La profecía del escritor H.G. Wells sobre la bomba atómica y una guerra nuclear

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H.G. Wells fue un pionero y un autor con muchos lectores, a la Historia de la Literatura quedará para siempre su inmortal obra «La Guerra de los Mundos» que llevara a la radio, magistralmente, Orson Wells en su mítica dramatización.

En la actualidad se teme por una guerra nuclear, el uso de armas nucleares por parte de grandes potencias, que RusiaGuerra Rusia-Ucrania– pueda usar un ingenio de este tipo, táctico, y genere una escalada que pueda acabar con la paz en la Tierra y también con le mismo planeta. ¿Fue lo que profetizo H.G. Wells?

Pero de H.G. Wells también se habla como visionario, como escritor de anticipación -como le ocurriera a Julio Verne-, capaz de escribir con mucha antelación, casi cuatro décadas, de la bomba atómica y su poder en su novela de 1914 «El Mundo Liberado», donde hablaba de una granada de mano de uranio que «seguiría explotando indefinidamente».

El poder atómico y nuclear

Pero todo va más allá pues Wells pensó en la posibilidad de la idoneidad de lanzarla desde aviones. Pero como en el caso de Verne H.G. Wells se procuraba la mayor información posible al respecto. El poder del átomo y sus consecuencias ya era estudiado e investigado en la época Eduardiana con Ernest Rutherford como principal valedor, si bien las teorías y desarrollos de Einstein fueron vitales. Rutheford ya hablaba que la materia debía estar formada por partículas diminutas llamadas átomos: «Cuando se hizo evidente que el átomo de Rutherford tenía un núcleo denso, hubo un consenso en que era como un resorte de acero», indica Andrew Nahum, de la exposición «Los Científicos de Churchill«, del Museo de Ciencias de Londres.

H.G. Wells quedó impresionado por los nuevos descubrimientos y tenía el caldo de cultivo ideal para implementarlo en sus novelas.  En 1924 escribió un artículo que llevaba por título: «¿Cometeremos todos un suicidio?», se preguntaba en el mismo si una bomba de pequeño tamaño podría arrasar con una ciudad completa. Graham Farmelo, en su obra «La Bomba de Churchill», relaciona la idea de la bomba del tamaño de una naranja al imaginario de «El Mundo Liberado».

En 1932 se logra dividir el átomo por primera vez por medios artificiales, el físico Leo Szilard creía que la división del átomo podría crear una gran cantidad de energía no dudando en afirmar que Wells le enseñó «lo que significaría la liberación de la energía atómica a gran escala». De hecho la liberación en cadena de la misma surge en 1933 cuando observaba el cambio de luces de un semáforo en Londres: «De repente pensé que si encontraba un elemento que se dividiera por neutrones y que emitiera dos neutrones cuando absorbiera uno, tal elemento, si se ensamblase en una masa suficientemente grande, podría sostener una reacción nuclear en cadena».

«La forma de las cosas que vendrán»

Wells, en su novela «La forma de las cosas que vendrán», vaticinó los bombardeos aéreos y la devastación de una guerra mundial. Entre tanto el progreso el átomo seguía su curso y en 1939 Szilard escribió el borrador de la carta que el eminente Albert Einstein le envió al presidente de los Estados Unidos, Roosevelt, sobre las reservas  de uranio que estaba acumulando Alemania y que podrían estar trabajando en la devastadora bomba atómica, era el nacimiento del Proyecto Manhattan.

 

Inglaterra, en 1945, como consecuencia de la derrota en las elecciones de Churchill quedó fuera del poder atómico cuando en 1946 el gobierno de EE.UU. aprobó la Ley McMahon. El primer ministro inglés, Clement Atlee, piensa en una bomba británica. Andrew Nahum refería: «Volvieron a trabajar en los cálculos que habían hecho en Los Álamos. Contaron con los servicios de Klaus Fuchs, quien terminó siendo un espía atómico que le pasaba información a la Unión Soviética, pero que tenía una memoria prodigiosa. Churchill fue reelegido en 1951 y encontró un arma casi completamente lista para ser probada. Tenía un conflicto sobre si seguir adelante con la prueba y escribió sobre si deberíamos tener ‘el arte y no el artículo’. Es decir, si sería suficiente con tener la capacidad… en vez de tener un arma peligrosa en el arsenal».

H.G.Wells falleció en 1946 pero ya estaba todo escrito y probado, estuvo trabajando en una secuela de «La forma de las cosas que vendrán», donde la bomba atómica era ya una realidad.