Seguramente, en alguna ocasión, nos hemos detenido a comer algo rápidamente, casi -como se suele decir- «en un suspiro». Debido al ritmo de vida comenzaron a proliferar los restaurantes de ‘comida rápida’, lugares donde la comida ya estaba precocinada, y elaborada, y sólo faltaba recocinar para tenerla a punto para mayor rapidez para el consumo.
La denominación inglesa de este tipo de comida es ‘fast food’ y es relativamente reciente. Pero la vieja ambición de comer rápido viene desde tiempos inmemoriales. Ya en Grecia o el Antiguo Egipto se ‘apañaban’ con platos rápidos. En Roma había puestos en la calle que servían unos panes planos con aceitunas y en Oriente Medio es muy conocido -desde hace siglos- el ‘felafel’, otro plato rápido que es una especie de croqueta de garbanzos o habas cuyo origen ya lo cita el Corán, el libro sagrado musulmán. En la India tienen la tradición de las pakoras, una mezcla de verduras básicas y harina de garbanzos; el vada pav a base de patata y el panipuri, un bocadillo con sémola, todos ellos conocidos desde la más remota antigüedad.
Pero la ‘fast food’ moderna nació en el año 1.912 en Nueva York (EE.UU.), con la puesta en funcionamiento de un restaurante mecanizado a base de máquinas expendedoras donde la compañía Horn & Hardart se erigió como líder de un sector desconocido en la sociedad ‘moderna’ de principios del siglo XX.
En los años 50 su popularidad decayó con el nacimiento de los autoservicios, allá donde se entraba con el automóvil y desde éste se pedía y consumía la comida. Una sociedad con prisas que consumía la comida a toda prisa, y así nació la moderna ‘comida rápida’ y los restaurantes especializados en ella.