¿Pudo pasarle factura al Cádiz CF la altitud en Andorra?
El equipo amarillo jugó en el estadio a mayor altitud del futbol profesional, con una diferencia de más de 1.200 metros respecto al Nuevo Mirandilla
El Cádiz CF ofreció ante el FC probablemente su peor versión de lo que va de temporada y no pasó del empate (y gracias) en su visita al Principado. Pero hay un componente físico aunque no netamente deportivo que está pasando algo desapercibido: la altitud a la que se jugño el encuentro.
En el Nou Estadi Encamp, el campo más alto del fútbol profesional español, el equipo amarillo tuvo que competir a 1.240 metros sobre el nivel del mar, cuando los amarillos trabajan y juegan a apenas 3 metros en El Rosal y el Nuevo Mirandilla, respectivamente. Un cambio que, más allá del balón, puede haber dejado su huella en las piernas y los pulmones. ¿Pudo la altitud de Andorra pasarle factura al Cádiz CF?
Los técnicos suelen decir que el fútbol no se juega solo con los pies. En Andorra, también se jugó con el aire y ahí puede haber algo de explicación en todo ese bajón del cuadro cadista. Desde luego, en el seno de la plantilla y el cuerpo técnico cadista nadie lo ha usado como excusa, ni mucho menos.
La diferencia de altitud entre Cádiz y Encamp supera los 1.200 metros, la más extrema de toda LaLiga EA Sports y Hypermotion (ocurre lo mismo en los casos de Mallorca en primera y Las Palmas en segunda). En ese rango, el cuerpo humano empieza a notar los efectos: menos oxígeno disponible, mayor esfuerzo cardíaco y una sensación de fatiga anticipada, especialmente en equipos no aclimatados.
Mientras el FC Andorra entrena habitualmente en altura, el Cádiz lo hace a nivel del mar. El resultado es una pequeña pero significativa desventaja fisiológica que se acentúa conforme pasan los minutos.

Por qué la altitud cambia el juego
A partir de los 1.000 metros, el rendimiento aeróbico empieza a reducirse levemente. El aire contiene el mismo 21 por ciento de oxígeno, pero la presión atmosférica es menor: eso significa que cada respiración entrega menos oxígeno a la sangre.
El cuerpo responde acelerando el pulso y aumentando la frecuencia respiratoria, lo que se traduce en mayor cansancio y recuperaciones más lentas entre esfuerzos.
En un fútbol tan físico como el actual, donde la presión tras pérdida y las transiciones rápidas son vitales, ese pequeño desequilibrio se nota. No es que los jugadores “no aguanten”, es que el entorno exige más para rendir igual.
Ahí puede estar parte de la explicación del ritmo tan alto qure impuso el FC Andorra y que el Cádiz apenas pudo seguir. Y esa diferencia se amplifica cuando se viene de entrenar en un clima marítimo, húmedo y con una presión atmosférica completamente opuesta y sin apenas tiempo de aclimatación.
Del nivel del mar a las cumbres del fútbol
El Nou Estadi Encamp (1.240 m) es el techo del fútbol español. El siguiente campo más alto, El Plantío (Burgos CF), se queda en 856 metros, y en Primera División ningún estadio supera los 525 metros de Mendizorroza (Deportivo Alavés).
La comparación con otros lugares del mundo deja claro que Andorra no es un caso extremo, pero sí significativo.
Evidentemente no llega al nivel de Bolivia, donde usan la altitud como táctica. Por ejemplo, el mítico Estadio Hernando Siles (La Paz) está a 3.582 metros. De hecho, la selección boliviana está utilizando últimaente otro arma: el Estadio de El Alto, a 3.890 metros. Allí la altitud es una aliada estratégica: los locales están aclimatados, mientras los visitantes apenas pueden completar una sesión sin notar el pulso disparado.

El rival invisible
La imagen del Cádiz CF en Andorra no es achacable únicamente a la altitud, pero es evidente que el equipo la sintió. Los estudios y la experiencia coinciden: cuando un equipo habituado al nivel del mar compite por encima de los 1.000 metros, el cuerpo necesita adaptarse.
No se trata de una excusa, sino de contexto. En un fútbol donde los márgenes son mínimos, incluso el aire puede jugar su partido.