La unión entre las personas hace que se establezca un vínculo difícil de explicar. Uno de ellos es aquel que se pone de manifiesto cuando fallece y que puede llegar notarse la presencia de esa persona en casa.
Manifestándose lo imposible
La historia que les quiero contar es una de ellas. Se trataba de una mujer, de Cádiz, felizmente casada, con tres hijos y cuya existencia era plácida. Su marido estaba felizmente jubilado y ya no estaban «los niños en casa». Así que se dedicaban a viajar con el «Inserso» y a disfrutar de sus salidas por la ciudad. Llevaban una vida tranquila y nada les hacía prever lo que iba a suceder.
Fue cuando ella comienza a sentirse mal y le hacen una serie de pruebas. El resultado fue dramático: «le quedaban pocos meses de vida». Así es como fue a parar al área de paliativos del «Puerta del Mar» donde vivía ajena a lo que le sucedía, sólo que se encontraba mal y que se estaba tratando, por parte de los médicos, se que recuperara la salud, al menos era lo que la familia le decía ocultándole la verdad.
La situación no era la mejor, el estado empeoraba por días, la salud se venía abajo y se avecinaba el final. Una madrugada falleció mientras dormía y la familia lloró la pérdida de Carmen, siendo una mujer joven, con apenas 64 años, había partido de esta vida.
Fue cuando comenzaron los problemas. Antonio, su marido, me comentaba: «Era muy raro por que las primeras noches, en mi casa, notaba su presencia, era como si estuviera allí conmigo, notaba que estaba allí, que seguía allí. A veces le perecía verla pasar por la puerta y la llamaba sin acordarme que ya no estaba en este mundo. Gritaba «¡Carmen!» y me quedaba siempre pensativo pensando que los vecinos me dirían que estaba loco o algo, pero yo la veía» me decía.
Más hechos extraños
Pasaron algunos días y «me fue un tiempo con uno de mis hijos pero al cabo de unas semanas volví allí y por las noches seguía teniendo el mismo sentimiento, la misma impresión de estar acompañado. Tenía una alarma que saltaba sola y me tenía que levantar a ver lo que estaba pasando pero nada, llegaba y no había nada. También saltaba el indicador de luz que es un detector de presencia que tenía en el pasillo y que delataba que algo había pasado por allí. Imagínate yo acostado y ver como saltaba el aparato al ver esa sombra en casa» decía asustado.
«La noche que me puse en contacto contigo fue por que sentí que algo se sentaba en mi cama, junto a mí. Yo estaba dormido y al abrir los ojos vi, en la oscuridad que había, la media luz esa que hay cuando se hacen los ojos a ello, pues vi una silueta negra y el olor a ella, no era un sueño, estaba despierto pero allí estaba ella, era ella sin dudas» narraba aún con los nervios a flor de piel.
En la investigación que se realizó se concluyeron datos interesantes. En el dormitorio se detectaban valor de EMF superiores a los normales en casi el triple del mismo. Igualmente en las sesiones de psicofonías que se realizaron, con grabadoras normales o de casete, se pudieron obtener inclusiones que decían: «Antonio… Los niños», «Chico» o «no estoy». Además, un mensaje que hizo al hombre palidecer: «la medalla, la medalla» y es que ella tenía una medalla que le tenía un gran cariño y que estaba sobre la cómoda de la habitación. Él sabía que se refería a ella.
Lo más impresionante fue el fenómeno de «olores» que se produjo de repente y que Antonio reconoció como la colonia que, habitualmente, usaba su esposa. ¿Cómo era posible?
En muchas ocasiones me planteo sobre la existencia de lo paranormal, busco pruebas, registros de vídeo o audio que analizar, algo tangible cuando, puede, lo más posible es que un fenómeno atemporal como este nos lleve a comprender que no se puede medir la impresión de una persona ante un hecho de estas características, reconoces una voz o un mensaje, identificar un olor o ver, en la noche, la silueta de alguien querida y fallecida.