/Pocos adultos hoy no recuerdan como en su infancia destacaba un juguete un tanto viscoso y repulsivo de color verdoso llamado Blandi Blub, un juguete que parecÃa cualquier cosa menos algo destinado a ser compañero de juegos de los más pequeños y, en algunas ocasiones, de olor extraño.
Si se ensuciaba, o cogÃa pelusas, habÃa que lavarlo, no se podÃa acercar al pelo y a los tejidos y colocado entre las manos eran una sensación tan extraña como desagradable, pero gustaba.
Pero pocos sabrán que el popular Blandi Blub no nació como un juguete sino como un experimento fallido por parte del ingeniero escocés James Wright en 1943. Este cientÃfico buscaba un sustituto del hule para su uso a gran escala, doméstico. Entonces pensó en mezclar componentes y ahà comienza esta historia.
Mezcló ácido bórico con aceite de silicona y tras macerar la mezcla nació un material que «parecÃa moco» y que era pegajoso e inconsistente, un material que no tenÃa ninguna utilidad, pese a que trató de buscarle el uso. El juguete era repulsivo, cierto, pero hacÃa las delicias de los más pequeños.
Un tiempo después, seis años, Ruth Fallagetter, propietaria de una tienda de juguetes, vio aquel invento fallido y le encontró la utilidad entre su público, un juguete económico y divertido al precio de 2 dólares. Y tuvo un sobresaliente éxito, tanto que ha llegado hasta nuestros dÃas.
Un consejo: no lo acerque a nada que tenga pelo (abrigo, ositos de peluche y similar) y de ser demasiado tarde utilice -con moderación- vinagre.