Los fenómenos paranormales son atemporales y pueden surgir cuando la persona menos lo espera, quizás como consecuencia de un juego o, simplemente, por una cuestión de diversión. Hoy les cuento el caso de una experiencia que les sucedió a unos estudiantes en un centro educativo de Cádiz.
Experiencia ouija en el instituto
Como en tantas otras ocasiones son los jóvenes los que se atreven a practicar con elementos que nos son, ni mucho menos, un juego. En este caso una ouija. Omitiremos el nombre del instituto gaditano para acercarnos a lo que vivieron sus protagonistas. Todo parte con el descubrimiento, en el trastero de la familia de uno de los chicos, de una ouija plegable. «Aunque era grande se quedaba reducida a un rectángulo que pasaba inadvertida. Lo comenté por Whatsapp a mis amigos y me dijeron que podría llevarla al instituto al día siguiente y hacer una ouija en el recreo. La idea nos pareció a todo bien y una amiga, Ana, fue la que dijo que ella había hecho una ouija y sabía cómo hacerla, así que me la llevé al día siguiente» decía nuestro protagonista.
Al día siguiente, conforme a lo planeado, consiguieron quedarse dentro de una de las aulas en el tiempo del recreo y, nerviosamente, comenzó aquella sesión: «Yo veo «Cuarto Milenio» todos los domingos, el «Horizonte» no me gusta, pero «Cuarto Milenio» si, y han contado casos muy chulos de ouija y de mensajes que a mí me molan. Así que nos pusimos los cuatro con la tabla y aquello se comenzó a mover. Al principio creí que lo movía alguien pero luego vi que se movía sólo porque no teníamos ninguno apenas contacto con la tablilla. Nos dijo que era una persona que no sabía que estaba muerta y que estaba allí desde hacía décadas, que quería irse con uno de nosotros. Aquello primero nos dio por reírnos pero comenzó a decir «no os riáis», «¿Para qué me habéis llamado?», como enfadándose con nosotros. Yo le dije a Ana que ya estaba bien, que cortara y lo dejábamos. Pero Fani dijo que «diera alguna señal» y entonces, al cabo de los diez segundos, llamaron a la puerta con los nudillos. Creímos que era algún profesor u otro alumno. Fui yo a abrir pero no había nadie en el pasillo. Cerré la puerta y cuando di tres pasos para volver a mi posición en la sesión de la ouija volvieron a llamar y no había nadie. Entonces dejé la puerta abierta y le pedí a Ana que cerrara porque si pasaba algún profesor y nos veía haciendo eso nos ganaríamos un problema. La cosa era cerrar e ir al baño y hacer como los que habíamos entrado a los servicios para que no nos llamaran a la atención» comentaba.
Problemas posteriores
«La cosa es que cuando nos íbamos a levantar, ya cerrada la sesión, la puerta se cerró y abrió dos veces de forma muy violenta y las luces se encendieron y apagaron como si alguien pulsara la luz. Aquello nos dio miedo, la verdad, y salimos corriendo. El profesor que había en la puerta exterior nos dijo que de dónde veníamos corriendo y le dijimos que del servicio. Yo dejé la ouija ya guardada, pero la verdad es que lo pasamos muy mal y aquello fue muy raro» comentaba.
«Siempre se dijo que en el instituto han pasado cosas raras y creímos que esta no era más que una historia de esas que se cuentan pero lo que nos pasó a nosotros no nos deja dudas. Aquella noche la pasamos intranquilos, hablando los cuatro por Whatsapp, no nos pasó nada más, salvo Ana que decía que se sentía acompañada pero no pasó de ahí» finalizaba.
En ocasiones este tipo de prácticas conlleva problemas por el desconocimiento que tiene la persona con respecto a un mal llamado juego, la ouija, como otros que se practican si saber bien el alcance del mismo.