«Lo que te voy a contar es muy raro, es una cosa que me ha pasado estos días que no sé como explicártelo para que no tomes por loco«, así comenzaba a relatarme un testigo un hecho que, cuando menos, debe ser entendido por inquietante.
Inexplicable experiencia
Su nombre es Miguel Ángel R. y la pasada madrugada del jueves al viernes se dispuso a buscar un lugar apartado, cerca de Cádiz, en su playa, para ver la «lluvia de estrellas». Había estado siguiendo las informaciones sobre este evento celeste «y tenía ganas de ir a verlo. Se lo dije a mi mujer pero ella trabajaba por la mañana y no quiso venir porque, además, estaba muy cansada. Le acaban de poner la segunda vacuna del Covid y no estaba muy bien. Yo estoy de vacaciones y le dije que me alejara un poco de la ciudad y buscaría en la playa un sitio tranquilo donde poder ver el cielo y ver la lluvia de estrellas. Me quise llevar a mi hijo pero estaba con el Youtube y con los amigos y no quiso tampoco, así que me fui yo solo» narraba sin que implique, hasta el momento nada raro.
Llegué a un sitio donde no está permitido el paso de noche pero bueno, yo no iba a bañarme sino a estar tumbado y ver las estrellas así que bien. Eran las doce de la noche o así y ya se comenzaron a ver las «estrellas fugaces». La verdad es que durante media hora se pudo ver bien pese a que no es un sitio idóneo pero bueno. La cosa es que tras un montículo de arena sentí ruido y pensé que era una parejita o algo raro por que no había coches o nadie al yo llegar, me quedé mirando pero no había nadie ni salió nadie, hasta que distinguí una sombra que podría tener dos metros de altura fácil, aquella silueta comenzó a andar para mí y le dije que si quería algo, pero no habló, entonces me dio miedo y me levanté y alejé un poco, vi como era algo que no había visto nunca» recordaba, vivamente impresionado, Miguel Ángel.
Descripción del humanoide
«Era una especie de ser como humano pero muy grande, muy alto, de complexión fuerte. Tenía los brazos pegados al cuerpo y la cara parecida a la nuestra pero como embutida en un casco, es difícil de explicar. Aquel ser tenía los brazos pegados al cuerpo y la ropa que llevaba era oscura, de un tono gris oscuro, dejé la linterna en la toalla y me permitía ver ciertos detalles. Te puedes imaginar allí sólo delante de aquel ser, pensé que podría matarme si quisiera, no sé, se me cruzaron mil cosas por la cabeza» detallaba el testigo.
«Hubo un momento en el que le dije que no sabía que quería y que no me hiciera daño, yo creía que eso no era de este mundo. Aquel ser levantó un brazo y extendió la palma y despareció en un punto de luz. Me dejó helado, no sabía lo que había pasado ni lo que era aquello ni nada de nada.
«Regresé a casa, serían la una y veinte o así y mi mujer ya estaba dormida, el niño hablando por el chat y yo me puse a buscar información dando con lo de los humanoides de Conil que escribió Caravaca. Pensé que a mí me ocurrió algo similar aunque de otra forma, pero similar con ese humanoide». A mi pregunta de grabarlo para radio o televisión fue rotundo: «Yo no quiero ni acordarme de esto, para mí ha sido un shock, algo que aun estoy digiriendo y que quiero pasar página cuanto antes, lo he pasado muy mal estos días y, desde luego, mejor creerlo que no verlo» me respondió.
Se preguntarán lo mismo que yo: ¿Qué pudo ser? Si eliminamos factores que pudieron afectar a la psicología del testigo (que no hay en principio ninguno y es una persona cabal con un importante puesto de trabajo y más que perder que ganar con un relato así) pues sólo queda recurrir a lo improbable, a lo imposible, a lo inexplicable. Me cuesta mucho escribir que pudo haber sido un humanoide, un hombre «de otro mundo» o de un «universo paralelo» u otra dimensión. Prefiero encasillarlo en «experiencia imposible» allá donde la realidad supera a la ficción.