CÁDIZDIRECTO / E.Escoriza.- Ya no se habla en los cafés. El fondo de la taza se confunde con las letras del teléfono móvil. El «pónmelo templado que tengo prisa» se escucha con frecuencia cada mañana. Pero hubo un tiempo en el que la vida en Cádiz giraba en torno a los cafés de la ciudad. Fue a finales del siglo XVIII, con la Pepa en el aire.
«El café era una de las instituciones más significativas del Cádiz que retrata González del Castillo -en su sainete El Café de Cádiz-. Hasta tal punto, que puede afirmarse que fue en esta ciudad donde apareció este tipo de locales, que después se extendieron por toda España como centros en muchas ocasiones de la vida política y cultural». Así lo expone el profesor de la Universidad de Cádiz Alberto Romero Ferrer.
En esa época sí que se hablaba en los cafés. Estos locales acogían tertulias políticas y literarias, eran el lugar de encuentro para discutir e intercambiar opiniones. Incluso se leía la prensa en voz alta. Y aunque los cafés y las tertulias de Madrid sean muy conocidas, fue en Cádiz donde este movimiento nació.
En el año 1788 había en la ciudad 35 cafés. En la actualidad lo único que queda de ellos son algunas placas que se conservaron o sus nombres sobre escalones de mármol. A estos locales acudían aquellos que no podían ir a los salones más sofisticados, entre ellos artesanos de la ciudad que tenían interés en conocer lo que se cocía políticamente. La gente no sólo iba a debatir sobre asuntos políticos a estos lugares. También acudían para jugar al billar, muy de moda en la época.
Entre los establecimientos más importantes se encontraban la confitería de Cosi, el Café de las Cadenas, el Café Apolo, y Café del León de Oro. El Apolo fue sin lugar a dudas el más conocido. Se le llegó a llamar con el sobrenombre de «Las Cortes chicas», ya que al parecer los debates que allí se mantenían llegaban a tener influencia en las decisiones que luego se tomaban en las Cortes. Se encontraba en la esquina de la plaza de San Antonio con Presidente Rivadavia. También albergó bailes de máscaras en Carnaval.
La confitería de Cosi estaba en la calle San Francisco, en la esquina con la calle General Luque. Se trataba de un local enorme regentado por el gaditano Francisco Cosi. Tenía 24 trabajadores que vivían allí mismo. El Café del León de Oro estaba en la calle Nueva y el Café de las Cadenas en la plaza Mendizábal (antes conocida como plaza de las Nieves), justo en la esquina con Manzanares. Este último fue un referente en los bailes de máscaras del siglo XIX. La gente solía poner el broche de oro allí los martes de Carnaval.
Donde se cruza Valverde con Cánovas del Castillo se encontraba el Café de Orta, conocido como el Café de los Patriotas. Y en Candelaria con Santo Cristo el Café del Ángel, en un edificio que en su día fue mezquita y después ermita de moriscos.
Aún se puede observar la estructura original de uno de estos locales. Se trata del Café del Correo, con entrada por Cardenal Zapata y Rosario. Actualmente es la tienda de decoración de Jesús Pina, pero conserva los arcos de ladrillo y las columnas que hace tres siglos acogieron mesas con tazas de café caliente.
La lista no acaba aquí, ya que es bastante extensa. El periodista Javier Osuna hace en su blog un repaso mucho más detallado de todos los cafés que albergaron la ciudad. «Actualmente -dice Osuna- sólo quedan en la ciudad dos cafés herederos de aquel gran esplendor de siglos anteriores: el Café Royalty, de 1913, magníficamente restaurado, con un gusto y extrema exquisitez, el nuevo Café de Levante, de la calle Rosario, coqueto, transgresor, vintage y mestizo, cuyos cafelevanteros parroquianos le otorgan una enorme personalidad».