Uno de los barrios más populares de Cádiz es, sin duda, el de la Viña, turístico, pasional, con Arte y un punto muy querido en el resto de España, uno de los barrios históricos y tradicionales que tiene una visita de obligado cumplimiento para quién visite la ciudad.
Dentro del mismo hay una mujer que dejó una profunda huella, su nombre María de Peñalva. Juan Peñalva era un cerero muy importante y ella misma logra los terrenos de Juan López de Malabar, otro de los grandes cereros de la ciudad.
La figura de Doña María de Peñalva
La cera dejaba pingues beneficios a aquellas personas que sabían trabajarla, hemos de tener en cuenta que no había ni luz ni gas y que la única forma de alumbrarse por la noche era el uso de velas por lo que los cereros tenían mucha importancia en la ciudad.
María de Peñalva logra quedarse con esos terrenos que estaban ubicados en un buen punto de la ciudad donde sólo había viñas plantadas, las «viñas de Malabar» (tomando su nombre de Juan López de Malabar). Así el amplio terreno estaba cubierto por las viñas que estaban plantadas en la misma.
Pero Doña María, en el año 1686, pide vender los terrenos para montar una fábrica en esos terrenos, unos hornos, dando dos mil ducados del vellón que eran muy necesarios a la ciudad y que ella, como contraprestación, otorgaría.
Así las «viñas de Malabar» fueron fueron desapareciendo y dando paso a construcciones de edificaciones que sería parte de un barrio nuevo que llamarían «Nuevo Mundo», aunque en el siglo XVIII pasó a llamarse Barrio de la Viña por la referencia a aquellas viejas viñas de Juan López de Malabar y a la generosidad de Doña María de Peñalba en una historia tan singular.
Otras singularidades
Hubo voces discordantes que preferían llamar al barrio como Palma del Hondillo pero se acabó imponiendo «de la Viña», que era más evocador sin duda alguna.
La figura de Doña María de Peñalva es vital pues se transforma en la persona principal que apuesta por la creación de nuevas construcciones e industria en ese mismo terreno y su urbanización, además de ceder los terrenos en los que estaba su casa y su oratorio a la cofradía de La Palma (fundándose en 1962).
Pronto aquellos terrenos se van llenando de vida, de personas humildes, trabajadoras, con ilusiones, que se dedicaban principalmente a la pesca y al negocio de la cera que estaba en auge y que caería en declive siglos después con la electricidad.
La Palma, calle también con clara relación con Doña María de Peñalba, se llamo de San Leandro, Igualdad o Danero, aunque antes del maremoto de 1755 (terremoto de Lisboa que afectó de forma abrupta a la ciudad de Cádiz) se llamaba Cruz por una gran cruz que estaba en un terreno que sólo era campo y cuya presencia destacaba.
Es el origen de un barrio que, hoy por hoy es parte imprescindible de una ciudad, Cádiz, que se enorgullece de ella y que aunque el nombre delata el origen hay siempre que conocer la Historia de cada sitio, de cada rincón, de cada calle, que forma, al fin y al cabo, ese saber popular tan importante que no se debe perder.
Puntos de extraordinaria belleza como el castillo de San Sebastián, el baluarte de los Mártires, el baluarte de Capuchinos, el balneario de Nuestra Señora de la Palma y del Real, el antiguo Hospicio Provincial, las iglesias de la Palma y de Santa Catalina, y la playa de la Caleta sería una buena ruta para hacer por Cádiz y perderse, en La Viña, en su Arte, gastronomía, arquitectura y simpatía.