Durante cuatro siglos, historiadores y divulgadores se han preguntado por las verdaderas causas que desataron los acontecimientos que desembocaron en “Los Juicios de Salem”, entre 1692 y 1693.
Son múltiples las teorías que oscilan entre el fervor religioso, una intoxicación colectiva a través de un hongo residente en el pan de centeno cuyos efectos son similares a los del LSD, prácticas de brujería, e incluso la influencia de fuerzas telúricas.
Más de treinta juicios, una veintena de ahorcamientos, cinco muertos en prisión, e incluso una lapidación son el resumen rápido de las consecuencias de lo que pudo ser una rabieta infantil mal gestionada. Desde un punto de vista histórico el caso es apasionante.
Parece ser que tanto la hija del reverendo Parris como su prima Elizabeth escuchaban junto a otras niñas las historias de miedo de una esclava, expulsada del pueblo por ello. Sin embargo, Elizabeth en el transcurso de una reprimenda de su padre, le lanzó la biblia, blasfemando mientras recorría la casa hecha una furia. Varias niñas presentaron el mismo comportamiento y el Dr. Griggs sentenció la posesión.
Mientras unos abogaban por un par de azotes, jueces y autoridades comenzaron una investigación que habría sumido a toda la población en una suerte de histeria colectiva que derivó nada menos que en más de 140 implicados, sin más base que los rumores, eso sí, y durante el cual las muchachas aseguraban haber sufrido los embrujos de ciertas mujeres de la localidad.
Por entonces, Massachusetts gozaba de una suerte de autogobierno que quizá facilitó el desarrollo de los acontecimientos, aderezado por su sistema moral, fuertemente marcado por una estricta religiosidad puritana temerosa de la “ira de Dios”, y el papel de la mujer en la sociedad de aquellas comunidades. Un cóctel que convirtió Ipswich, Andover y, sobre todo, Salem en el escenario de la más sonora caza de brujas de la historia.
La época y el puritanismo
En la época en que se centraron los hechos narrados eran los puritanos los que gobernaban las colonias de la bahía de Massachusetts, de carácter extremista y marcado sentido religioso eran absolutamente intransigentes con todo lo que pudiera suponer oposición a sus planteamientos.
Así crearon un marco en el que estaban sin oposición alguna y acabaron por ser aún más fanáticos intransigentes e intolerantes. Aquellas alucinaciones sirvieron para advertir del riesgo de las prácticas demoníacas masivas que no dejaban de tener un fondo de realidad en cuanto a que aquellas personas narraban lo que vieron víctimas de la droga que, sin saberlo, habían ingerido.
Se daba una rivalidad enorme entre las familias Putnam y Porter, los caciques de la zona y encontramos las trazas de la realidad sucedida para ver, de la mano de la Ciencia, un posible ergotismo, la intoxicación al ingerir como comestible el pan de centeno fermentado que tendría un «invitado» inesperado como las micotoxinas procedentes del hongo Claviceps purpurea.
Este hongo lo que produciría en la persona que lo tomara es un efecto alucinógeno como el que ocasiona el LSD. La mayoría de las personas ajusticiadas eran mujeres y, en muchos casos, eran las que hacían el pan que se tomaban en las comidas, estaban en contacto con ellas y probaban el mismo estando en conexión directa con el origen del problema.
Así se aprovechó aquella ocasional circunstancia para que los puritanos fanáticos lo atribuyeran a la ira de Dios, al castigo divino contra las prácticas demoníacas y a alejarse de los dictados religiosos que ellos marcaban desde su ceguera religiosa.
La Corte Suprema dota de una más poder real sobre las colonias, de un mayor control, y la ley no se impone de forma caciquil, fue el principio del fin de este tipo de juicios injustos.