El Cádiz CF sigue atascado ante el gol y cuando marca, se lo quitan
Hubo una mitad para cada equipo, pero la polémica del gol anulado a Tabatadze y un arbitraje sin criterio acabaron marcando el partido ante el Real Valladolid
Nueva noche de impotencia. No solo por el tangazo del gol anulado del Cadiz CF, sino por el calamitoso arbitraje Luis Bestard Servera a todos los niveles y que se explica y se entiende fácilmente con una estadística: Cádiz CF, 12 faltas y seis tarjetas amarillas. Real Valladolid, 15 faltas, una tarjeta amarila.
El Cádiz CF empató sin goles ante el Real Valladolid en un partido que tuvo de todo menos justicia. El conjunto de Gaizka Garitano fue superior en el juego en al primera mitad y el Valladolid en el segundo, pero el gol anulado a los amarillos es de ni siquiera haber jugado el fútbol en la play.
Pero el resultado es el que es y deja al Cádiz con tres jornadas consecutivas sin marcar y la amarga certeza de que, incluso cuando lo hace, el gol no sube al marcador. Ya pasó ante el Burgos CF y ahora ante el Real Valladolid. Y eso que el tanto pasó desparecibido, pero la actuación de colegiado fue demencial.
En el ya citado criterio con las tarjetas (la última a Caicedo dándole claramente al balón ahonda en esa sensación de pésimo colegiado), pero también por su absoluta falta de control del juego, su nefasto posicionamiento y su comunicacion y gestos hacia los jugadores. El peor arbitraje que ha visto el Nuevo Mirnadilla en mucho tiempo.
Hasta el punto de prostituir la norma de cuando interrumpa el juego se le da el balón al último que lo tocó, ya que después de rozar un pase del Cádiz el balón llegó a Brian, pero el colegiado cortó su cabalgada. Lo dicho, calamitoso.
Y todos estos adjetivos estaban pensados ya antes de saber que el gol es anulado injustamente, aunque no es directamente culpa suya ya que el Varbitro no lo llamó. Pues eso, un arbitraje al mas puro estilo Del Cerro Grande contra el Cádiz.
Pero vayamos al juego. Al Cádiz le falta gol y jugando a esto que propone Garitano de que pasen pocas cosas hay que aprovechar las que se tienen. Y eso que el inicio fue prometedor. El Cádiz salió con ritmo, posesión y dominio, decidido a romper su sequía.
Brian y Suso generaron peligro y Tabatadze volvió a soltar un zapatazo. El tanto llegó pronto, a los doce minutos, cuando el georgiano empujó a la red un balón suelto en el área. El estadio estalló, pero el festejo duró segundos: el gol fue anulado por fuera de juego posicional de Álvaro García Pascual que tenía cero influencia en la jugada.
La acción es difícilmente explicable. García Pascual estaba en posición adelantada dos veces, pero en ninguna de ellas intervino ni tocó el balón: los pases iban hacia Suso, más retrasado, y el otro hacia Tabatadze, más escorado, no hacia él. Tampoco obstaculizó la visión del portero de forma directa.
Aun así, el VAR ni siquiera llamó al árbitro para que revisara la jugada ni valorara si había influencia en la acción. Tremendo. Una decisión que alteró el partido del que parecía querer sacar constantemente con sus decisiones el colegiado.
El Cádiz mantuvo la iniciativa, pero el encuentro se fue embarrando entre faltas, interrupciones y una gestión arbitral impropia del nivel de la categoría. Cuatro amarillas para los locales antes del descanso, ninguna para el Valladolid, y un rosario de decisiones desiguales que rompieron el ritmo.
Aun así, el equipo gaditano rozó el gol justo antes del intermedio, en la última acción del primer aco Brian se intenó y centró bien por la izquierda para un remate en plancha de García Pascual que Guilherme desvió con la ayuda del larguero.

Garitano cambió a Joaquín por Ortuño, con tarjeta, en el descanso para evitar riesgos, pero el guion se mantuvo. El Valladolid adelantó líneas y el Cádiz perdió precisión. Con el paso de los minutos, el conjunto amarillo se recompuso y volvió a generar peligro: un pase de Suso dejó solo a Tabatadze, que esta vez falló en la definición. Fue la mejor ocasión del segundo tiempo y una de las pocas que se le han escapado al georgiano de amarillo.
El árbitro, sin criterio y sin temple, terminó de minar la moral del equipo. Señaló faltas inexistentes, ignoró otras evidentes y cortó una clara internada de Brian cuando el Cádiz se lanzaba en transición. Seis amarillas para los locales, solo una para los visitantes —mostrada a Chuki en el minuto 92— y un estadio entero puesto en pie para aplaudirla con ironía.
No solo por la falta de equilibrio, sino por lo que simbolizaba: el hartazgo de un arbitraje que ya había influído directamente en el resultado.

Garitano trató de cambiar el ritmo con De la Rosa, Ontiveros y Roger, pero el partido ya estaba roto. El Cádiz lo intentó con más impulso que claridad, colgando balones al área y buscando un golpe de fortuna que nunca llegó. El pitido final selló un empate que deja más dudas que alivio: el equipo volvió a ser competitivo, pero sigue negado ante el gol y sometido a decisiones arbitrales que lo condenan.

Y más allá de la noche, el problema se agranda. El Cádiz acumula tres partidos sin marcar y solo dos goles en las últimas siete jornadas, de las que solo ha ganado una. De liderar la tabla hace un mes a perder confianza y frescura, el equipo parece haber perdido la fe en su propio ataque.
La comparación es inevitable: mientras su filial tecnológica, Nomadar, se ha desplomado un 76 % en una semana en el Nasdaq, el Cádiz cotiza igual de bajo en lo deportivo. Dominó, remató, lo intentó… pero su valor sigue cayendo.
Se mantiene sexto pero podría perder un puesto si el Ceuta gana su partido suspendido. Eso sí, el equipo está a 29 puntos de los 50 que marcan la salvanción, que debe seguir siendo el primer gran objetivo.