Podría ser la «Casa del Terror» de mi amigo José Manuel Serrano Cueto pero no, no se trata de su magnífica exposición y si de un caso que bien podría engrosar la lista de su «Cádiz Oculto» (Ediciones Mayi). Se trata de una historia real que le ha ocurrido a una persona interesada en todos estos temas.
Sucedió hace dos semanas cuando Alberto López junto a su novia, Inmaculada Rosado, decidieron adentrarse en el mundo de la investigación paranormal: «A mí me gusta mucho «Cuarto Milenio» y siempre lo suelo ver, la verdad es que me gusta el ambiente del misterio y de ir a ver casos paranormales, por eso, animados por las cosas que cuentan nos decidimos ir a una casa abandonada a las afueras de Cádiz, el sitio lo voy a omitir por que se llena luego de gente y ya no se puede ir, pero sólo te diré que está cerca. Allí fuimos con nuestras linternas y demás y nos pusimos a grabar psicofonías como se explican en muchos vídeos de Youtube» decía Alberto.
Investigando en una casa abandonada
Todo parecía discurrir con normalidad hasta que Inma «comenzó a escuchar pisadas en torno al sitio donde estábamos y me avisó que había alguien, yo me asomé y estaba solo mi coche, nada más. Le dije que sería el viento pero ella me insistió que era como si alguien pisara por allí. No echamos más cuenta y la verdad es que en las psicofonías no obtuvimos nada, no es tan sencillo como parece. Pero si es verdad que bajó la temperatura muchísimo y me extrañó por qué no suele caer tanto. Entonces fui yo el que vi moverse algo por el pasillo de camino de una habitación. Claro, lo primero que piensas es que hay alguien más, no piensas que hay nada paranormal. Dejé a mi novia en el salón o en la habitación mayor y cuando entré allí no había nadie».
«La escuché a ella gritar y me apresuré a ver que le pasaba, me dijo que cuando salí escuchó unos pasos y pensó que yo volvía, entonces vio una sombra que entraba en la habitación y se quedaba a dos metros de ella, yo, entre tanto, estaba viendo si había alguien en la otra habitación. Ella no podía ni gritar hasta que las cuerdas vocales se liberaron y dio un grito tremendo, ella estaba muy nerviosa y sólo quería irse pero la convencí que el «misterio es el misterio» y que hiciéramos una ouija. Tengo un amigo en Madrid y me dice que Iker siempre ha hecho ouija así que quise hacer una sesión y maldita la idea. Pusimos los dedos sobre el vaso y aquello se movía pero muy poco, entonces si comenzó a coger velocidad y a deletrear que nos fuéramos, a insultarnos, iba muy rápido y entonces, los dos, pudimos ver aquella sombra frente a nosotros, fue impactante. Mira, dejamos el tablero allí y todo y allí se ha quedado. Llegamos al coche y salimos para casa lo más rápido que pudimos» narraba asustado.
Inma por su parte me decía: «A mi estas cosas me dan mucho respeto. Hemos estado en las rutas de Eugenio Belgrano en la «Casa del Pirata» o en el «Beaterio», hemos ido a la expo de Cueto pero esto es otra cosa y me daba mucho miedo. Al llegar a casa nos tratamos de calmar pero a la hora de acostarnos comenzamos a sentir ruido en el salón, fue Alberto y me dijo que una silla estaba movida, le dije que eso no podía ser y me levanté y estaba en un lugar que no es el suyo. La pusimos bien y nos acostamos y al ratito se comenzó a oír ese arrastrar de mueble. Cuando nos levantamos estaba movida de nuevo y sentimos un suspiro profundo en el pasillo. Yo me puse muy nerviosa y me puse a rezar y a jurar por Dios que nunca más haría nada de eso y que se fuera, Alberto se puso a llorar como un niño chico diciendo que todo eso era culpa suya. Estuvimos despiertos toda la noche y mientras rezamos no se escuchó nada, a la mañana siguiente todo estaba bien pero nosotros estábamos como si nos hubieran pegado una paliza. Nos sentíamos muy mal» afirmaba.
La ouija
Alberto me decía: «No voy a volver a hacer eso jamás, escribí al programa pero no me han contestado y eso que es importante para mí y me recomendaron hablar contigo que si nos has atendido, es algo que no lograré entender nunca. No voy a volver al sitio jamás, allí se queda la ouija que no la quiero ni ver y no tentaré más la suerte». Le expliqué que en un programa de televisión suelen ser muchos los mensajes que entran y se reciben, que es difícil atenderlo todo y que cuando se va a una investigación paranormal lo primero es conocer bien el terreno, que no sea peligroso para la persona, que se suele ir más de dos ya que si a alguno le pasa algo el otro «se queda vendido», que se debe hacer pruebas bajo un estricto control y que yo, particularmente, no recomiendo la ouija aunque reconozco lo llamativo que resulta. Que todo debe ser muy controlado y con unas medidas de seguridad extremas y, por supuesto, una psicología muy fuerte para estar preparado ante fenómenos como los que vivieron.
Albert e Inma quedaron muy agradecidos y sorprendidos por su experiencia que les marcó y asustó, comprendieron que hay «cosas» con las que se debe experimentar con mucho cuidado y asesorados por personas que, realmente, conozcan el terreno y las herramientas de un posible contacto.