Seguramente, mientras pasea por las hermosas calles de Cádiz, se ha dejado llevar por su imaginación o por las muchas leyendas que atesoran sus esquinas, sus casas o los lugares más emblemáticos de la ciudad.
Una de esas leyendas eternas es la que encontramos en el casco antiguo de la ciudad, en el barrio del Pópulo donde tenemos lugares tan especiales como la Posada del Mesón y donde, muy cerca encontramos una de esas historias de nadie que corre de boca en boca y que forma parte de la Historia heterodoxa de la Cádiz.
Su singular historia
Se trata de un callejón angosto, pequeño, estrecho, se puede tocar ambas paredes con la pinta de las manos de la persona, y sólo se puede transitar por ella de una en una. Se trata de un callejón que comunicaba la plaza de Fray Félix con la calle Mesón, en las proximidades de la Catedral Vieja, eso en otra época pues ya el acceso no está libre al bloquearlo una cancela.
Ese callejón es llamado como «Callejón del Duende» y tiene una curiosa historia a caballo entre la leyenda y los «fenómenos paranormales» relacionados con los fantasmas. Para saber de ella tenemos que desplazarnos en el tiempo a la ocupación francesa de España, a la invasión napoleónica y las ansias de poder que tenía Bonaparte. En ese marco, en los inicios del siglo XIX nos quedamos para saber de la particular vivencia de un oficial del ejército francés que iba a ser condenado con otros prisioneros por parte de la Justicia de España.
Un giro en el destino hace que salve su vida gracias a una joven que se enamora de él y que soborna al verdugo para que simulara convenientemente la ejecución pero que no lo matara, que lo dejara libre y ella se encargaría de esconderlo el tiempo que hiciera falta.
Así se procedió y el joven francés quedó al amparo de su joven enamorada. Se escondía durante el alba y por las noches se solían reunir en el callejón, a la gracia de la noche.
Pero Cádiz es una ciudad que siempre ha tenido mil ojos y hubo personas que los vieron o, al menos, a «algo» que muchas noches se daba cita en aquel lugar aunque, realmente, se trataba de los dos amantes. Lo curioso es que algunos vecinos lo vieron pasar envuelto en una manta o poncho y creyeron que se trataba del fantasma del soldado francés ejecutado junto a los demás. Como iba en dirección a la vieja iglesia de Santa Cruz pensaron que era una «ánima que buscaba el perdón de sus pecados en la casa de Dios». De esa forma se le tuvo por una suerte de fantasma, por una especia de duende y de ahí tomó el callejón su evocador nombre.
Otras versiones
De esta historia hay muchas versiones, otra nos dice que se citaban los dos enamorados, la joven gaditana y el soldado francés, en este callejón, pero fueron descubiertos y se apresó el fugado ordenando su ejecución. No pasó mucho tiempo cuando los vecinos quedaron conmocionados ante la noticia que ella había muerto, muerta de amor.
Pese al luctuoso doble suceso los vecinos decían que se les veía, a ambos, juntos, en el callejón donde se citaban y en la actualidad dicen que es todavía ese refugio al que acuden y que, en determinadas ocasiones, dejan verse.
Es parte de los recorridos misteriosos por la ciudad que hacen algunas rutas y también de la evocadora nostalgia de una ciudad llena de misterios y leyendas.
La última versión nos dice que había un bandolero, conocido en la época, que se apodaba «El Duende» y que podría ser el motivo que ese callejón se llamara así. Las brumas de la leyenda que siempre cabalgarán entre la realidad y la ficción.