
La crónica de Vera Luque del Cádiz CF-CD Mirandés: Post-pretemporada o cómo se llame esto
El autor hace balance del primer triunfo liguero del equipo amarillo

El empacho futbolero, esa especie de barra libre o de self-service de hotel de pulserita en el cual nunca se vacia el lebrillo de macarrones con tomate correspondiente, provoca que los inicios de liga sean más una prolongación de la pretemporada que un pistoletazo formal a la temporada en sí.
El problema es que los puntos ya valen, y se juegan entre futbolistas que pueden ser traspasados mañana por la mañana, fichajes que aún no saben como llegar al campo sin el GPS, y gradas calentorras, no precisamente por la pasión, sino por la flama que cae.
El domingo en el Nuevo Mirandilla vimos un sucedáneo de algún trofeo estival, en el que no hubiera chirriado ni un ápice que al final del partido le hubieran entregado al capitán cadista un copón con diseño random digno del escaparate de Gordillo. Porque eso fue el partido del domingo: un partido de pretemporada donde valían los puntos.
Y menos mal que en el sorteo liguero nos tocó como primer contendiente un Mirandés que no tiene nada que ver con el del año pasado y que tuvo que rellenar el autobús con unos pocos chiquillos de aquellos andurriales para completar la convocatoria.
A la vista está que acabaron el partido los mismos que lo empezaron después de casi cumplimentar tremenda hazaña con uno menos desde el principio, y a treintantos grados celsius. Desconfianza ciega en los convidados de piedra del banquillo se llama eso.
De ahí, que las extrañas y engañosas circunstancias del primer partido de liga en pleno agosto, por exigencias de un calendario apretujado y con overbooking de partidos, esta vez nos hayan sido favorables, emparejándonos con un rival que está verdísimo a estas alturas, y con el cual nos embolsamos los primeros tres puntos haciendo un partido de aprobado raspado.
Ya ven, el año pasado un Zaragoza que por poco desciende nos endiñó cuatro chicharitos como si fuera el Milan de Sacchi. La temporada es molto longa, amigo. Quedémonos con que, para los anales de la historia, se registró una victoria con sus tres puntacos correspondientes. Da igual cómo.
No obstante, es de Primero de Novelería salir del estadio tertuliando acerca de los nuevos, los cuales en líneas generales dieron buena impresión. Yo recalcaría que el equipo al completo da ciertos atisbos de buenrollismo una vez que del once titular se han eliminado la mayor parte de futbolistas que arrastraban dos años seguidos de decadencia y de acoplamiento en el fracaso. No ver sobre el césped a los Sobrino, Escalante, Alcaraz, Alejo, Fali... al menos refresca el espíritu de la grada.
El pelaíto y el afeitaíto le ha venido bien al equipo para con el aficionado, que sólo hizo uso del silbido cuando Ocampo intervino churriguerescamente por cuarta o quinta ocasión consecutiva. De los nuevos: Suso se basta con un par de controles y algún centro para confirmar que está un escalón (o dos) por encima de la media de la categoría. Pascual en veinte minutos ha igualado las cifras goleadoras acumuladas en las dos últimas temporadas por Maxi Gómez y Carlos Fernández, lo cual sin ser complicado, al menos elimina posibles cargas psicológicas sobre él y sobre nosotros.
Diarra nos regaló las mejores sensaciones entre los nuevos, y pinta a gran tándem maliense con Diakité en la zona central. Éste, a pesar de ser seminuevo, se me antoja fijo indefinido en las alineaciones, una especie de Busquets de africanas maneras que ayer dominó el ancho del campo a su antojo.
Está claro que el once inicial, en espera de tener un partido más complicado en la faceta defensiva, parece de garantía, a poco que De La Rosa le pille el tranquillo a los centros. El problema viene cuando entran los del banquillo. Entonces al once lo empiezan a invadir nombres ya poseídos por el espíritu de los dos últimos años y el momento de clímax se desmorona irremediablemente.
La plantilla está peligrosamente incompleta, y a lo largo de la temporada vendrán circunstancias negativas a gogó que impedirán la continuidad en el tiempo del once ideal (o el ideal de momento). Después de la apertura de telón, no vamos a venirnos arriba por los tres puntos, ni tampoco vamos a caer en pesimismo de salón por haberlos logrado pidiendo la hora ante un equipo con diez y sin cambios. A verlas venir, y de momento, como dijo aquel, un saco cemento.