Los bombos del Gordo de Navidad salen de Cádiz: la ingeniería para repartir suerte
Desde Chiclana, una empresa gaditana fabrica y mantiene la maquinaria del Sorteo de Navidad con precisión y protocolos casi quirúrgicos
Mientras millones de personas miran al escenario del Teatro Real el 22 de diciembre, muy pocos saben que el corazón mecánico del Sorteo Extraordinario de Navidad late a más de 600 kilómetros de distancia, en el Polígono de Pelagatos, en Chiclana. Allí se diseñan, fabrican y mantienen los bombos que cada año deciden la suerte de todo un país.
No es un taller artesanal ni una fábrica de atrezo. Es ingeniería industrial de alta precisión aplicada al azar. Y tiene sello gaditano. De la industria naval al ritual del 22 de diciembre. Al estar detrás de que todo funcione a la perfección ante las miradas de más de media España.
La empresa responsable es Fluidmecánica Sur, una firma especializada en mantenimiento naval, defensa e industria pesada que desde 2006 tiene a su cargo los bombos de la Lotería de Navidad. El encargo llegó cuando el sorteo amplió su capacidad hasta los 100.000 números y fue necesario sustituir los antiguos bombos por otros de mayor tamaño, más resistentes y absolutamente fiables.
El reto no era menor: diseñar una maquinaria que debe funcionar a la perfección ante millones de espectadores, sin margen para el error, bajo un escrutinio público extremo y con un protocolo que no admite improvisaciones.
Así son los bombos que mueven millones
Los bombos no son esferas decorativas. Están construidos con aleaciones especiales de latón y bronce, materiales elegidos por su resistencia, durabilidad y comportamiento acústico. Cada detalle está medido.
El bombo de los números, el mayor de los dos, puede albergar las 100.000 bolas del sorteo. Tiene un diámetro de esfera de 1,58 metros, está fabricado en una aleación de latón y bronce y pesa en torno a los 850 kilos.
A su lado, el bombo de los premios, más pequeño pero sometido al mismo nivel de exigencia técnica, ronda los 450 kilos. Ambos están diseñados para girar de forma perfectamente uniforme, sin vibraciones y con un equilibrio milimétrico que garantice la aleatoriedad real del sorteo.
Una de las claves técnicas es la redundancia total: cada bombo cuenta con doble sistema de tracción. Si un motor fallara (algo que nunca ha ocurrido en directo), el segundo entraría automáticamente en funcionamiento. El sorteo no puede pararse.
El viaje anual al Teatro Real
El trabajo de la empresa chiclanera no termina en la fabricación. Cada diciembre, días antes del sorteo, un equipo técnico se desplaza a Madrid para supervisar el montaje y realizar todas las comprobaciones en el Teatro Real.
Se revisa la alineación de los ejes, el equilibrado de las esferas, la respuesta de los motores y hasta el sonido que producen las bolas al chocar. Todo forma parte de un protocolo que se repite año tras año, con la misma tensión que el primer día.
Los técnicos saben que no están montando una máquina cualquiera. Están preparando uno de los eventos más vistos del país.
Precinto, sesión pública y cero margen de error
Antes del sorteo, los bombos pasan el dían antes del sorteo por una sesión pública de comprobación y precinto, en la que se certifica que todo está correcto y que nadie puede manipular el sistema. A partir de ese momento, la maquinaria queda bajo custodia hasta el inicio del sorteo.
El precinto del Teatro Real se realiza tras una sesión pública en la que se comprueba, una a una, la totalidad de las bolas. En total, 100.000 números y 1.807 premios, todos fabricados en madera de boj, con idéntico tamaño y peso, grabados en láser para evitar cualquier diferencia física.
Una vez completada esta comprobación y cerradas las puertas del teatro, la maquinaria queda sellada bajo custodia hasta el inicio del sorteo, a las nueve de la mañana. Es el último paso antes de que entren en juego los niños de San Ildefonso, las bolas de madera de boj y las miradas de millones de personas pendientes de un número.
Que los bombos del sorteo salgan de Chiclana no es una anécdota. Es la continuidad de una relación histórica entre Cádiz y la Lotería de Navidad que empezó en 1812, cuando el primer sorteo se celebró en la capital gaditana, y que hoy se mantiene desde la ingeniería y la industria.
Mientras la suerte gira en Madrid, el trabajo silencioso que lo hace posible sigue teniendo denominación de origen gaditana. Porque en el Sorteo de Navidad, Cádiz no solo juega: también fabrica el azar.