La Viña tiene un alcalde

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Y a estas alturas sobra escribir de pendientes en las orejas, gafas de pasta, camisa de cuadros, vaqueros y zapatillas gastadas por el uso. José María González es profesor de Geografía e Historia. Docente de Instituto. Sindicalista de Ustea. También, sale en comparsas. La de Jesús Bienvenido, con sus amigos de siempre. Los mismos que la noche del 24 de mayo, tras los resultados electorales, entonaron en mitad de la calle la copla que cantaran en el 2008 sobre las tablas del Falla: «Si yo fuera algún día el alcalde». Folclore y política. Kichi ha sido investido. La Viña acoge al regidor de la ciudad.

Un chico de barrio, de su barrio, que cada mañana recorrerá las calles adoquinadas que separan Paco Alba de San Juan de Dios. Un joven de Cádiz, de su Cádiz, que nació en Rotterdam. Curiosa paradoja. Allá por 1976. El padre, soldador. La madre, asistenta de hogar. Se fueron a hacer mundo y desembocaron en Holanda, en uno de los puertos con más tráfico de barcos. A ellos se dirigió recién contadas las papeletas de las urnas: «He hablado con mis padres. Les he agradecido haber hecho del hijo de un soldador y una empleada de hogar una esperanza para nuestra gente». En los Países Bajos vivió hasta los cuatro años, tiempo insuficiente para aprender un idioma. Apenas sabe pronunciar unas palabras en holandés. Regresaron al sur, a La Viña. A la escuela, la parroquia y el olor a mar por la ventana.

De la mano del padre Araujo, sacerdote obrero, floreció su conciencia social. Quizás por ello, cuando ayer supo que se convertiría en alcalde, citó a Diamantino García, el cura de los pobres: “El primero en el oficio y el ultimo en el beneficio”. En la adolescencia entró en la Iglesia de La Pastora, donde dio el paso para convertirse en militante de la JOC (Juventud Obrera Cristiana). Una fe que se diluyó cuando entró en la Facultad de Historia, a dos pasitos de casa.

En esos pasillos de la Universidad se volvió ateo. Sustituyó la Biblia cristiana por aquella que escribiera Eduardo Galeano a principios de la década de los 70: Las venas abiertas de América Latina. Un libro que usó de manuel cada vez que las lecciones le enfrentaban al continente sudamericano. Sin embargo, su obra favorita, también del escritor uruguayo, tiene el título de Espejos, publicada en 2008. En sus páginas habla de aquellos que no salen en los diarios ni en las fotos pero que día a día construyen «la aventura humana en el mundo».

Este padre de dos pequeños empieza su aventura ahora, con unas expectativas tan grandes en su mochila que resulta casi imposible que no decepcione a nadie de los que depositaron en él su confianza. Se enfrenta a un Ayuntamiento arruinado tras 20 años de gestión popular y su baza son las promesas de un Consistorio pudiente. Su compañero de afición, Queco Trinidad (componente de agrupaciones y artesano de Carnaval) le pinta en la ilustración que encabeza este texto con la chaqueta de Los Santos (Primer Premio en el 2012), el bastón de mando y al fondo el retrato de Fermín Salvochea, a quien tiene como referencia. Kichi emula el estilo del que fuera alcalde del cantón y lleva siempre un cuaderno en el que anota los problemas de los gaditanos con los que se cruza en las aceras. Folclore y política. El barrio más castizo de Cádiz ya tiene un alcalde.