Resto de gatos y un perro en una sepultura de mascotas en el Antiguo Egipto.
Cementerio de animales en el Antiguo Egipto.

El sorprendente cementerio de mascotas del Egipto romano que reescribe la Historia del cariño animal

Así cuidaban los antiguos egipcios a sus mascotas hace 2.000 años

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En el árido paisaje del mar Rojo, entre las ruinas del puerto romano-egipcio de Berenice, los arqueólogos encontraron algo que transformó por completo nuestra comprensión de los vínculos entre humanos y animales en el pasado.

Entre los años 2011 y 2020, las excavaciones revelaron un cementerio exclusivo para animales de compañía datado entre los siglos I y II d. C., un lugar donde más de 580 criaturas —que en su mayoría gatos, perros y monos— fueron enterradas con cuidado y respeto.

Este descubrimiento desafía la idea tradicional -equivocada- de que, en el mundo antiguo, los animales eran vistos solo como herramientas o símbolos religiosos.

A diferencia de los conocidos enterramientos rituales del antiguo Egipto, donde las momias animales se ofrecían a los dioses, este llamativo cementerio de Berenice revela un contexto íntimo y afectivo.

Ninguno de los animales fue momificado ni sacrificado. En su lugar, los arqueólogos encontraron cuerpos depositados con delicadeza, como si durmieran, algunos envueltos en tejidos o dentro de cestas, acompañados de collares, conchas, cuentas de vidrio y fragmentos cerámicos.

La ausencia total de restos humanos y el esmero individual de los entierros parecen indicar que estos animales no fueron parte de un rito colectivo, sino seres queridos, enterrados con una atención que hoy asociaríamos con una mascota.

En una de las tumbas más conmovedoras, un joven macaco fue sepultado junto a tres gatitos y objetos decorativos, una escena que evoca una gran ternura y duelo más que devoción religiosa.

Gatos: los protagonistas del afecto en Egipto

El 91 % de los restos pertenecían a gatos domésticos (del tipo Felis catus), herederos de la milenaria tradición felina egipcia. Pero lo realmente revelador fue el estado de muchos esqueletos con fracturas curadas, mandíbulas soldadas y señales de lesiones tratadas.

Estas marcas evidencian cuidados médicos rudimentarios, lo que sugiere que los humanos atendían bien y alimentaban a los animales heridos.

Igualmente los collares de bronce, hierro o vidrio y los restos de peces en sus estómagos potencian la idea de una relación cercana y cotidiana. Incluso se encontró un ostracón, una tablilla con un texto que mencionaba el encargo de “cuidar a los gatos” cuando se ausentaban sus dueños.

Pocas pruebas arqueológicas resultan tan claras y elocuentes sobre la existencia del afecto animal en el pasado.

Perros en Egipto: pocos, pero longevos y queridos

Solo un 5,4 % de los restos pertenecía a perros, algo esperable en un entorno desértico en el que alimentar animales carnívoros era costoso. Sin embargo, los esqueletos hallados muestran una notable diversidad pues hay desde pequeños perros tipo Spitz, parecidos al bichón maltés, hasta grandes podencos o sabuesos egipcios.

Varios ejemplares superaron los diez años de vida, algo excepcional en la Antigüedad. Algunos presentaban síntomas de artrosis, fracturas soldadas o incluso cáncer óseo, enfermedades que habrían sido fatales sin cuidados humanos.

La longevidad de estos animales viene a demostrar que fueron atendidos y acompañados hasta el final de sus vidas, una muestra temprana del vínculo emocional que hoy define la relación entre humanos y mascotas.

Monos: las mascotas exóticas del Imperio

Uno de los hallazgos más sorprendentes fue el de macacos indios (Macaca mulatta y Macaca radiata),que son especies no nativas de África. Su presencia en Berenice indica un comercio activo con el subcontinente indio y un gusto especial por los animales exóticos como símbolo de estatus y compañía.

Sin bien los restos pertenecían a ejemplares jóvenes, su enterramiento cuidadoso revela que, incluso en la distancia y la adversidad, fueron tratados con tremendo afecto.

El cementerio de Berenice reescribe una parte de la Historia del mundo antiguo. Estos enterramientos no eran ofrendas religiosas ni restos utilitarios, se trataba del testimonio de un sentimiento profundamente humano como es el cariño hacia los animales.

En un puerto donde convivían influencias romanas, egipcias, africanas e indias, se gestó una visión del animal doméstico que se anticipaba bastante la sensibilidad moderna.

Lejos de ser un simple hallazgo arqueológico, Berenice es una ventana a la empatía así como a la convivencia entre especies hace casi dos mil años. Sus tumbas silenciosas, llenas de collares y conchas, nos recuerdan que el amor por los animales no es un invento contemporáneo, se trata de un lazo que, desde hace muchos siglos, acompaña la Historia misma de la Humanidad.