerdeña también eran colonias fenicias con naves que podrían cargar entre 100 y 500 toneladas en un viaje, de Tiro a Gadir, que solía duran casi 80 días de navegación con escalas en otros puertos. Habría una Gadir sumergida, una especie de Atlántida, bajo las aguas del mar.
Ambrosio de Morales comenta: «Solo conviene aquí advertir, que la ha comido tanto la mar… con esto se ha desaparecido la magnificencia de la ciudad antigua, el riquísimo templo de Hércules, estando yo en aquella isla, oí afirmar que cuándo la mar está muy clara y sosegada, se aparecen a lo hondo edificios antiguos, y creen ser de la ciudad».
Hubo otros intentos por fundar ciudades en este extremo de la península ibérica, en Sexi (Almuñecar) o en Onuba (Huelva) pero las posibilidades fueron «más en la tercera expedición fundaron Gadeiras, y alzaron el santuario en la parte oriental de la isla, y la ciudad en la occidental». Así parece contrastarse con los restos arqueológicos de una necrópolis del siglo VIII a.C. y de un barrio fenicio con edificaciones (casas) en adobe o un sistema defensivo dentro de lo que fue la fundación de asentamientos en diferentes islas y una fusión con las tribus locales o pueblos que habitaban la región.
Así no es descabellado pensar en la otra Cádiz, la de la antigüedad perdida, en la sumergida, que está por descubrir y que sería, hoy por hoy, todo un misterio histórico.