Reina britana Cartimandua y tropas romanas.
Reina Cartimandua.

Cartimandua, la reina britana que desafió a Roma y cambió la historia de Britania

La reina olvidada que traicionó a su pueblo para sobrevivir al Imperio Romano

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Durante siglos, la Historia antigua ha sido narrada a través de las hazañas de figuras masculinas en la que destacan nombres como Julio César, Sargón II o Pericles.

No obstante, en las sombras de los grandes imperios también existieron mujeres que moldearon el destino de sus pueblos. Una de ellas fue Cartimandua, reina de los brigantes, la tribu más poderosa del norte de Britania, cuyo reinado lo ubicamos durante el siglo I d.C. convirtiéndose en un ejemplo de pragmatismo político y supervivencia en tiempos de conquista.

Poco se sabe sobre los orígenes de Cartimandua, si bien todo apunta a que pertenecía a una familia noble dentro de su pueblo. Cuando el emperador Claudio inició la conquista romana de Britania en el año 43 d.C., la reina brigante se encontró ante una decisión crucial como fue la de resistir como otros líderes locales o pactar con el invasor. Su elección fue tan audaz como polémica: se alió con Roma.

A diferencia de jefes tribales como Carataco, que optaron por la rebelión, Cartimandua reconoció el poder del imperio y estableció una relación de clientela con él. El Imperio Romano la respaldó a cambio de su lealtad, permitiéndole conservar su autonomía y mantener la estabilidad en una región clave entre las tierras romanizadas del sur y las aún libres del norte.

La traición que aseguró el poder de Cartimandua

El episodio más recordado de su reinado fue la entrega de Carataco a los romanos. Derrotado y en fuga, el líder rebelde buscó refugio entre los brigantes. En lugar de ofrecerle protección, Cartimandua lo capturó y lo entregó al enemigo. Este acto consolidó su alianza con Roma, que recompensaría su fidelidad, pero también sembró el resentimiento entre los suyos.

Para los britanos, aquella decisión fue una afrenta. La consideraron como una traidora, dispuesta a sacrificar la independencia de su pueblo por conservar el trono. Pero desde una perspectiva política, fue una maniobra estratégica que le garantizó el apoyo de las legiones y prolongó su reinado durante décadas.

La estabilidad de Cartimandua comenzó a tambalear cuando su vida privada se convirtió en un escándalo político. Casada con Venucio, que era un noble brigante inicialmente favorable a Roma, la reina rompió su matrimonio para unirse a Vellocato, escudero de su exesposo. Este acto desató la ira de Venucio, que organizó una revuelta a finde recuperar el poder.

Las tropas romanas acudieron en defensa de la reina y sofocaron el levantamiento, pero su dependencia del imperio de Roma se volvió cada vez más evidente.

La relación entre Cartimandua y su pueblo se deterioró hasta el punto de que, en el año 69 d.C., mientras Roma se sumía en el caos del Año de los Cuatro Emperadores, Venucio volvió a hacer un ataque. Esta vez, sin apoyo romano inmediato, Cartimandua fue derrocada.

Su destino final se pierde en el silencio de las fuentes. Algunos historiadores creen que buscó refugio bajo la protección del Imperio Romano, pero su figura quedó marcada por la ambigüedad: ¿fue una reina astuta o una colaboradora sin escrúpulos?

La historia de Cartimandua ha sido interpretada de formas bien opuestas. Para algunos cronistas romanos, como Tácito, representó como la astucia y el poder femenino en un mundo de hombres, aunque también la ambición y la traición.

Para otros, fue una víctima de su contexto, una mujer que comprendió antes que nadie que el poder ya no se decidía en los campos de batalla, dependía de los salones de la diplomacia.

Más allá de los juicios morales, su figura permite entender la enorme complejidad del liderazgo en tiempos de cambio. En un escenario donde la resistencia frontal contra Roma significaba la destrucción, Cartimandua apostó fuerte por la negociación como herramienta de supervivencia.

Su historia resuena como un recuerdo de que el poder femenino ha estado presente en todas las épocas, aunque a menudo relegado por la narrativa oficial. Cartimandua no fue una heroína ni una villana, más bien una gobernante que supo adaptarse a las reglas del imperio y mantenerse en pie en un mundo que no perdonaba la debilidad.