Diakité va acelebrar con el banquillo el que suponía el 0-2 en ese momento
Diakité va acelebrar con el banquillo el que suponía el 0-2 en ese momento. Foto: LaLiga.

La crónica de Vera Luque del Real Zaragoza-Cádiz CF (1-2): El encanto de lo básico

El autor destaca que e equipo ha empezado a funcionar de nuevo sin su mejor jugador y reflexiona sobre los errores desde el punto de penalti

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Hace un mes, Garitano compró un lote de turrones y otras delicias navideñas a sabiendas de que se la iba a tajelar aquí en Cádiz. Mira por donde, desde el día del Córdoba hasta aquí la mejoría está siendo leve, pero nítida.

Y todo a partir de la aplicación por parte del técnico vasco del fútbol ancestral y operativo basado en esa táctica que todos hemos usado alguna vez cuando jugábamos en Bahía Sur con los colegas: el 4-4-2 estándar, clásico básico. Cuatro tíos detrás, dos pivotes, dos que suben y bajan y los dos de arriba: el trinquete de metro noventa y el ratonero. Y a pelear. No hay más.

La cuestión es si el punto de inflexión, hablando clarinete, está siendo la ausencia de Suso. Ahí va eso, el que la coja pa él. La presencia de Suso en el campo (porque Ontiveros, ni está ni se le espera), impedía que el dibujo y las maneras del equipo sobre el campo sean las de ahora. Y resulta que a Garitano le mola más ésto de ahora que lo otro de antes, no me digas que no, Gaizka pitxita mía.

Imaginemos que la racha continua con Roger y Dawda arriba, con Ortuño y Moussa lanzando obuses en el medio, con Ocampo y De La Rosa bregando arriba y abajo...¿Qué pasara, qué misterio tendrá, cuando Suso de nuevo esté listo para el combate? ¿Tendrá que pillar un número como el que está en la carnicería y esperar sentado? ¿O siendo el mejor futbolista de la plantilla (nadie lo duda), ocupará un sitio de manera innegociable en el once titular? Que el jamón ibérico por sí solo está pa matarse, pero que lo mismo se lo endiña a esa pizza que tanto te gusta, y ya la pizza no es lo mismo. Cuidao.

Si ese comecoco lo debe tener Garitano en el ídem, imaginen el runrún del míster con la ruleta rusa en la que se ha convertido el hecho de lanzar un penalty. ¿Quién será el próximo? Hasta cuatro penalties se han lanzado a lo largo de la temporada, Copa inclusive, y no ha entrado ni uno.

Cada penalti lo ha tirado uno, y ninguno de los lanzadores ha sido alguno de nuestros delanteros, a los que se le presupone que la pituitaria la tienen entrenada para eso de llevar el balón a la red. Inexplicable.

Esperemos que el próximo penal que nos piten a favor, sea en una situación cómoda para el francotirador al que le toque la papela, es decir, que vayamos ganando cinco a cero o algo por el estilo. Porque como nos juguemos un partido a un penalty en el último minuto, la presión que tendrá que soportar el chavea que lo deba patear irá más allá de la que soporta un batiscafo retratando muergos abisales en la Fosa de las Marianas.

Bowie y Mercury cantando el Under Pressure, el Dúo Dinámico al lado del infeliz que se disponga a chutar. La movida parece cosa de brujería... o quizás de cierta improvisación. Por lo menos el último no ha transcendido más allá de haber tenido que jugar los últimos minutos con continuos amagos de infarto por si nos empataban. A toro pasado, y con los tres puntos en la buchaca, casi anecdótico. Eso sí, urge que el próximo vaya para adentro. Por aquello de evitar obsesiones inútiles.

La categoría está disparatosa. Los de arriba tropiezan con los de abajo, incluso estrepitosamente. La clase media acapara el ancho y largo de la tabla hasta el punto de que el playoff de ascenso está tan a tiro de piedra como el precipicio.

El pelotón continua avanzando con ciertos aventajadillos a la vez que algún que otro descolgadete, sin que eso suponga que una mala racha de uno, o una buena del otro, invierta los papeles en un par de meses. Por eso, a pesar del noviembre negro y de la acumulación de disgustos, el sueño del baño en la fuente sigue en pie, bien sea por la ahora mismo dificilísima e improbable vía directa, bien sea con doble trasbordo.

Si como parece, la flechita comienza a enderezarse señalando para arriba, el argentinito que viene resulta un mini-crack y empieza a enchufar chicharitos, y los Reyes Magos más que incienso, mirra y lo otro, nos traen un par de refuerzos o tres, o cuatro, que terminen de apuntalar las carencias... yo que sé. Lo fácil que se ilusiona uno, oye. No aprendo.