En muchas ocasiones el misterio está donde menos lo esperamos o menos suponemos que puede estar. Por ello lo que les quiero narrar me llamó poderosamente la atención -como diría mi buen amigo Lorenzo Fernández Bueno- y motivó una investigación particularmente intensa e interesante.
Manuel Velázquez es uno de esos apasionados del misterio que, en sus ratos libres, gustar de salir a pasear con la familia y adentrarse en lugares sobre los que se dice que están encantados -presuntamente- o que están abandonados y a él les llama la atención para entrar y ver si hay algo destacable -dentro de lo paranormal- en su interior.
En una de esas visitas, mientras circulaba con su vehículo por una vieja carretera, vio un caseron grande con apariencia de estar abandonado, ello le animó a entrar con su mujer y su hija. Estuvo haciendo fotografías y grabando sonidos a modo de tratar de captar psicofonías. Cuando ya se iban a ir su hija le llamó: «Me indicó una «cosa» que se veía sobresalir de una ventana y nos acercamos a ver. Al entrar vimos una casa de muñecas preciosa que estaba muy degradada pero que en mi cabeza, como restaurador, sabía que podía quedar genial. Así que la cogimos y nos la llevamos para hacerle una restauración y ya veríamos si la vendía o nos la quedábamos».
«Al llevar a casa me la llevé al estudio y la dejé allí. Es lo que hago con las cosas que restauro, precisa de una limpieza inicial y tras evaluar pues se debe lijar con cuidado y comenzar a resanar el mismo y luego, si lo precisa proceder a pintar con imprimación y demás. Allí se quedó» recordaba. Pero pronto vendrían las sorpresas: «Mi mujer me solía llamar diciéndome que me había dejado las luces del estudio encendidas cuando yo siempre las suelo apagar, había días que me aseguraba de haberlas apagado y, aún así, aparecían encendidas. Bueno, le di la importancia justa pero a la semana o diez días mi hija me llama y me dice «Papa… ¿Para que has dejado la casita en mi cuarto?¿Para que juegue?» y ni yo ni si madre habíamos movido la casa y la niña menos aún por que es más grande que ella e incómoda de llevar. Eso nos pasó cuatro veces».
Nuevos sustos
«Era curioso por que mi perro pasaba junto a la casa y metía el rabo; el gato ni se acercaba, daba un rodeo, era muy curioso. Aunque lo peor fue una noche que comenzamos a escuchar risitas y pisadas, pensamos que era la niña, fui a ver y ella estaba dormida pero mi estudio estaba encendido y la casa como movida. Me quedé asombrado. Apagué la luz y cerré le puerta pero media hora después volvió a abrirse y encenderse la luz y los sonidos audibles perfectamente, mi mujer estaba aterrada» nos relata vivamente impresionado.
No tardó mucho tiempo en tener un nuevo susto. Apenas un par de días después decoró varias habitaciones con diminutos muebles a escala, al anochecer se escucharon nuevos ruidos «fui al estudio y me encontré los mueblecitos reventados, ni mi perro, ni el gato, ni nadie de la casa hizo eso. Me puse muy nervioso».
El momento que decide tomar una decisión drástica fue cuando su hija rompe a llorar una noche: «Despertamos por el llanto de la niña, al ir a su habitación nos dijo que unos enanos le habían pellizcado las piernas y le había dolido, le miramos las piernas y tenía marcas. Le pregunte que donde estaban y ella me dijo que vivían en la casa… Mi mujer me dijo que «ya era suficiente» que me deshiciera de ella y, en verdad, desde que nos llevamos esa casa pasaban cosas muy raras que no le deseo a nadie. Así que opté por llevármela al jardín y meterle fuego, vivo en una parcela así que no hubo problemas» sentencia.
Desde ese día no se volvieron a repetir esos fenómenos y es que, a veces, nos encontramos con hechos tan extraños que se relacionan con objetos aparentemente abandonados que, realmente, pueden estar malditos. Nunca debemos tomar nada que esté en un lugar abandonado, nada está abandonado, todo pertenece a un propietario que puede ser de esta vida o de la otra.