Conocemos por Tartessos a un antiguo reino cuya situaciĂłn la ubican en la Vega Baja del Guadalquivir. Se dice que era la ciudad principal de Tarsis (o Tharsis) y en la que floreciĂł una importante cultura urbana. De prĂłspera economĂa basada en la agricultura y la ganaderĂa asĂ como en su actividad más destacada que eran las explotaciones mineras y sobre todo en el comercio del estaño.
Cuando los fenicios fundaron la ciudad de Gadir (Cádiz) hacia el 1100 a. C. , los tartesios tenĂan una agricultura evolucionada, eran muy buenos navegantes y pescadores, tenĂan su propio alfabeto y trabajaban extraordinariamente los metales que obtenĂan de sus ricas minas de oro, plata , cobre y estaño. Minas consideradas como las más ricas del territorio. . .
Tradicionalmente Tartessos o Tartesos era considerado como «El Dorado» de las antiguas culturas de gran progreso econĂłmico y sociocultural pero de ella aĂşn se desconoce su real emplazamiento o ubicaciĂłn. Son muchas las especulaciones y muy pocas las aportaciones sobre su localizaciĂłn exacta. Para los fenicios el emplazamiento de la mĂtica ciudad era un secreto que condenaba a quiĂ©n lo divulgara, sobre todo si tenemos en cuenta que se trataba de mantener el control sobre el comercio del estaño, metal tan apreciado en aquella Ă©poca.
Hay numerosas referencias y escritos que hacen menciĂłn destacada de la antigua Tarsis (asĂ las podremos encontrar en escritos semĂticos, griegos, en la estela Nora (Cerdeña) e incluso en la BĂblia) e incluso en la inscripciĂłn del emperador asirio AsharadĂłn y que refuerzan la idea que la ciudad de Tartessos era mediterránea.
Hecateo de Mileto (s. VI a. C. ) escribĂa sobre Tartessos como de un territorio en el que existĂan varias ciudades. Heredoto la enmarca dentro de la colonizaciĂłn y de la importancia fenicia y de sus relaciones comerciales con estos. Por todos es conocido que los tartĂ©sicos comerciaron y negociaron con los fenicios y que en el siglo VII a. C.
La cultura TartĂ©sica fue descubierta por los griegos con lo que se intensificaron las relaciones marĂtimas y comerciales con el Mediterráneo Oriental. EstrabĂłn recoge para Roma, en su obra «GeografĂa», descripciones del desaparecido reino tartĂ©sico (ya que nos encontramos en Ă©poca del Imperio Romano cuando Iberia pasĂł a ser Hispania «el granero de Roma») a nivel etnolĂłgico y en los dos siglos anteriores a Cristo. Justino, historiador galo contemporáneo de Augusto, comunica interesantes informaciones sobre una mĂtica civilizaciĂłn en el saltus Tartessiorum, pero entra en el terreno de la más pura mitologĂa clásica por lo que no se considera como una referencia directa a Tartessos.
Pero centrándonos en lo puramente cientĂfico y constatable debemos de ir a las pruebas innegables que nos aporta la ArqueologĂa.
Las pruebas arqueolĂłgicas apuntan a que Tartessos era y estaba localizada en una zona geográfica en el bajo Guadalquivir (Cádiz) y Huelva en la Edad de Bronce e inicios del Hierro. Era un pueblo culturalmente muy evolucionado y recibĂa las influencias directas de los pueblos colonizadores mediterráneos.
Pese a la «fragilidad» cronolĂłgica se dice que entre el s. IX y mediados s. VIII a. C. florece un importante enclave metalĂşrgico en Huelva (extracciones de oro, plata y cobre) que posteriormente se orienta hacia el comercio con los fenicios en lo que se constituirĂa como un importante foco de intercambio de metales por telas, productos de ganaderĂa, agricultura, etc. En este periodo de tiempo se cree que es que más influencia cultural tuvo sobre la cultura tartĂ©sica y de ahĂ sus influencias orientalizantes.
Con el Estrecho de Gibraltar (o las Columnas de HĂ©rcules) controlado por los fenicios (potencia naval a partir del 970-936 c. C. ) tras el reinado de Hiram I y Tiro con papel de gran relevancia) y sus influencias quedĂł cerrado a los griegos, asĂ los tartĂ©sicos tenĂan dos principales vĂas de distribuciĂłn: la primera era a travĂ©s de Huelva-Riotinto (Onuba) y la segunda a travĂ©s de Cádiz (Gadir) . Se constituyĂł asĂ un intercambio entre los tartĂ©sicos y los fenicios con los pueblos de oriente, se llevaban metales de Iberia a travĂ©s de KytiĂłn (Chipre) por rutas de Tiro a Gadir vĂa Cerdeña e Iberia y de vuelta por estas mismas o por Cartago y Utica.
TambiĂ©n a nivel arqueolĂłgico se han encontrado importantes muestras de la cerámica de la Ă©poca en la zona onubense-gaditana, aunque serĂa aventurado atribuirlo a la industria de la cerámica tartĂ©sica. Entre esas piezas destacan las de origen griego, fenicio y de afinidad tartĂ©sica.
Los restos arqueolĂłgicos de mayor importancia hallados y de clara vinculaciĂłn del pueblo tartĂ©sico al sur de nuestra penĂnsula lo encontramos en el hallazgo del denominado «Tesoro del Carambolo» hallado en Sevilla y formado por innumerables piezas de cerámica y una importantĂsima colecciĂłn de piezas de joyerĂa en oro de clara tendencia oriental (con influencia fenicia) y sin ningĂşn gĂ©nero de dudas pertenecientes a la cultura de Tartessos.
Hoy podemos encontrar numerosas piezas de este tesoro en la ciudad de Sevilla y en el Museo ArqueolĂłgico Nacional de Madrid, entre las que podremos admirar entre otras una magnĂfica placa pectoral en forma de piel de toro en oro de 24 kilates y de una cuidada elaboraciĂłn, collares de tendencia orientallizante, un brazalete en oro con placas soldadas (de un gran nivel tĂ©cnico) o unos maravillosos candelabros de facturaciĂłn exquisita.
Tal actividad tanto en la metalúrgica como en la cerámica ha llevado a concluir que estas dos eran las principales fuentes de comercio de los tartésicos con otros pueblos navegantes-comerciantes.
La sociedad tartĂ©sica estaba dividida por castas y de su monarquĂa destaca sobre cualquier otra figura las dos dinastĂas legendarias: la de GeriĂłn y la de Gárgoris y su hijo Habis (que muchos historiadores han querido ver en ella como una monarquĂa hereditaria). De entre sus reyes más notables destaca Argantonio, el cual, segĂşn Heredoto, reinĂł ochenta años – del 630 al 550 a. C. -. El periodo comprendido en lo que se denomina como “Bronce Final” del Suroeste sĂłlo admite hablar de sociedades muy jerarquizadas, sin ir más allá de la estructura de grupos familiares gentilicios con jefes de carácter guerrero.
AsĂ y bajo esta premisa podemos afirmar que la Tartessos que floreciĂł y creciĂł a lo largo del litoral gaditano-onubense no se trataba de un gran reino y si más bien de una confederaciĂłn de pequeños estados unificados bajo un lider, en este caso Argantonio. Esta confederaciĂłn de pequeños estado creciĂł en nuestra geografĂa y se extendiĂł hacia zonas como CĂłrdoba, Extremadura o Sevilla (Los Alcores (Carmona) u Osuna). TambiĂ©n se extendieron a otras zonas como Malaka, Abdera-Adra (AlmerĂa), Guadalhorce (s. VII a. C. ), la necrĂłpolis de Trayamar (Málaga) o el Castillo de Doña Blanca en Cádiz (s. VIII).
Con la creación de Massalia en el Ródano se establece una evidente competencia comercial con la ciudad de Tartessos: los fenicios establecen relaciones comerciales con los massalos y comienza asà el declive de la cultura tartésica. Los cartagineses trataron de reorientar el comercio de metales hacia el Mediterráneo, establecen un periodo de prosperidad a la zona de Gadir que era abastecida por Tartessos y Cartago sustituye a «Fenicia» en el control comercial de la zona.
A partir del siglo VI a. C. se produce un declive en la demanda de plata de los asirios provocada por la caĂda del imperio asirio en manos de los babilonios y Tiro en poder de Nabucodonosor: entre tanta lucha por el control comercial y de los metales en esta zona del Mediterraneo-Atlántico se va solapando la Edad del Bronce con la del Hierro, en la cual queda relegada la zona de Tarsis a un segundo panorama vĂctima de las regiones productoras de Hierro. Se cree que tras el «reinado» de Argantonio, Tartessos , hacia el año 540 a. C. , se aliĂł con los griegos de Italia frente a los etruscos y cartagineses, disputándoles el control del Mediterráneo. Derrotados en Alalia hacia esa fecha, los tartĂ©sicos fueron sometidos por Cartago hacia el 500 a. C.
El final de tartessos la marco su posible destrucciĂłn a manos de los cartagineses pasando Gadir (que posteriormente y tras la ocupaciĂłn romana se llamarĂa Gades) a ostentar el control y capitalidad de la regiĂłn. Hoy se puede decir que Tartessos fue junto a Lixus y Utica uno de los focos de civilizaciĂłn más notable y enigmático de la antigua civilizaciĂłn del Bronce en nuestra penĂnsula.
Muchos han querido ver en la mĂtica ciudad de Tartessos el reflejo de la legendaria Atlántida relatada por PlatĂłn en sus diálogos Timeo y Critias Más allá de las Columnas de HĂ©rcules se alzaba una importante y desarrollada civilizaciĂłn cuyo poder sobre los elementos y desarrollo tecnolĂłgico no tenĂa igual en su Ă©poca. El pensador griego PlatĂłn describe a la singular civilizaciĂłn en el Timeo y por primera escuchamos su nombre: Atlántida.
Las Ăşnicas obras en las que oĂmos Ă©ste nombre y su mito se encuentran en los Diálogos del escritor griego PlatĂłn y que al parecer vienen de una descripciĂłn detallada que hace Critias (fallecido en el año 403 a. C. ) de ella y que es una reproducciĂłn de lo que su abuelo, Critias El Viejo, le narrĂł. Como fuente original de toda Ă©sta historia tenemos al gran legislador SolĂłn (640-558 a. C. ), el más sabio de los Siete Sabios de la antigua Grecia y cuyo relato le confiaron los sacerdotes de la ciudad egipcia y templo de Sais.
No son pocos aquellos que piensan que la Atlántida realmente se trataba de la misteriosamente desaparecida ciudad de Tartessos (que figura en la Biblia como Tarsis y, que según los investigadores e historiadores, se hallaba ubicada aproximadamente en los entornos de Cádiz o Huelva).
Uno de estos investigadores que piensan que el asentamiento tartésico estaba directamente relacionado con la Atlántida era el historiador y arqueólogo germano Adolf Schulten.
La Ăşnica “prueba” que consiguiĂł fue un misterioso anillo con caracteres desconocidos en la desembocadura del rĂo Guadalquivir hacia el año 1923.
Schulten creĂa que Tartesos podrĂa estar en las proximidad eso incluso en el interior del Coto de Doñana siendo avalada de esta tesis por el hallazgo de la Estela TartĂ©sica de Villamanrique, todo sucediĂł un 22 de Marzo de 1978 en el paraje denominado Chillas en el municipio sevillano de Villamanrique de la Condesa por dos vecinos, Manuel Zurita ChacĂłn y Manuel Carrasco DĂaz, esta inscripciĂłn arqueolĂłgica en piedra Ăşnica, del siglo. VI a.C., nos documenta sobre la escritura indĂgena y que se conserva en el Museo ArqueolĂłgico Provincial de Sevilla. EstĂ© relacionado o no el mito de la Atlántida con la desaparecida Tartessos, es innegable la real existencia de Ă©sta ciudad, existiendo numerosas referencias histĂłricas y literarias hacia ella.
Otros investigadores, como el geógrafo Richard Hanning, creen que el mito de la Atlántida se apoya en los relatos de la civilización perdida de Tartessos, cerca de Gades (la actual Cádiz), y la Esqueria de Homero.
Otros identifican el mito de Tartessos con la legendaria ciudad de Ofir, aquella de la que los antiguos faraones egipcios obtenĂan las más impresionantes piedras preciosas y cargamentos de nobles metales que serĂan la fascinaciĂłn de sus descubridores a Ă©pocas cercanas. Sin embargo la mĂtica ciudad de Ofir parece estar ubicada en el continente africano al sur de Egipto y no en este bello marco geográfico de nuestra geografĂa hispana.
Actualmente se sigue trabajando en todo lo relacionado a Tartessos y son varias las piezas arqueolĂłgicas extraĂdas de la zona y atribuidas a la cultura protagonista de este estudio. En cuestiĂłn se han obtenido varios bocados de caballo en hierro de baja calidad hallados en las rĂas de Huelva y que se encuentran en el Museo ArqueolĂłgico Nacional de Madrid.
Hasta aquĂ esta breve aproximaciĂłn a la legendaria y mĂtica ciudad o reino de Tartessos, uno de esos misterios que asolan nuestra geografĂa y para el cual aĂşn no se han encontrado las respuestas con lo desvelen abogando asĂ a navegar por las brumas de los Enigmas y misterios que a tantas personas a hechizado con la fascinaciĂłn sobre sus relatos.
Profundizando en la mitologĂa griega, el estrecho de Gibraltar, Cádiz y sus inmediaciones, ha sido escenario de batallas y pruebas colosales. Dentro de las creencias de los griegos, en suelo gaditano se hallarĂa el reino de GeriĂłn, hijo de Crisor y Calirroe.
Era GeriĂłn un gigante dotado de tres cuerpos y reinaba en Eritia. Se dedicaba GeriĂłn al pastoreo de enormes bueyes rojos feroces vigilados por un perro de dos cabezas y un dragĂłn de siete bocas. HĂ©rcules, en una de sus conocidas pruebas, debĂa robar esos bueyes.
En su viaje hacia España, cruza la costa africana y coloca a cada lado del estrecho sendos monolitos justo en los puntos por donde Ă©l cruzĂł. Estos monolitos se conocerĂan como las columnas de HĂ©rcules. El joven semidiĂłs, mata al perro, acaba con el dragĂłn, derriba al gigante y pastorea a los temidos bueyes hasta Micenas.
Con el paso de los siglos, el escenario de esta batalla y del reino de Eritia, se ha ido desplazando hacia occidente. XimĂ©nez de Rada, sitĂşa en su obra De rebus Hispania del siglo XIII en Cádiz y en 1548 Pedro de Medina, lo ubica definitivamente en el cabo de Trafalgar donde tambiĂ©n estarĂa la tumba del gigante GeriĂłn.
En cuanto a Tartessos, la primera vez que esta mĂtica ciudad se vincula con Cádiz es en un escrito del mĂ©dico holandĂ©s Gorophius Beccano. Trabajaba este mĂ©dico al servicio de los reyes de España y era un gran estudioso de literatura antigua. Como decimos, este mĂ©dico holandĂ©s pĂşblica su Opera en 1580 donde identifica Cádiz con Tartessos y va un paso más allá al identificar tambiĂ©n Tartessos con la bĂblica Tarsis.
Hay otras fuentes que nos ponen en la pista para situar en la actual Cádiz la Tartessos ciudad. Por ejemplo, Cicerón, se refiere a Balbo (aquella familia gaditana que contó con el favor de Roma) como “Balbo el tartesso”.
Flavio Arriano, filĂłsofo e historiador griego conocido tambiĂ©n como Jenofonte, en su segundo libro de Anabasis de Alejandro Magno dice:“A mĂ me parece que el Heracles que veneran en Tartessos los Ăberos donde están las llamadas columnas de HĂ©rcules, es el Heracles tirio, dado que Tarteso es una fundaciĂłn fenicia; y es asĂ, segĂşn el rito fenicio, como está construido el templo de Heracles y se ofrecen allĂ los sacrificios”.
Jaime Albar, es uno de los estudiosos que ha defendido la existencia de textos antiguos que animan a identificar Tartessos con Cádiz frente a la teorĂa que señala la ubicaciĂłn de esta mĂtica ciudad más cercana a la RĂa de Huelva. Sea como fuere, el debate sigue estando en mano de los estudiosos e historiadores a los que la cultura tartessica sigue presentándose como todo un enigma, como si de un espejismo se tratase.
Tartessos siempre estará muy presente en las raĂces culturales -bien legendarias o histĂłricas- de AndalucĂa teniendo como su posible cuna a Cádiz y estando relacionada intimamente con Huelva y Sevilla en una Ă©poca en la que dominaron el sur de la penĂnsula ibĂ©rica y que, en la imaginaciĂłn, rivalizĂł con la propia Atlántida.
¿Descubierta la Atlántida, o Tartesos, en Cádiz?
Manuel Cuevas, investigador sanluqueño, ha informado a la Junta de AndalucĂa del hallazgo, merced a unas pruebas fotográficas tomadas por satĂ©lite, de una ciudad enterrada en el pinar de La Algaida, en SanlĂşcar de Barrameda, en la desembocadura del Guadalquivir.
El empresario, e investigador, autodidacta de 52 años,presentó como pruebas las imágenes tomadas por satélite a 700 kilómetros de altitud que han sido tratadas digitalmente y en ellas se pueden comprobar como hay formas estructurales enterradas en el Cerro del Trigo, donde hoy está el parque de Doñana.
Curiosamente en ese mismo punto es donde el arqueĂłlogo alemán Adolf Schulten situĂł la perdida ciudad de Tartessos, distante seis kilĂłmetros de La Algaida, la otra orilla del rĂo Guadalquivir.
Cuevas presentó un escrito en el Registro de la ConsejerĂa de Cultura de AndalucĂa donde aporta las coordenadas de lo que parecen ser cuatro grandes edificios y un poblado que tienen, al menos, 2500 años de antigĂĽedad. Igualmente destacan otras estructuras como una plaza rodeada de más construcciones de 360 metros por 180, las otras estructuras miden 180 por 100 metros, sorprendiendo tales dimensiones que no son propias de ese periodo de la Historia.
El pinar de La Algaida ocupa unos ocho kilĂłmetros cuadrados y se habrĂan conservado sus construcciones debido a quedar enterrados los vestigios de la misma. SegĂşn Cuevas en la ubicaciĂłn de esta ciudad habrĂa tambiĂ©n otras construcciones atribuibles al periodo romano asĂ como espigones portuarios o canales navegables, asĂ como embarcaderos detallados en lĂneas paralelas y cuadrĂculas de dimensiones similares a calles.
El investigador ha pedido el apoyo de la ConsejerĂa de Cultura para efectuar un estudio de tomografĂa elĂ©ctrica y comprobar a la profundidad a la que se encuentran los muros cercanos a la superficie y poder excavar. Desde la ConsejerĂa las han remitido a la DelegaciĂłn de Cultura de Cádiz, ahora se debe presentar un proyecto de investigaciĂłn que estĂ© respaldado por una universidad andaluza adquiriendo asĂ un carácter cientĂfico y acadĂ©mico. RamĂłn Corzo, catedrático de ArqueologĂa de la Universidad de Sevilla, cree que deberĂan comprobarse los datos facilitados por Cuevas.
La zona de La Algaida fue el escenario del hallazgo de restos de la cultura turdetana, que iba desde el valle del Guadalquivir hasta el Algarve portuguĂ©s y Sierra Morena,compartĂa territorios con la antigua civilizaciĂłn de Tartessos.
Otro dato interesante es que  algunas de las estructuras detectadas se corresponden con el periodo en el que la desembocadura del Guadalquivir formaba un estuario y el agua del mar llegaba a Sevilla, ello alimentarĂa la posibilidad de haber encontrado la ciudad perdida de Tartesos o, más legendaria, la propia Atlántida.