Recientemente se ha emitido en televisión una película llamada «El Secreto», quizás pasara sin pena ni gloria por las taquillas pese al buen argumento y la buena interpretación de David Duchovny, Olivia Thirlby y Lili Taylor.
La trama es sencilla y compleja a la vez, el doctor Benjamin y su esposa, Hannah, tienen una apacible vida con su hija Samantha, adolescente que pasa por momentos difíciles dados los enfrentamientos con su madre. El infortunio se alía con la familia cuando un día sufren un accidente de tráfico ambas, en el hospital ocurre «algo» que marcaría el futuro y que se cobra la vida de la esposa.
«El secreto»
Benjamin, a duras penas, puede asimilar la muerte de su mujer cuando su hija comienza a dar muestras de algo inquietante: no es Samantha, su cuerpo lo es, pero realmente es Hannah (la esposa fallecida), como si el espíritu de esta hubiera entrado en el cuerpo de su adolescente hija.
La imposibilidad y las dudas hacen mella en la primera opinión del médico que, poco a poco se da cuenta que los recuerdos, la forma de comportarse y la actitud es la de su esposa surgiendo la duda: ¿Qué ha pasado con Samantha? ¿Qué ha sido de su alma? ¿Cómo ha podido ser poseída por otra persona? ¿Cómo se puede regresar a la normalidad? ¿Cómo será su vida en adelante? La relación se puede convertir en un tormento, sobre todo por las implicaciones morales que supone y por «cara al exterior».
Es la trama de una interesante película que tiene su contrapartida en la vida real pues plantea la posibilidad de la reencarnación.
Casos de reencarnación
Un caso similar encontrarnos en Gus Ortega, un niño que con sólo 18 meses comienza a hablar como si fuera su abuelo al que no había conocido en vida. El niño pronto manifestó que él era el abuelo y que tenía una tienda que vendió. La situación era inquietante, sobre todo cuando se acercó al oído de su padre y le dijo en voz baja: “Cuando tenía tu edad, a mí me tocaba cambiarte el pañal”.
En otra ocasión, viendo un álbum de fotos, al pasar una del abuelo, el niño dijo: “¡Oh, ese soy yo!”.
El caso de Dilukshu Nissanka es igualmente sorprendente pues decía que era, realmente, una niña muerta cerca de Dambulla, que murió ahogada en un río y que los que decían ser sus padres no los conocía de nada.
El impacto de su historia hizo que se publicara en diferentes medios y un hombre, Ranatunga, verificó que la historia era real pues la fallecida era su hija. La niña reconoció a su «padre en otra existencia» y a los lugares que frecuentaba pese a no haberlos visitado jamás.
Semih Tustumus decía que no se llamaba así, que su nombre real era Selim Fesli y que murió hace medio siglo en una casa cercana. Era tan la insistencia del niño que su madre indagó y descubrió que cerca residió un hombre llamado Selim. El niño fue a esa casa y habló con la viuda durante horas de la vida que habían tenido juntos con una total exactitud. El reconocido doctor, Ian Stevenson, llevó el caso siendo uno de los máximos especialistas en ello.
Janny Cockell era una mujer de origen británico que soñaba, a diario, con el nombre de Mary Sutton. En cierta ocasión visitó archivos y encontró una partida de matrimonio de alguien que se llamaba así. Fue a la localidad de Malehide, cerca de Dublín, y conoció la historia de una mujer llamada así que murió 21 años antes de nacer ella.
Virginia Thinge afirmaba que ella era una mujer que vivió un siglo atrás, pese a nacer en Estados Unidos hablaba con perfecto acento irlandés y daba detalles de una vida anterior. Decía llamarse Bridey Murphy, de Cork, casada con Sean Brian Joseph McCarthy. Los datos se verificaron y se descubrió que eran reales así como las indicaciones que ella daba.
Puede que la reencarnación sea vista como un fenómeno mental o como una serie de recuerdos implantados (que son las explicaciones que da la Ciencia) pero la realidad es que casos como los narrados nos dejan la sensación que hay mucho más y que aún debemos aceptar lo que es parte de la vida y de la muerte así como el desconocimiento que tenemos sobre ello.