En la vida nos puede asaltar un evento cuya naturaleza no logramos ubicar, entre lo imaginario, lo irreal, lo fantástico o, simplemente, lo desconocido. Es lo ocurrido a nuestro siguiente protagonista, el testigo de lo insólito, el testigo de lo imposible que, en esta ocasión, tuvo como escenario el bello paraje de Bolonia, en Tarifa (Cádiz).
Era conocida como Baelo Claudia y hoy constituyen unas valiosas ruinas romanas al orillas del Atlántico. Era una villa costera conocida y explotadas por fenicios y romanos, como punto clave de sus industrias del mar con sus famosas salazones o la salsa garum, hacia el siglo II a.C.
Bolonia se constituyĂł como un lugar y puerto ideal para viajar al continente africano, a la vecina Tingis (Tanger), pero el acoso y destrozos de los piratas mauritanos, la pĂ©rdida de peso especĂfico en la industria que se desarrollaba en favor de otras localidades o los desastres naturales hicieron que perdiera todo el brillo que tuvo antaño.
En Baelo Claudia podemos encontrar todos los elementos caracterĂsticos de buen sentido urbanĂstico romano, desde las vĂas, el foro, el templo del Emperador, la Curia, los Tribunales hasta tiendas, tabernas, viviendas, acueducto, alcantarillas y un mercado, y los restos de la industria local con las piscinas donde se trabajaban sus productos. Igualmente destaca su Teatro, donde podĂan darse cita más de dos millares de personas.
Es allĂ donde el misterio se ha manifestado. El testigo, Miguel Roldán, se encontraba a mediodĂa realizando unas fotografĂas, el tiempo era extraordinario y, de repente, se hizo un extraño silencio: «Fue incĂłmodo, se sentĂan los pájaros y el rumor del mar para hacerse el silencio y bajar la temperatura de una forma muy sensible».
Entonces nuestro testigo comenzĂł a sentir como si alguien gritara, girĂł su cuerpo y detrás suya contemplĂł las viejas ruinas como si en el siglo II a.C. se encontrará. Sus templos luciendo, sus calles rebozando vida,, personas vestidas de Ă©poca. «Me miraban como si un extraño fuera, con sorpresa, quizás la misma que yo tenĂa cuando los miraba a ellos. CreĂ que debĂa ser una alucinaciĂłn, un sueño, apenas di unos pasos, desorientado y volviĂł el ruido del entorno, del siglo XXI, y aquella visiĂłn cesó».
PodrĂa parecer un hecho aislado, más fruto de la cabeza de nuestro testigo que de una realidad pero, en ocasiones, se han producido este tipo de «saltos» con experiencias igualmente traumáticas, como la del «petit Trianon» en ParĂs teniendo como testigos a dos profesoras inglesas.
¿Realidad o ficción? Nunca lo sabremos pero Miguel cree que aquella mañana fue testigo de una visión remota que lo llevó siglos al pasado, a una época cuyo esplendor no se volverá a vivir.
Historia de las ruinas
Desde tiempo de los fenicios ya era conocido este enclave que los romanos se encargarĂan de explotar dentro de lo que formarĂa, en la zona, la industria de productos del mar -principalmente pesca y elaboraciĂłn de la salsa «garum»- que se asentarĂa allĂ mismo junto a una colonia que irĂa ganando en importancia poco a poco, era el siglo II a.C. y las condiciones de la zona eran ideales.
Su auge se mantuvo desde ese siglo II a.C. hasta el VII d.C. en el que la inestabilidad polĂtica en el Imperio provocĂł que Baelo Claudia quedara relegada al olvido. Antes de todo ello un maremoto, que de produjo -segĂşn dataciĂłn histĂłrica- a fianles del siglo II d.C., mermĂł buena parte de la ciudad y, posteriormente, la crisis del siglo III d.C. y las incursiones de hordas de piratas fueran restando toda su importancia. Pese a todo ello la ciudad fue el enlace perfecto con Tingis (zona de Tanger) y las relaciones comerciales en todo el entorno.
Baelo Claudia además se encuentra en un lugar extraordinario, al oeste de punta Camarinal y al este de punta Paloma, rodeada por la sierra de La Plata, la sierra de la Higuera y la loma San Bartolomé y con la saluda única al mar.
Restos arqueolĂłgicos
Sus restos se descubrieron en 1917 y en Ă©l se pueden destacar una serie de zonas importantes tales como el decumanus maximus -donde en sus extremos estaban los accesos a la ciudad- y el cardo maximus que la cruzaba. Hoy dĂa se puede contemplar en Bolonia (Baelo Claudia) el pavimento original de losas de Tarifa del siglo I en torno al cual estaban los edificios pĂşblicos principales.
Bolonia disponĂa, entre otras edificaciones, de una muralla con torres de vigilancia propias en las fortificaciones romanas, edificios de carácter administrativo -bien para el senado local o como archivo municipal-, el foro o plaza pĂşblica, el palacio de justicia -de proporciones más que respetables- presidido por la estatua del emperador Trajano y cuatro templos en honor a JĂşpiter, Juno y Minerva (romanos) e Isis (egipcio).
De entre todos los edificios destaca el teatro que podĂa albergar a dos millares de persones. TenĂa cuatro acueductos, zona industrial, y todo lo que es un aceptable sistema de alcantarillado que la hacĂa especialmente moderna y salubre en la Ă©poca.
Como dato curioso destacar que en el año 2013 cuando un grupo de estudiantes de la Universidad de Cádiz descubrieron la receta del importante «garum» y hoy está declarado como Bien de Interés Cultural.
Misterios
En la zona también se han registrado hechos: no son infrecuentes los avistamientos de extrañas luces que con también divisables la cercana localidad costera de Tarifa y que se relaciona directamente con el fenómeno los OVNIs.
Igualmente la apariciĂłn de personajes de otras Ă©pocas, fantasmas de otros tiempos, como el caso de Miguel Roldán, que se encontraba a mediodĂa realizando unas fotografĂas, el tiempo era extraordinario y, de repente, se hizo un extraño silencio: “Fue incĂłmodo, se sentĂan los pájaros y el rumor del mar para hacerse el silencio y bajar la temperatura de una forma muy sensible”.
Entonces nuestro testigo comenzĂł a sentir como si alguien gritara, girĂł su cuerpo y detrás suya contemplĂł las viejas ruinas como si en el siglo II a.C. se encontrará. Sus templos luciendo, sus calles rebozando vida, personas vestidas de Ă©poca. “Me miraban como si un extraño fuera, con sorpresa, quizás la misma que yo tenĂa cuando los miraba a ellos. CreĂ que debĂa ser una alucinaciĂłn, un sueño, apenas di unos pasos, desorientado y volviĂł el ruido del entorno, del siglo XXI, y aquella visiĂłn cesó”.
PodrĂa parecer un hecho aislado, más fruto de la cabeza de nuestro testigo que de una realidad pero, en ocasiones, se han producido este tipo de “saltos” con experiencias igualmente traumáticas, como la del “petit Trianon” en ParĂs teniendo como testigos a dos profesoras inglesas.
Es la grandeza de un enclave que a sus excelencias naturales hemos de añadirle el valor de la Historia o el misterio. ¿Quién da más?