La juega es el mal llamado «juego» que nunca hay que practicar si no se sabe con el elemento que se está manipulando y, mucho menos si se le tiene miedo merced a las muchas historias que se narran sobre el mismo y que entran, en muchas de ellas, en el capítulo de leyendas urbanas.
Experiencia y juego
Los protagonistas de este caso son un grupo de chicos que, una noche, decidieron practicar el «juego» -entre comillas- aprovechando que sus padres estaban de pasando el fin de semana en Madrid.
Los chicos, dos hermanos y sus dos primos, dijeron de ver el fútbol en la televisión, después de eso pidieron comida y luego vieron una película «ese era el plan para la noche, no había más» comenta Jaime Ruiz.
Pero hubo un momento en el que a uno de ellos se le ocurrió una idea «Javi nos dijo que si nos atreveríamos a hacer una sesión de ouija allí, a mi primo le gustan esos temas y le dijimos que allí no, pero él insistió y mi hermano Miguel me dijo que era una tontería y que no pasaría nada, así que nos animamos a ello».
El testigo prosigue: «No se la hora que sería pero no menos de la una de la mañana. Javi cogió el cartón de la pizza y, por detrás, pintó los números y las letras y dijo: «Ea, ¡ya tenemos ouija!» y comenzó la sesión. Pusimos todos los dedos sobre el vaso y comenzó a decir que quería que se manifestaran los espíritus, había risas pero también un poco de nerviosismo, la verdad. Aquello no se movía hasta que notamos como se desplazaba lentamente».
El movimiento del vaso
El master -en forma de vaso- comenzó a moverse pausadamente por el improvisado tablero y deletrear, poco a poco fue formando un mensaje: «Insolentes» y todo se rieron «creímos que era cualquiera de nosotros gastando una broma pero no, no eran ninguno, todos juraban que no lo estaban moviendo».
«Aquello siguió moviéndose y dijo «molestáis» y nos insultó. Entonces Javi y Miguel, envalentonados dijeron «espíritu chulito, a ver si eres capaz de manifestarte y deletreó «accidente» y «susto», también demonio. Esos nos asustó un poco, la verdad» afirmaba.
«¿Pasó algo?» fue mi pregunta y él, Jaime, respondió: «Si, la puerta se cerró de una forma muy violenta y muy rara y sentimos como en el pasillo había alguien, se le escuchaban respirar perfectamente y vimos, por el cristal [biselado] la silueta de alguien, entonces abrí la puerta esperando encontrar a mis padres o algo pero allí estaba el pasillo sin nadie».
Más mensajes
«Ellos tres estaban con los dedos sobre el máster y deletreó «avisados estáis», entonces dijeron de cerrar la sesión y se comenzaron a reír. Carlos, mi otro primo se comenzó a sentir mal y estuvo vomitando en el baño y mi hermano se pisó los cordones y cayó de mala forma, vamos que si llega a caer diez centímetros más adelante se abre la cabeza con la mesa. Siempre lleva los cordones sueltos y se los pisó pero coincidía con lo que nos dijo la ouija» concluía.
En días sucesivos no vivieron ninguna circunstancia más extraña, pasó el fin de semana y no hubo comentarios sobre la sesión que pasó a ser «olvidada».
Lo curioso es que sus padres tardaban en llegar «ya era domingo y eran las once de la noche, el lunes trabajaban y mi tíos tenían que recoger a mis primos e irse a su casa. Decidimos llamarlos a ver que pasaba y nos dijeron que entrando en Cádiz habían tenido un accidente contra otro coche y que estaban bien pero que mi madre estaba en el hospital mirándole el cuello por que tenía un golpe fuerte, eso nos hizo recordar la ouija y los mensajes malignos que nos dijo» decía, finalizando, Miguel.
La ouija y la eterna leyenda que parece perseguirla allá donde sólo debe ser practicadas por manos expertas sabiendo que no se trata de un juego.