Concentracion de la defensa del Cádiz CF ante el Málaga Cf antes del saque de una falta.
Una buena imagen pata ilustrar el tranajo defensivo del Cádiz CF en Málaga: Concentracion de la defensa antes del lanzamiento de una falta Foto Cádiz CF.

La crónica del Málaga CF-Cádiz CF (0-1) de Vera Luque: Como en Fuenteovejuna, o casi

Crónica del autor de Carnaval de la victoria en Málaga: resistencia y pasotismo en el mismo equipo

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Esta manera de despachar partidos denota cierto talante de equipo campeón en nuestro Cádiz de nuestro corazón, corazón al cual por cierto le quedan unas cuantas peonás en esta temporada como el equipo siga cumpliendo las premisas del Garitanismo profundo.

Estas premisas se pueden resumir en una: marcar, y cucharón y paso atrás. Y nos está yendo bien, así que a confiar en este fútbol de clara inspiración vasca, aliñado con calidad en suficientes y justas dosis por parte de los de mitad de campo para arriba.

A veces, entre tanto equipo de segunda y tercera fila con ataques de Guardiolitis consistentes en inútiles combinaciones central izquierdo-portero-central derecho y otra vez a un portero cada vez más pegado a la línea de meta, y así sucesivamente hasta que se pega un patapum parriba y a juí... enternece esa figura de Víctor Aznar, mandando al equipo para adelante y sacando en largo buscando el pecho acolchado de Pascual, procurando que el magreo de la pelotita se realice en la porción de campo que pertenece al contrario. Gloria.

Si la defensa, por etimología, está para defender, pues no se hable más. Y ahí, por segundo partido consecutivo, la línea a priori más endeblita del Cádiz, se convierte en muro de piedra ostionera una vez que en el marcador ponemos el uno a cero. Lo mismo que el Eibar, el Málaga se vio inmerso en una continua partida de frontón. Al pack Recio-Kovacecic-Diakhité, se les puso cara de tabique de pladul, y pelota que les llegaba, pelota que rechazaban. Arriba vacunamos, y abajo destruimos. Sencillo y al sitio. Como los buenos pasodobles.

Entre tanto sacrificio y espíritu de trinchera, destacó un oasis de desidia alarmante. Sólo un futbolista da la nota, que en este caso es un acorde desafinadísimo. Tan patente es la entrega de uno y cada uno de los amarillos, alguno que otro a niveles cuasi heróicos, que cuando Ocampo aparece por el ídem, destaca a leguas su pasotismo y su ausencia de sangre en las venas.

Que intente hacer la guerra por su cuenta cuando la mayoría de las veces la opción más nítida sea pasarla al compi, se le puede hasta comprar, teniendo en cuenta que como misión tiene la de desequilibrar, voltear defensas y ponerla como sabe ponerla en el palo más alejado del portero rival.

Lo que resulta inadmisible es el trote cochinero a la hora de incordiar al rival cuando éste tiene la pelota. No se descarta que en el próximo partido que juegue (si lo juega), salte al campo con un paquete de pipas, como buen espectador al uso.

Afortunadamente, la competencia en las bandas es dura, por lo que no va a ser necesario comernos con papas semejante espectáculo de nuevo, hasta que el uruguayo no se recupere de su lesión. Porque sí, querido lector. Ocampo está jugando lesionado. Sólo que la lesión nada tiene que ver con los isquiotibiales, ni con el menisco. Ni siquiera va la cosa de un esguince de poca monta. La lesión no se ve en las radiografías porque no es física, es mental.

El futbolista profesional no sólo tiene que estar preparado a nivel físico, sino también debe funcionarle bien la azotea, tema este que pocas veces se entiende o detecta desde la grada, incluso ni desde dentro del propio club. El charrúa, uno de los mejores jugadores de la plantilla, y de la categoría en general, necesita como el comer un paroncito y un terapeuta que le amueble la de arriba y se la prepare para la competición. Y si no hay avance, y el colega prefiere irse a jugar a otro sitio donde esté más cómodo o más a gusto, un lacito y lo regalamos por Reyes. Para desgracia del Margarita.

A estas alturas, el Cádiz del ascenso con Cervera, sólo tenía un punto más. Eso sí, ya había perdido un partido (aquel de Alcorcón con nefasta actuación arbitral). El año pasado conseguimos el décimo cuarto punto de la temporada en mitad de noviembre, cuando empatamos en el campo del Mirandés con filigrana de Ontiveros. Por tanto, los catorce puntacos que llevamos son oro en paño ahora mismo.

Y ojo, que si a Tabata le entra el taconazo del córner de San Sebastián, y colamos aquella última que tuvimos en Leganés (la del liazo gordo para rematar), hablamos de un pleno que estaría siendo histórico a estas alturas. De todas maneras, ensoñaciones absurdas aparte, los números a estas alturas son de coco y huevo.

Pero aparte del álgebra, lo que realmente pone pitoso es que se vislumbra compromiso y unión en el vestuario como no ocurría desde hace tiempo. Hay entusiasmo en la muchachada amarilla, tanto en la platea como en el camerino. La dinámica es de flechita para arriba, y cuando las piezas encajan entre los del césped y los de la grada, los años suelen ser bonitos. Sin necesidad de ningún tipo de onanismo mental, volvemos a esa sensación de éstar toda la semana calculando las horas y los minutos que quedan para que el Cádiz vuelva a jugar. Y eso es tela de bueno.