El 'monstruo' de las toallitas húmedas, el grave problema que se esconde bajo las calles de San Fernando
Más de 170 kilos diarios: la cara oculta de las toallitas en San Fernando
Las toallitas húmedas se han convertido en un producto habitual en millones de hogares por su enorme comodidad y aparente practicidad. Pero detrás de su imagen de limpieza y frescura se esconde un grave problema ambiental.
A pesar de los mensajes que insinúan que pueden desecharse por el inodoro, su composición —que se trata de una mezcla de fibras plásticas y polímeros— las convierte en residuos altamente persistentes que dañan seriamente las infraestructuras urbanas y los ecosistemas acuáticos.
En San Fernando la situación refleja con claridad la magnitud del problema. Cada día se extraen más de 170 kilos de toallitas de la red de alcantarillado, según la empresa Hidralia, que es la que gestiona el servicio en el municipio y forma parte del grupo Veolia.
Con motivo del Día Mundial del Saneamiento, celebrado cada 19 de noviembre, la compañía ha querido visibilizar un problema grande, un fenómeno que, lejos de disminuir, sigue creciendo año tras año.
El apelativo de “el monstruo” a las toallitas no es casual. Así se denomina a las enormes acumulaciones de toallitas y grasa que se forman en las tuberías, conocidas como fatbergs.
Estas masas son muy compactas bloquean el paso del agua y provocan atascos, averías en bombas, fallos en estaciones de bombeo y colapsos en depuradoras (EDAR).
Las consecuencias son técnicas y económicas pues en San Fernando gasta más de 300.000 euros anuales en limpiar y reparar daños ocasionados por este residuo mal gestionado.
El impacto ambiental es igualmente preocupante ya que cuando las toallitas se fragmentan, lo hacen en microplásticos que terminan en ríos y mares. Allí permanecen durante años, afectando a la fauna marina y contaminando ecosistemas tan sensibles como el Parque Natural de la Bahía de Cádiz, uno de los enclaves que es más valioso del litoral andaluz.
Un estudio de Water UK, realizado en Reino Unido, atribuye a las toallitas hasta el 93% de los bloqueos en las estaciones de bombeo así como de depuración.
Este porcentaje evidencia que el problema trasciende fronteras ya que se trata de una amenaza global que combina desinformación, consumo irresponsable y estrategias de greenwashing, es decir, el intento de presentar como “ecológicos” productos que en realidad causan un grave daño ambiental.
Tecnología e inteligencia artificial para combatir el problema en San Fernando
Conscientes de la magnitud del desafío, desde Hidralia se trabaja en diferentes líneas de actuación para frenar al “monstruo”. Una de las más destacadas es la digitalización del sistema de saneamiento.
La empresa ha desarrollado un modelo de cálculo y simulación de la red que permite monitorizar los diferentes elementos clave, detectar pérdidas de capacidad en las canalizaciones y anticipar posibles atascos.
Mediante sensores y sistemas de alerta temprana, se recopilan datos en tiempo real que son analizados por algoritmos de inteligencia artificial (IA). Estos programas predicen comportamientos que son anómalos en la red, elaboran mapas de riesgo y proponen planificaciones de limpieza personalizadas según las necesidades de cada zona.
De esta forma, los trabajos ya no se realizan de forma periódica y genérica, sino en función del nivel de riesgo real de taponamiento.
Esta innovación tecnológica permite optimizar recursos, reducir costes y minimizar el impacto ambiental. Igualmente mejora la capacidad de respuesta ante emergencias y evita que los residuos lleguen al entorno natural, cerrando el ciclo de la gestión del agua con mayor eficiencia.
La solución pasa necesariamente por un cambio de hábitos., el gesto de tirar las toallitas al inodoro no es una opción, por muy “biodegradables” que se anuncien. Hidralia ha promovido campañas informativas y programas educativos para sensibilizar a la población sobre la importancia de depositarlas en la papelera.
El gesto es sencillo, pero su impacto es enorme puesto que evita averías costosas, protege los ecosistemas y contribuye al buen funcionamiento del sistema de saneamiento urbano. Como recuerdan los expertos, el mejor residuo es el que no se genera o el que se gestiona de forma responsable.