Dentro de la crónica negra de la ciudad de Cádiz hay casos que son realmente estremecedores como el que les quiero contar a caballo entre la brujería y el ocultismo.
La muerte de «el Chatarrero»
Nos trasladamos al 16 de febrero de 1952 con el fallecimiento de José Pérez, de 47 años de edad. Se trataba de un empresario de la chatarrería y objetos usados teniendo su empresa ubicación en el Campo del Sur, en un edificio propiedad de la familia. El negocio le dejaba pingües beneficios y, debido a ello se ganó el respeto de los ciudadanos pese a que alguno, despóticamente -o popularmente también-, le llamaba «El Chatarrero».
Con una posición económica muy desahogada pronto le iba a sobrevenir la muerte, que venía arrastrando una serie de padecimientos cardiacos. Así aquel día de febrero de 1952 fallece certificándose de «muerte natural sobrevenida por una angina de pecho». Sería Diario de Cádiz quién publicaría su esquela bajo encargo de su viuda, de Manuela Fiz Aguilera y siendo enterrado en el Cementerio de San José de la capital gaditana.
Pero subyacía una historia desconocida y es las tensas relaciones en la familia, se decía que la viuda vetó el acceso al funeral y cementerio de sus cuñados. Aquello alimentó todo tipo de rumores que hizo que el propio Diario de Cádiz publicara un artículo en mayo de ese mismo año cuyo titular decía: «Apasionante tema. Muerte natural o envenenamiento».
José Pérez, llamado «Gabriel, el Chatarrero», según esa información, pudo haber sido víctima de un asesinato utilizando veneno y las miradas y chismes apuntaban a su viuda.
Una trama complicada resuelta por la Policía
La Policía no estaba con los brazos cruzados y se hablaba que Encarnación Jiménez Jiménez «la Gitana» mientras hablaba con Lucrecia «la Gangosa» en la calle Soledad, habría recibido 16.000 pesetas por hacer una pócima a base de polvos de hueso de un difuntos con sosa caústica, todo ello para una «viuda rica» que vivía en un chalet fuera de la ciudad. Extramuros estaba el chalet donde vivía «El Chatarrero» y Manuel Fiz en «Ana de Viya». Así eso fue comunicado a la Policía por Rosario Pérez Espinar y la brigada de investigación criminal comenzó sus pesquisas llevando a ambas señoras a comisaría así como a la viuda del difunto.
Se realizó un registro en el domicilio de «la Gitana» donde se sacaron diferentes objetos de brujería así como otra serie de productos, por ello fue enviada a prisión quedando «la Gangosa» en libertad.
Manuela Fiz fue detenida al llegar a Cádiz tras un viaje a Barcelona donde fue a ver a un amigo escultor -del que las malas lenguas decían que tenían una relación amorosa- y llevada a prisión sin fianza.
Se exhumó el cadáver de José Pérez Montero el 9 de abril de 1952 siendo el forense José López Borrasca el encargado de la autopsia profunda que se le iba a realizar.
El 5 de febrero de 1954 se realizó el juicio en la Audiencia de Cádiz, en el juzgado de instrucción número 2, condenando a Manuela Fiz por encubridora, Encarnación Jiménez «la Gitana» como asesina y Manuel, Juana y Rosario por cómplices en el envenenamiento, siendo, como se puede comprobar, más las personas implicadas en el crimen. La condena fue de doce años de prisión mayor para la viuda Manuela Fiz; dos años, cuatro meses y un día para Encarnación Jiménez y Juana Moreno como encubridoras así como por estafa más, aunque se beneficiaron de un indulto. Quedaron absueltos el resto de imputados.
El «crimen de la brujería» de Cádiz que acabó siendo descubierto y que pasó a la historia por lo complicado de una investigación que se resolvió por un chismorreo en plena calle.