Si hay un punto importante en una ciudad costera es, sin dudas, su faro. De una utilidad importante y referencia vital para los barcos que llegaban a sus aguas, para evitar embarrancar o chocar con los arrecifes, se convirtieron en parte importante de ellas así como ese salvavidas que buscaban, en el horizonte nocturno, muchas embarcaciones.
El de Cádiz tenía especial trascendencia pues la zona marítima precisaba de esa referencia y ya desde tiempos del Imperio Romano se sabe del mismo merced a una pintura mural que estaba en la calle Sacramento, en una factoría de salazón donde se obtenía, entre otros, la famosa salsa garum. Se encontró en el terreno ocupado por el Teatro Andalucía.
Allí, en la piedra ostionera, encontramos el dibujo, los trazos al carboncillo, de su cuerpo en 12 partes (número mágico relacionado con el tres). Destaca en la representación la puerta en el primer piso y los arcos de medio punto así como una especie de rayos en su parte superior que es un indicativo, sin dudas, de un gran fuego que se hacía para servir de luz guía a los barcos.
La fábrica de salazones estaría en el borde septentrional de la isla de Eritheya, en la zona del Canal-Caleta, vinculada a fenicios y púnicos así como vía de comunicación y comercio de la referida salsa.
Tenía, hace 2000 años, una silueta singular pues era una torre escalonada en las proximidades del puerto romano derivado del fenicio. Hoy podemos encontrar una reproducción a escala reducida en una de las rotondas de la ciudad del viejo garo junto al barrio de Puntales.
Referencias históricas
Su silueta debía recordar mucho al faro de Alejandría, en escalón, con varios pisos, así lo pensaba, en el siglo XII, , el geógrafo andalusí Al-Zuhri, en su libro Kitab al-Jaghrafiyya escribe: «En esta ciudad estaba el parecido al de Alejandría…. era cuadrado, edificado con una especie de piedra pómez áspera encima de este había un según cuadrado…».
Se puede caer en el error de pensar que este faro era la Torre de Hércules pero no es así pues su ubicación era diferente estando esta cerca de Torregorda y que pudo haber tenido la misma función que aquel o ser, simplemente, un recuerdo monumental al héroe mítico basado en la figura de Melkart.
El tiempo pasó y nació un nuevo faro denominado de «San Sebastián«, igual que el castillo, en un punto donde se erigió una ermita por los venecianos en señal de agradecimiento tras sobrevivir, con la ayudad del pueblo de Cádiz, a una terrible epidemia de peste.
Escribía, al respecto, Fray Gerónimo de la Concepción (1642 – 1696), religioso descalzo de la orden de Nuestra Señora del Carmen «Emporio de el orbe, Cádiz Ilustrada: investigación de sus antiguas grandezas», en el Lib. VII Cap. XIV, titulado «Torre, S. Sebaftian», como en el año 1457 una nave veneciana se refugió en la isla a causa de una epidemia reconstruyeron la atalaya y en agradecimiento a los gaditanos que le dieron asilo levantaron una ermita a la advocación de San Sebastián.
Su destrucción
Este mismo faro existió hasta el siglo XIX cuando, por orden del duque de Nájera, a la sazón, gobernador de Cádiz, se derribó en 1898, cuando se pierde Cuba y se entra en guerra con Estados Unidos, por temor de una eventual invasión y que pudiera ser una referencia para ubicar la ciudad. En el castillo de San Sebastián aún se tiene el vestigio, sobre el terreno, de la base de aquel faro.
El actual tiene menos sabor añejo pues es una torre metálica, despojada de belleza pero con la misma funcionalidad que aquel, también con menos Historia. Data del 1907 y está a 70 metros del emplazamiento original encendiéndose el 30 de septiembre de 1913.