Yacimiento y trabajos en la tumba del faraón desconocido.
Tumba del faraón desconocido en Abydos.

El faraón sin nombre que desafía al tiempo, el hallazgo que reescribe la historia de Egipto

La Montaña de Anubis revela un faraón olvidado: el otro Valle de los Reyes egipcio

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Durante siglos, el brillo de Egipto ha estado ligado a los nombres de faraones tales como Tutankamón, Ramsés II o Seti I, figuras que fueron inmortalizadas en el Valle de los Reyes. Sin embargo, el corazón del desierto, al norte de Luxor, acaba de revelar una historia diferente.

En la llamada Montaña de Anubis, un equipo de arqueólogos del Penn Museum, liderado por Josef Wegner, ha desenterrado una tumba monumental que podría cambiar lo conocido del Antiguo Egipto.

Su "propietario" fue un faraón. Su tumba, digna de un soberano. Pero su nombre, grabado alguna vez sobre los muros de piedra caliza, desapareció casi por completo.

El hallazgo se produjo en Abidos, ciudad sagrada y centro del culto a Osiris, el dios de la resurrección. Se encontraba bajo siete metros de arena, los investigadores encontraron cámaras abovedadas de ladrillo, muros revestidos con yeso pintado y jeroglíficos apenas legibles.

Todo apunta a que se trata de un enterramiento real del Segundo Período Intermedio (1640–1540 a. C.), una etapa que resultó muy convulsa en la que Egipto estuvo dividido entre varias dinastías rivales.

Este faraón sin nombre, borrado por el tiempo o por la voluntad de sus enemigos, podría haber pertenecido a la enigmática dinastía de Abidos, que fue un linaje que gobernó el Alto Egipto al margen de las listas oficiales.

El faraón borrado de la historia

En una civilización que veneraba la memoria y la inmortalidad del nombre, la pérdida de una inscripción real que equivalía a una condena. Los egipcios creían que ser recordado garantizaba la vida eterna; ser olvidado implicaba desaparecer para siempre.

Por eso, la tumba de este rey anónimo encierra un enorme simbolismo. No solo se trata de un misterio arqueológico, sino también de una metáfora del poder efímero y del olvido impuesto.

Durante el Segundo Período Intermedio, Egipto era un país fragmentado. En el norte dominaban los hicsos, en el sur resistía Tebas, y en medio fue donde surgió Abidos, que se erigió como un reino independiente con sus propios reyes.

Arqueólogos como Wegner han identificado tumbas de monarcas locales —entre ellos se pueden destacar Senebkay, Senaiib y Paentjeni—, que se autoproclamaron “reyes del Alto Egipto” y fueron enterrados en una necrópolis real construida desde cero.

El nuevo hallazgo, más grande y complejo que todos los anteriores, sugiere que su ocupante pudo haber sido uno de los fundadores de esta particular línea olvidada.

Si bien los saqueos y el paso de los siglos destruyeron casi todas las inscripciones, la monumentalidad de la tumba revela la importancia del personaje.

Su arquitectura, con cámaras conectadas, corredores simbólicos y relieves dedicados a Osiris y Anubis, muestra una planificación funeraria que fue propia de un soberano legítimo. Los arqueólogos confían en que nuevos análisis con escáneres de alta resolución permitan rescatar los fragmentos de su nombre ocultos bajo capas de yeso.

Abidos: el otro Valle de los Reyes

Hasta hace poco, el Valle de los Reyes monopolizaba la "Historia" del poder funerario egipcio. Pero la Montaña de Anubis, en Abidos, está emergiendo como un espejo de forma paralela.

Allí, las tumbas se organizan en sectores, con ejes orientados hacia el oeste —que es el símbolo del reino de los muertos— y cámaras decoradas con iconografía de renacimiento.

La reciente tumba descubierta supera en tamaño a la de Senebkay, hallada en el año 2014, lo que potencia la idea de que Abidos fue mucho más que un santuario religioso: fue un centro de poder político y espiritual.

En palabras de Wegner, cada excavación en la zona añade una pieza a un rompecabezas que Egipto ya creía resuelto. La dinastía de Abidos, aunque omitida por las crónicas tebanas, representa la resistencia de un Egipto que no se rindió ante la invasión extranjera ni ante la fragmentación interna. Este faraón desconocido encarna la historia de aquellos reyes que el tiempo quiso borrar, pero que aún hablan desde los yacimientos de la arena.

El equipo de arqueólogos trabaja ahora para descifrar las últimas pistas que podrían devolverle su identidad al soberano. Se buscan fragmentos y restos de vasijas, tablillas o restos de ofrendas que contengan inscripciones. Si su nombre vuelve a pronunciarse, Egipto habrá recuperado a un rey y una parte perdida de su alma.

Porque en Abidos, cada tumba rescatada reescribe la Historia, aporta nuevos datos, devuelve la voz a quienes, durante siglos, permanecieron silenciados bajo el peso del desierto. Este faraón sin nombre —que está enterrado entre muros de caliza, olvidado por los hombres pero no por la eternidad— se ha convertido en el nuevo símbolo de la lucha contra el olvido.