El jugador del Cádiz CF Joaquín González salta sobre un rival del Córdoba CF en presencia de Ocampo. Foto: Cádiz CF.
El jugador del Cádiz CF Joaquín González salta sobre un rival del Córdoba CF en presencia de Ocampo. Foto: Cádiz CF.

La crónica de Vera Luque del Córdoba CF-Cádiz CF (1-2): Supervivientes versión

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Llegas a tu casa a las mil, o mil y cuarto. Día largo, de los de tardeo y post-tardeo. La cena se pasó por alto y fue sustituida por cierta prolongación nocturna e ¿involuntaria?, del copeteo. Ello provocó que cuando el estómago comenzó a rugir, las cocinas de los bares ya estuvieran apagadas. Así que llegas a tu casa a las mil, mil y cuarto o mil y media... abres el frigorífico como el que abre el arca perdida... y ahí está: el paquete de jamón york semiabierto. Ni tuestas el pan de molde.

Te fabricas un “changüi” en menos de 20 segundos, y para adentro. Para nada te preocupa el pegotón de miga de pan que se te adhiere al cielo de la boca. Trago de agua y para el sobre. Misión cumplida. Mañana ya veremos. Supervivencia se llama.

Como lo del Cádiz en Córdoba. Hacía falta echarle a la buchaca una tripleta de puntos de un tirón. Se iba noviembre sin que probáramos el sabor de la victoria. Ni siquiera nos hubiera valido el empate, una vez que nos pusimos dos goles por arriba (por cierto, primera vez en lo que va de liga que tomamos tal ventaja en el marcador).

Todos, y no decirme que no, temimos ya no el empate, asunto que dábamos casi por hecho cuando marcó el Córdoba con media hora de partido por delante, sino otra derrota que hubiera sido doblemente lacerante, más por la forma que por el fondo, que también.

Cantemos aleluya hermanos, que llovió maná del cielo en forma de tres puntitos, ganados a la usanza de las primeras jornadas. Nos acostamos con el estómago lleno, que al fin y al cabo, era lo apetecible.

Lo malo es que resaca haberla, parece que la habrá. Una de las rodillas de Kovacevic fue sacrificada a cambio de la victoria dominguera. Que verdad es que la alegría nunca es completa, coñe. El cadismo espera el diagnóstico con los nervios del que espera a que el secretario del jurado fallero entone lo de “En la ciudad de Cádi”.

Lo malo es que resaca haberla, parece que la habrá. Una de las rodillas de Kovacevic fue sacrificada a cambio de la victoria dominguera

La columna vertebral del equipo empieza a sufrir desbarajustes: primero Suso y ahora el central. Prácticamente junto a Víctor Aznar, las únicas tres piezas fijas salvo infección del virus FIFA, en las tropecientas mil combinaciones que Garitano ha ido probando en los dieciséis partidos que ya llevamos en lo alto.

Ya mismo debería estar la secretaría técnica con los ojos coloraitos revisando en la pantalla del ordenador el mercado de centrales buenos, bonitos y baratos, sobre todo lo primero. Y si por un milagrito del destino, resulta que el estropicio de la rodilla de Kovacevic no va más allá de un sustito que se difumine con endiñarle durante tres o cuatro días hielo como para montar diez botellódromos (que no parece que sea el caso) que busquen igualmente a un central, por si las moscas. Tú sabes lo que te digo.

Concluyendo que es gerundio, el partido satisface más las necesidades vitales que las sensaciones. Más el estómago que el paladar. Anteponemos lo que ocurrió ayer a que se hubiera hecho un partidazo impecable y que hubiera acabado en empate.

El partido satisface más las necesidades vitales que las sensaciones. Más el estómago que el paladar

Lo que no sabemos aún, porque el tiempo lo dirá, si esto va a resultar ser un volantazo que mejore esa tendencia porrillera en la que estábamos instalados, o los resultados futuros a corto plazo nos van a despertar del bonito sueño de aquella tarde en la que noviembre expiraba, y por tanto sigamos en la rutina de la soporífera alternancia entre empates y derrotas una rachita más de partidos.

Podría ser que el oportunista cabezazo del discutido De La Rosa en ese momento en el que hace mucha pupa psicológica al contrario, sea el pistoletazo de salida para una etapita nueva basada en cierto asentamiento de ideas y en un plus de intensidad, concretamente ese que hace falta para llegar a la pelotita antes del rival. Ajolá.

Más que ná, porque en un mes, fiestas de por medio, jugamos contra los dos cocos de la categoría. Confiemos en el espítitu mágico de la Navidad y que su correspondiente saturación lumínica ilumine a los nuestros, valga la redundancia. Veremos.