Como los hospitales abandonados son los manicomios lugares donde ha habido una gran cantidad de emociones y sentimientos yuxtapuestos, de incomprensión, de sufrimiento y de dolor. En muchos casos eran auténticas prisiones, cárceles para los que allí estaban internados y que guardaban relación estrecha con los sanatorios.
En ocasiones esos sanatorios eran simplemente para tuberculosos y, en otras, eran mentales donde se hacinaban las personas en condiciones inenarrables e infrahumanas así como se les sometía a tratamientos hoy incomprensibles o se les trataba con especial crueldad, como si no fueran personas.
No había un desarrollo de lo que es la psiquiatría para entender el mal que les aquejaba ni la patología y, por ello, los tratamientos eran inadecuados, exagerados o indebidos.
Un poco de Historia
Uno de los primeros manicomios de España -sino el primero- fue el que encontramos en un relato del siglo XV cuando el 24 de febrero de 1409 el religioso mercedario Juan Gilabert Jofré, de camino a un sermón en la catedral de Valencia, observa como un grupo de chicos se mofan y apedrean a un enfermo metal. El sacerdote protege a aquel hombre y en su posterior sermón insta a construir un hospital para acoger a estas personas y que no sufran de maltratos por su dolencia y la incomprensión.
Así se levanta el llamado «Hospital de los Pobres Inocentes» con la aprobación del papa Benedicto XIII y del rey Martín I de Aragón siendo el primer sanatorio mental de Europa con una organización terapéutica.
Estaba ubicado donde hoy se alza la biblioteca pública de Valencia permaneciendo el «manicomio» allí hasta 1960 año en el que se derribó.
Uno de esos llamativos lugares encantados es el manicomio en Valencia, un edificio que se construye para este fin y se realiza una edificación de casi 40.000 metros cuadrados dotado de todo lo necesario, con gimnasio, zonas verdes, espacios separados para hombres y para mujeres, patios interiores, teatro, zonas de terapia ocupaciones, peluquería, cafetería, todo confort para los pacientes y que todo pareciera más humanizado.
El centro, con el tiempo, acogería a drogodependientes y trataba de eliminar las dolencias y adicciones.
Testigos de los imposible
En la actualidad el edificio está completamente abandonado pero aún se aprecia la grandeza que tuvo el mismo en otra época. Pero lo curioso viene en los fenómenos que se han descrito en su interior. Para ello hablamos con Darío Gómez y Eduardo Gil.
Con respecto a los fenómenos me decía: «El sitio aquí es conocido por que mucha gente sabe que pasan cosas raras dentro. Es muy grande y, quizás, se le conoce más por haber sido un sitio para rehabilitar a drogadictos que por manicomio pero su función era de psiquiátrico. La cosa es que un día entramos aquí, habíamos visto un vídeo del Grupo Zero de investigación y vinimos a investigar. No es difícil entrar. La cosa es que estábamos solo, antes dimos una vuelta por todo el edificio para ver y no había nadie, ni indigentes, aquí nadie quiere estar. La cosa es que comenzamos a sentir gritos, lejos pero gritos, creímos que podía ser una persona en apuros y comenzamos a ir a la zona que parecía ser el origen. Nos encontramos en medio de un pasillo largo que daba a las habitaciones y de allí parecía provenir. Fuimos entrando los dos, una a una, en todas las habitaciones, pero allí no había nadie. Nos quedaba una y entonces sentimos chillar fuerte, era al lado, cuando entramos allí pues no había nadie».
Con el miedo en el cuerpo, nuestros dos protagonistas, siguieron su investigación: «fuimos a una parte más abierta, a salas de terapia creo y allí comenzamos a sentir como arrastraban algo. Entonces comenzamos a sentir otra vez los chillidos, era una mujer y se quejaba «ay, ay, ay» o «¿Por qué lo hacéis?», aquello nos comenzó a poner nerviosos y más cuando las baterías de los equipos se vinieron abajo y allí no había nadie. Con la noche casi encima decidimos irnos y entonces fue cuando sentimos como alguien nos seguía, miramos por el hueco de las escaleras y vimos como una sombra que se acercaba a nosotros y bajaba mucho la temperatura. No dimos tiempo a más, salimos corriendo de allí, creo que jamás hicimos aquellos 200 o 300 metros tan rápido. Al mirar atrás, en el edificio, vimos una silueta, muy tenue, en una ventana, tal vez fuera la sugestión o es que era aquella forma que nos persiguió».
«Llegamos a casa y tratamos de ver el poco material que grabamos, la sorpresa fue que no había nada, no se había grabado nada, nos daba «error en tarjeta». Como si la hubiera estropeado a posta. Hemos querido volver con más gente pero, la verdad, es que nos da miedo» decía Darío.
Son hechos inexplicables en este tipo de lugares, sombras o «fantasmas» que parecen invitar al curioso a alejarse de un sitio en el que jamás recobraron la cordura.