Miedo en el Neuropsiquiátrico de Santa María del Valle

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Se encuentra en la localidad de Cosquín, en Córdoba (Argentina), y se trata de uno de los lugares más encantados de esta parte de Sudamérica, se creó como centro para el tratamiento de la tuberculosis pero acabó siendo un sórdido manicomio.

Se transformó en el Hospital Neuropsiquiátrico de Santa María del Valle de Punilla, de triste reputación y hoy día uno de los lugares donde se tiene constancia de todo tipo de hechos paranormales.

El antiguo sanatorio para tuberculosos

Fue una iniciativa del tisiólogo Fermín Rodríguez que quiso tener ese centro como lugar donde acoger a los pacientes aquejados de tuberculosis, una enfermedad fatal para los que muy pocos tratamientos había efectivos, se creía que el «buen aire» y la calma haría recobrar la salud a muchos de aquellos pacientes que no verían salir la luz del sol. La tuberculosos siempre fue una enfermedad letal hasta la llegada -invención- de la penicilina y con esta los tratamientos derivados. El sitio para construirlo era perfecto pues estaba en plena falda de las Sierras Chicas donde corría el aire fresco y se creía que podía sanar los maltrechos pulmones de los pacientes.

Pero la cantidad de enfermos aquejados de tuberculosis y la poca maniobra económica hizo que las autoridades políticas de Córdoba se hicieran cargo del mismo y lo agrandaran siendo un sanatorio provincial muy reconocido en los años 30 del pasado siglo XX y donde llegaban pacientes con tuberculosis de todo el país.

Por desgracia los tratamientos no eran aun efectivos o no llegaban y muchos eran los que morían allí, en el viejo hospital de tuberculosos. Poco a poco las medicinas pudieron controlar todo ese mal y en 1968 se destinó a ser un neuropsiquiátrico, tal y como lo llamaron en Argentina. Entonces pasó a ser el «Manicomio del Valle de Punilla», de extraordinarias dimensiones y donde se iban a destinar a la mayoría de pacientes del país.

Nace el «Manicomio»

Si cruel era la tuberculosis peor aún era el tratamiento a estos enfermos mentales pues la crudeza de los tratamientos rozaba y sobrepasaba lo inhumano, esto hizo que el rango de sufrimiento y dolor aumentara en su interior y que, tras su abandono, el perfil paranormal del edificio esté descontrolado.

En el interior de este edificio se tiene todo tipo de percepciones auditivas, muy evidentes, gritos de dolor, frases inconexas, olas de frío… Sin dudas el dolor de pacientes de tuberculosos y los propios del manicomio se está manifestando allí como una energía incontrolable.

Otro fenómeno muy inquietante es el de sentirte observado dentro del mismo, experimental como algo te toca -y no es la sugestión- o como hay algo que parece moverse en la oscuridad y que parece una especie de sombra provocada por alguien a quién no puedes ver.

Hay sufrimiento y en torno a eso un vecino decía: “Acá hubo mucho dolor y creo que eso en algún sentido aún se expresa con cuestiones a las que no podamos comprender y nos parezcan increíbles”.

El psiquiátrico ha sido también lugar de cobijo para «sintecho», toxicómanos o delincuentes, que han incrementado la mala fama del sitio que fue, en tiempos de la dictadura militar un centro clandestino de detención por las fuerzas de represión.

Hablando con Marcos Álvarez, de la zona, me decía: «Mira, entrar acá es una odisea por no saber lo que puedes encontrarte, a mi me ha pasado de todo pero las ocasiones en las que hemos estado solos hemos podido grabar psicofonías, muchas no dicen nada, solo llanto, gritos, todo muy doloroso, muy sentido. Lo más fuerte que nos pasó fue estar en una de las habitaciones acolchadas y escuchar golpes dentro de ella, la puerta estaba cerrada y al asomarnos vimos, perfectamente, a una mujer con una camisa de fuerza que corría de un lado a otro y se golpeaba con la pared. Evidentemente José Manuel, aquello era un fantasma, allí no había nadie, pero nosotros la vimos», creo que es aterrador y bastante explícito.

El manicomio cordobés es hoy día uno de los puntos de referencia en lo paranormal en cuanto a este tipo de lugares allá donde nunca sabremos qué es lo que quieren las almas de esos dementes que claman ayuda desde el «otro lado».