
De la salchipapa al mojito de litro: Los sabores 'romanos' del Mercado Romano del Cádiz Romana
Una crónica en primera persona de un almuerzo en el Mercado Romano del Parque Genovés

Decían en la previa que Cádiz Romana era un viaje para los cinco sentidos, y el Mercado Romano del Parque Genovés lo está siendo, se ponen en practica todos los sentidos, hasta el del humor.
Huele a especias y cochinillo, sabe a kebab y a cerveza, se toca en las mesas de madera bajo el templete con alguna abeja de visitante, se mira en los tenderetes ambientados con escudos y cascos, y se escucha en los músicos de los pasacalles o en una playlist de las carpas que lo mismo te lleva de Selena a Karol G que a Elvis Crespo.
Un cóctel tan anacrónico como divertido, que hace imposible no sacar la sonrisa y, de paso, algún comentario con su carga de profundidad. Porque en Cádiz, de toda la vida, la carga ha superado la pena. Hay veces que toca encajarla, la carga, y otras que toca darla. Eso sí, el Mercado es una buena opción para pasar un rato en familia o con amistades.
Vaya por delante: a mí el Mercado Fenicio del año pasado me gustó bastante y este Romano de este año también. Con sus anacronismo y su fallos. No quiero ser el Grinch al que no le gusta nada, el mercado me sigue gustando y muchas cosas de este caso romana, pero a un evento de la grandilocuencia con la que lo vende el Ayuntamiento hay que pedirle un poco más. Tampoco esperaba que dieran garum, pero un poco de por favor, como decía el recordado personaje de Fernando Tejero (que estuvo en Cádiz hace pocos día con el South)
Debe ser muy complicado montar un mercado con oferta gastronómica de hace dos mil años. Y más en Cádiz. Pero hay cosas que, con todas las dificultades y peros del mundo, hay que cuidar un poco más, estar algo más encima o no dejar que sea un "así mismo".
Por último, perdón por usar la primera persona. Pero esta pieza no pretende ser más que una crónica muy personal de una visita al Mercado Romano de Cádiz Romana para almorzar. Con eso aclarado, pasemos al lío.
A las dos de la tarde del viernes, lo primero que me encontré fue un romano en la puerta. Bueno, mejor dicho: un hombre vestido de romano. A esas horas, con el calor que pegaba, normal que a las tres ya estuviera almorzando. Porque por muchos sestercios que le paguen, eso no hay cuerpo que lo aguante.

Un romano da la bienvenida en cada una de las puertas del Parque Genovés. Foto: José Luis Porquicho Prada.
Justo al lado de la zona infantil, donde los columpios no paraban de moverse, se despachaban mojitos de litro. Mojito, mojitus, mojita, mojitum. Refrescante, sí. Pero la estampa gente con la maceta (como se le llama en Cädiz) de mojito a diez metros de los columpios que se podía ver cuando es, cuanto menos, peculiar.

Si se fijan bien veran las ofertas: Mojito de litro y cócteles, entre otras. Foto: José Luis Porquicho Prada.
Dentro, la oferta gastronómica es amplia, variada y —lo admito— rica. Eso sí, lo de romana es otra cosa. Porque cuado entras en el Parque Genovés, a los de mi quinta inevitablemente se nos viene a la cabeza Astérix. Porque, reconozcámoslo, esto es un poco cómic de Goscinny y Uderzo hecho realidad.
Y no lo digo a malas: los niños y niñas de hoy lo disfrutan igual que nosotros asumíamos esas licencias fuera de tiempo. El resultado, insisto, es divertido y entretenido. Aunque haya cosas que chirríen siempre y que, en su conjunto, no estén al nivel que desde el Ayuntamiento quieren vender y poner el empaque de Cádiz Romana (el año pasado Cádiz Fenicia). Y no solo pasa en el parque.

Puesto de mojitos de litro, puestos de patatas asadas y columpios infantiles todo a mano. Foto: José Luis Porquicho Prada.
Lo curioso vino por el oído. En lo musical aquello parecía más una clase de spinning o de zumba que un Mercado Romano. En menos de media hora sonaron Déborame otra vez (no la versión original), La quiero a morir, de DLG, Nuestra canción de Elvis Crespo, Joan Sebastian y su Secreto de amor, Si una vez de Selena y hasta Karol G con su Papasito.

Un grupo de estudiantes dando buena cuenta de un kebab en el Templete del Parque. Foto: José Luis Porquicho Prada.
Y luego están los pequeños anacronismos imposibles de pasar por alto. Como las salchipapas romanas. Difícil imaginar a Lucio Cornelio Balbo inventando la freidora, pero ahí estaban, con su buena ración de patatas fritas y salchicha alemana. En Cádiz, gracias a los Gatifó sobre todo, sabemos de sobra que la patata vino después de llegar Colón a América, en 1492, pero ¿qué sería hoy de un mercado sin ellas?

Un hombre vestido de romano vende, entre otros productos, salchichapapas. Foto: Eulogio García.
La carta tiene esas joyas que solo Cádiz puede ofrecer: la salchicha alemana, que se podía rebautizar para la ocasión como salchicha alemanae. Astérix y Obélix lo habrían comprado sin pensarlo, sobre todo el de los menires.
Entre legionarios, estudiantes universitarios y turistas extranjeros, las bandejas circulaban de mesa en mesa como si fuera lo más romano del mundo. Y no es broma: ese y el cochinillo (especialmente en Kebab) eran los platos más pedidos.

Un grupo de estudiantes lee el menú de uno de los restaurantes del Mercado Romano. Foto: José Luis Porquicho Prada.
En definitiva: un buen plan, la verdad para un viernes a a a hora de almorzar, con sus aciertos, sus guiños y sus inevitables cosillas a comentar. Porque, aunque lo romano brille más en la ambientación que en el ambiente en sí, la gente se lo pasa bien y el Parque Genovés sigue siendo el mejor escenario posible, aunque sea con mojito de litro.
Eso sí, lo de precios populares, como se decía hace algunos años, ya tal... 14 euros este menú que desde luego no sirve para la operación bikini.

14 eruso un menú sano y equilibrado: pan, verdura, carne y zumo. Foto: José Luis Porquicho Prada.
Eso sí, el oído dio para mucho. Si no llega a ser por Shazam, no sé ni la mitad de lo que sonaba en los altavoces. En apenas 45 minutos pasé de un reguetón suave a Elvis Crespo, de Selena a Karol G, y hasta a una versión random de Déborame otra vez. Hubo momentos en los que no sabía si estaba en el templete del Parque Genovés, en una clase de spinning o en plena sesión de zumba.
Para quienes quieran revivir la experiencia sonora, aquí dejo la lista de reproducción que armé en Spotify con todos los temas cazados al vuelo:
Y todo esto, ojo, es solo de día. Porque cuando cae la noche, el mercado cambia de piel: las luces bajan. Pero mucho

Al caer la noche se echa en falta un poco más de iluminación en algunas zonas del Parque Genovés. El romano sigue siendo el mismo. Foto: José Luis Porquicho Prada.
Entonces aparecen las guitarras eléctricas romanas y hasta te topas con un cartel de Pulp Fiction o póster de Kobe Bryant, Messi o Cristiano Ronaldo, que eran jugadores imperiales, pero quizás no en ese sentido. Y a esas horas ya no sabes si estás en la Gades de los Balbo, en un festival indie o en un after de toga party (que suena a grupo de presión proTrump).

Carteles y pósters a la venta en uno de los puestos del Mercado Romano.