En muchas ocasiones la compra de una vivienda, en un lugar deseado, se puede convertir en toda una tragedia o un hecho que crea inquietud y miedo a tenor de los eventos paranormales o, cuando menos, inexplicables, que se dejan sentir en su interior.
El caso que les quiero contar es el de una familia de tres miembros (abuelo, padre e hijo) que se trasladan a vivir a la zona centro de Sevilla. En el entorno de la calle Francos encuentran la casa ideal y cuando comienzan a vivir en la misma tienen la tragedia de perder al mayor de los miembros, al abuelo, un señor con 89 años que muere por complicaciones de una enfermedad.
Sesiones de ouija
Tras la muerte comienzan el periodo de duelo y de echar en falta a ese ser querido que se haya marchado. Padre e hijo sienten esa ausencia pero, en este caso, Miguel, el padre, me decía: «Mira, yo desde hace muchos años soy aficionado a estos temas, a todo lo que es el mundo del misterio y las psicofonías, yo escuchaba a Jiménez del Oso o a Cebrián, me encanta. Nada es comparable con Antonio José Alés y «Medianoche», la verdad. Así que cuando acababa de revisar casos en el despacho sacaba la ouija y me ponía a practicar un poco con ella a ver si lograba el contacto con mi padre, había cosas que le quería decir» recordaba.
Javier, su hijo, me indicó: «una noche me levanté y vi luz en el despacho y me fui a ver si se había dejado la luz encendida o si, por casualidad, seguía trabajando. Cuando entré vi que estaba echado en el sofá dormido y sobre la mesa estaba una tabla ouija que tiene desde hace años. A la mañana siguiente le pregunté por ella, le dije: «Papa, ¿el tema de la ouija de qué va?» y él me dijo que estaba tratando de comunicarse con el abuelo. Así que le dije que yo quería también estar en una sesión de esas».
Miguel interrumpió al hijo y afirmó: «Le dije que bien, que lo haríamos pero a la antigua usanza, es decir: sesión de ouija, grabadora, invocación y demás y así lo hicimos».
La sorpresa iba a ser mayúscula pues esa noche realizaron aquella sesión. A la 1:15 h. preguntaron «¿Hay alguien aquí?» y el tablero estuvo respondiendo a diferentes respuestas aunque lo interesante vendría dado de la grabadora que pudo captar un sonido psicofónico que decía: «Hay vida», con la particularidad que no era el abuelo si no una voz femenina. ¿Quién era? ¿Qué hacía allí?
Las sesiones se intensificaron en días posteriores al punto que durante dos semanas ininterrumpidas estuvieron haciendo ouija. La casa «se fue cargando energéticamente» y comenzaron a pasar cosas, cosas como, por ejemplo, malos olores que atribuyeron a los bajantes del edificio, sentir pasos por el pasillo, parafonías o ver sombrar que deambulaban por la casa. Ello desconcertaba y preocupaba a estas dos personas, pues iba cada día a más y sentían pánico.
Un día, en una de esas sesiones, preguntaron: «¿Por qué nos pasa esto a nosotros?» y la respuesta fue la voz del abuelo -según pudieron reconocer- que decía: «Nos odia». En ese momento la inquietud fue mayor.
Explicaciones al caso
La razón estaba en la propia historia del edificio, nos encontramos ante una casa que tiene un pasado y, anteriormente, estuvo habitada por una señora mayor que decía aquello de «yo nunca voy a salir de mi pisito», «moriré en esta casa» y cumplió lo que dijo quedándose en su interior. Por eso esa voz psicofónica que decía «Hay vida», era ella.
Posteriormente surgió otra voz masculina identificada con el abuelo que decía ese «No odia» y que parece una clara alusión a aquellos que viven en su interior ocupando un piso que la difunta cree que aún es suyo, que le pertenece, sin tener consciencia de muerte.
Debido a ello, a no poder hacer nada por solventar esa situación, decidieron marcharse de allí, buscar un hogar en una calle cercana y olvidarse de una casa de ensueño que se acabó convirtiendo en una pesadilla.
Y es que la ouija es sólo un canal abierto, en muchas ocasiones a nuestra propia mente, a nuestros propios miedos antes que al más allá, aunque nunca se sabe.