Muchas historias populares siempre estarán a caballo entre la leyenda y la realidad, su estética tenebrista, casi becqueriana las hace especiales, tanto que el investigador, pese a todo, desea que vuelva a repetirse para constatar su improbable realidad.
Una de esas historias tuvo lugar en el famoso callejón del Tinte, allá por el siglo XVIII, calle que une San Francisco con la Plaza Mina en Cádiz.
Cuenta esta historia popular que en el callejón había una puerta que daba acceso al convento de San Francisco, que tenía extensión hasta la citada Plaza Mina, allí se localizaba la huerta y la enfermería. A la altura de la primera existía un arco con una hornacina y una imagen de Nuestra Señora de Los Remedios, advocación del convento.
Su historia paranormal nos llega de la mano de Adolfo Vila gracias a la labor del escritor y poeta José Joaquín de Mora. Cuenta como un día por el callejón iban tres chicos a altas horas de la noche, al acercarse a la hornacina notaron como había una mujer a la que no pudieron ver el rostro o no se le veía el rostro.
No le dieron más importancia pero a la noche siguiente volvieron a pasar por el lugar, uno de ellos se armó de valor y decidió hablar con la mujer, los otros chicos siguieron su camino y se quedaron esperándolo en la Plaza Mina, pero no llegaba.
Al llegar a la hornacina vieron a su amigo en el suelo, muerto, y la mujer había desaparecido sin saber como ni por donde pues no la había visto. La impresión fue tal que uno de aquellos jóvenes decidió ingresar en el mismo convento de los Franciscanos.
Los dos amigos siempre tuvieron el convencimiento que la mujer fantasma sin rostro era la responsable de la muerte del tercero de ellos, jamás supieron más de ella ni la volvieron a ver, tal vez porque esperaba un alma que pudiera acompañarla más allá de esta vida.