Cuando llega el verano son muchas las personas que desde el interior busca la zona de costa para pasar unos días o sus vacaciones. Hoteles o pisos, cualquier sitio es bueno para estar unos días de descanso.
Eso le sucedió a una familia que un día de Julio se lanzó a buscar un piso económico en Matalascañas (Huelva) donde pasar unos días. Después de un día de búsqueda infructuosa (por los elevados precios) lograron encontrar un coqueto piso frente a la playa, a apenas 50 metros, por una cantidad realmente sorprendentes: 700 euros.
Cerraron el acuerdo y el Lunes se trasladarían para comenzar allí las vacaciones. Benditas vacaciones.
Al llegar entraron en aquel inmueble, todo en perfecto estado, limpio, con televisor, el fresco y la brisa marina entraba por la terraza. Todo parecía perfecto, a todos les gustaba, a todos menos a un perrito que tenían y que se comportaba de forma extraña: gruñía y ladraba a la nada siendo reprendido por la familia.
Al caer la segunda noche de estancia en el inmueble todo daría un giro: las luces comenzaron a encenderse y apagarse solas. La familia creyó que se trataba de alguna anomalía eléctrica pero era muy molesto, mientras que un olor putrefacto se percibía por la casa. “Ya decía yo que esto era muy barato, así no se puede estar 15 días”, decía el padre, un señor con 66 años que estaba realmente molesto, “si esto se repite iré a ver a los propietarios” decía.
El siguiente día transcurrió con normalidad, quizás porque pasaban más tiempo en la playa que en la casa y, no obstante, notaban que en el piso había cosas que no estaban en su sitio: el ventilador parecía que lo habían movido, la videoconsola (PlayStation) estaba cambiada, enseres de cocina… Pero no quisieron concederle demasiada importancia.
La cuarta noche volvieron los problemas eléctricos, en este caso un miembro de la familia, una chica llamada Sonia, comenzó a soñar con una señora mayor que le decía –en sueños– que ella había muerto allí. La pesadilla se repetía de forma insistente y la joven estaba aterrada.
Así realizaron algunas preguntas sobre el piso y la respuesta en comercios cercanos fue sorprendente: allí había fallecido una señora de unos 60 años de forma repentina, de parada cardiorrespiratoria. Murió en el mismo piso.
La familia, que sólo había pasado allí unos días, decidió regresar a casa. Pero el fin de semana el hijo, Joaquín, opta por hablar con sus amigos: “mis padres tiene todavía el piso en Matalascañas, creemos que es un piso encantado, ¿nos vamos allí e investigamos?”. Y los amigos deciden acompañar en esta aventura al osado buscador emulando a Iker Jiménez o a sus programas favoritos tipo «Voces del Misterio«.
Al llegar, ya de tarde, y hacer algunas compras necesarias, comenzaron a hablar sobre lo que sucedía y uno de ello propuso hacer una ouija improvisada con trozos de papel y un vaso. En aquella sesión se manifestó el “espíritu” de una mujer que decía haber muerto allí y que quería comunicarse con su hijo, que le dieran una misa.
Jamás sabrán con quién contactaron, si con su mente y sus creencias internas o con un ente real. La verdad es que se quedaron todos muy intrigados y a la mañana siguiente el chico contactó con el propietario.
Le narró lo sucedido y quiso, a la noche siguiente, participar en aquella sesión. En la misma, se manifestó aquel ente que dio un mensaje personal a su presunto hijo y tras ello se sintió una clara parafonía en el piso que decía “gracias, gracias”, y que se identificó con la voz de la difunta mientras una mecedora que tenían en el salón se movía sola y que era donde habitualmente se sentaba e incluso notaron su presencia.
La experiencia fue fuerte, emocionalmente intensa, e inolvidable.
A veces entramos en contacto con realidades que negamos, otras son esta realidad las que nos eligen, aunque sea de forma tan inocente como alquilar una casa en la playa para pasar unos días de descanso y que ese descanso se convierta en un infierno paranormal. Pero ¿acaso lo niegan aquellos que lo sufren? Esa es la realidad, otra cosas son nuestras creencias, el choque entre fe y ciencia, entre realidad y ficción, entre lo tácito y lo imaginario, entre lo crédulo y lo escéptico.