¿Simulacro o paripé? Cádiz vive el mayor ensayo de tsunami de España entre retrasos, dudas y falta de información
Crónica de una jornada en la que el gran despliegue institucional contrastó con una ciudadanía que sigue sin tener claro qué hacer si un día la alerta no es un ejercicio
Cádiz amaneció este jueves preparada para vivir el mayor simulacro de tsunami organizado hasta ahora en España. El operativo, bautizado como Respuesta25, prometía poner a prueba los sistemas de alerta, la coordinación de los servicios de emergencia y la reacción de la población ante un hipotético maremoto.
Sobre el papel, un ensayo histórico. Sobre el terreno, la sensación que quedó entre muchos gaditanos fue distinta: un gran montaje institucional, mucha cámara, muchas fotos y, al final, una ciudadanía que sigue sin saber con claridad qué hacer si un día la amenaza es real.
El primer síntoma de esa brecha entre la teoría y la calle llegó con el protagonista estrella del simulacro: el mensaje del sistema ES-Alert. Se había anunciado su envío “a partir de las 10:03”, pero buena parte de la población entendió que la alerta sonaría en ese momento exacto. A las 10:03, sin embargo, los móviles seguían en silencio.
En mi caso, el mensaje apareció en pantalla trece minutos más tarde. A personas al lado, directamente no les llegó nunca. El comentario se repetía: “a mí no me ha sonado”, “a mi hermana sí, a mí no”, “¿no se supone que iba a ser a las diez y tres?”.
Nadie sabía si eso entraba dentro de lo previsto, si había fallado el sistema o si había que hacer algo más. El simulacro nacía, paradójicamente, con un momento de desconcierto.
La Junta había matizado que el envío se haría en una franja, pero esa precisión no logró calar en la ciudadanía. Y en un ejercicio que pretende acostumbrar a la población a reaccionar ante una alerta temprana, que el mensaje llegue tarde, llegue irregular o ni siquiera llegue a miles de personas es algo más que un detalle técnico.
La explicación técnica existe, pero no consuela del todo. El sistema ES-Alert solo funciona correctamente en teléfonos relativamente modernos, conectados a redes 4G o 5G y con versiones actualizadas de sistema operativo: en la práctica, móviles con Android 11 o superior y iOS a partir de la versión 15.6 reciben y muestran bien las alertas, mientras que los terminales con versiones antiguas, especialmente Android 8 o inferiores, directamente no las reciben o las gestionan de forma irregular.
A eso se suma que, en muchos dispositivos, las alertas pueden estar desactivadas en los ajustes sin que el usuario lo sepa, lo que obliga a entrar en los menús de seguridad y notificaciones para activarlas. El simulacro ha servido, así, para evidenciar también una brecha tecnológica y de configuración entre quienes tienen el móvil preparado y quienes, sin saberlo, se han quedado fuera del sistema de avisos.
Las dudas que nadie respondió
Mientras las sirenas se echaban de menos (apenas se escucharon en muchas zonas de la capital) y los primeros grupos iniciaban las evacuaciones programadas, mucha gente comenzaba a repetir una misma pregunta de formas muy distintas: “si esto pasara de verdad, ¿qué hago yo?”. El simulacro volvió a dejar sin contestar dudas que surge en la rutina diaria de mucha gente.
¿Qué debe hacer la persona que está comprando en el Mercado Central cuando le salte el aviso en la pantalla? ¿Y quien camina por la Barriada de la Paz, sin referencias claras de altura segura ni señales visibles que indiquen rutas de evacuación? ¿Deben los vecinos dejar las casapuertas abiertas para que otros puedan subir a las plantas superiores en caso de emergencia? ¿Dónde están, fuera del casco histórico, esos puntos a los que la población debería dirigirse sin dudarlo? ¿Qué se espera de quien está en el Paseo Marítimo, en la playa, en una peluquería, en un supermercado o en una terraza cuando el móvil empieza a sonar?
¿Mirar un enlace de internet o apostar por una campaña y una labor de concienciacion y, casi, educació?
Ni en el mensaje del ES-Alert ni en el desarrollo visible del simulacro hubo respuestas claras para todo eso. La ciudadanía fue, una vez más, espectadora de un gran despliegue, pero no protagonista de un aprendizaje práctico.
En el mayor ensayo de maremoto realizado en España, la población gaditana sigue sin tener un manual sencillo que le explique qué hacer y hacia dónde dirigirse si un día la alerta no lleva la palabra “simulacro” entre paréntesis.
Colegios: la parte que mejor funcionó
Allí donde más se acercó la realidad del simulacro a su objetivo fue en los centros educativos. Miles de alumnos participaron en evacuaciones cuidadosamente ensayadas, siguiendo rutas establecidas hacia plazas consideradas zonas seguras.
Las imágenes se repitieron por toda la ciudad: filas avanzando sin prisas, menores de la mano de compañeros algo mayores, profesorado dirigiendo la marcha con seguridad y corrigiendo sobre la marcha cualquier duda.
En ese recorrido se escuchaban comentarios que describen bien el contraste entre el ejercicio y lo que sería un escenario real. Una trabajadora señalaba el entorno y decía, casi en susurros, que en un tsunami de verdad nada de lo que se veía alrededor estaría en pie.
En otro punto, un agente, superado por los cortes de tráfico y el tránsito constante de grupos, preguntaba a responsables de un colegio cuánto tiempo iban a permanecer en la plaza porque la zona llevaba ya un buen rato bloqueada.
Hubo incluso psicólogos en algunos centros para dirigirse a los grupos donde había más nervios, una medida que las familias han valorado positivamente. En general, los niños y niñas se comportaron con una naturalidad que dice mucho del trabajo previo realizado en las aulas; algunos preguntaban si “la ola era de verdad”, otros simplemente asumían que se trataba de “un simulacro más”, aunque esta vez con sirenas y mensajes en el móvil.
En ese terreno, el educativo, el ensayo sí cumplió con su papel: la comunidad escolar ensayó lugares de encuentro, tiempos de salida y rutas alternativas. Es difícil pedir más a quienes, dentro de sus posibilidades, demostraron saber exactamente qué hacer.
Alumnado con orden, en un contexto confuso

Alumnado en un pnto elevado de la Plaza Mina. Foto: Eulogio García.
La Plaza de San Antonio fue uno de los grandes escenarios del día. Allí confluyeron alumnos de varios centros, personal municipal, voluntariado de Protección Civil y una parte del dispositivo de emergencias. Las escenas, desde cierta distancia, transmitían orden: grupos bien delimitados, docentes organizando a los cursos, espacios asignados por centros, una especie de tablero perfectamente dispuesto.
Sin embargo, a poco que uno se acercara, aparecían las grietas del contexto. No estaba claro durante cuánto tiempo debían permanecer allí los escolares, ni si la siguiente orden debía llegar desde el puesto de mando o desde la dirección de cada centro.

La plaza de San Antonio durante este simulacro de tsunami. Foto: Eulogio García.
Tampoco había un mensaje visible para quienes no formaban parte del ensayo: vecinos asomados a los balcones, gente que cruzaba la plaza, personas mayores que se preguntaban en voz alta si, en una situación real, tendrían que hacer algo parecido.
Era un gran simulacro sin instrucciones masivas. Se sabía qué tenía que hacer cada colegio. Sabían qué papel jugaba cada operativo de emergencia. Pero el ciudadano que no formaba parte del guion seguía sin saber si debía quedarse donde estaba, buscar una altura mayor o simplemente observar desde fuera. La coreografía funcionaba, pero no estaba escrita para los espectadores.
Se veía venir

Comparecencia ante los medios de responsables de la Juna, Subdelegación del Gobierno y Ayuntamiento. Foto: Eulogio García.
La semana pasada, el periodista gaditano Fernando Santiago escribió en su blog que este simulacro corría el riesgo de “no servir para gran cosa” y de terminar siendo más un escaparate político que una herramienta útil para la ciudadanía, con especial protagonismo para las caras visibles de la Junta y del PP. La frase quedó ahí, a modo de advertencia escéptica.
Este jueves, a pie de calle, parecia quedar claro que lo había clavado. No tanto por la participación de los colegios o el trabajo de los servicios de emergencia, sino por el peso de la escenografía institucional: carpas, camiones, UME, delegados, consejeros, cámaras de televisiones nacionales y locales, fotos posadas, declaraciones medidas.
Todo muy visible, muy registrable, muy fotogénico. Menos evidente era, en cambio, la utilidad práctica para el ciudadano que solo recibió un mensaje tardío o que ni siquiera llegó a sonar en su teléfono.
Operativos profesionales en un guion ajeno

Bomberos durante as operaciones del simulacro. Foto: Eulogio Garcia.
Frente a las dudas organizativas y de comunicación, hubo un aspecto en el que el simulacro no dejó lugar a críticas: el trabajo de los cuerpos operativos. Los bomberos del Consorcio Provincial, la Cruz Roja, la Unidad Militar de Emergencias, las policías y los servicios de protección civil siguieron al detalle los protocolos diseñados para la jornada.
Hubo rescates simulados en la playa de Santa María del Mar, búsquedas con unidad canina, transporte de heridos, despliegue de ambulancias de soporte vital básico y avanzado, montaje de albergues temporales y puntos de avituallamiento.

Uno de los elemetos empleados en este simulacro 'Respuesta25'. Foto: Eulogio García.
Las maniobras sirvieron para lo que debían servir: ajustar tiempos, comprobar comunicaciones, comprobar el engranaje entre administraciones y pulir la coordinación entre equipos que, en una emergencia real, volverían a estar en primera línea.
La profesionalidad no estuvo nunca en cuestión. Lo que sí quedó sobre la mesa, una vez más, es que ni bomberos, ni sanitarios, ni militares fijan los objetivos ni el enfoque de un simulacro de este tipo. Ellos ejecutan un guion que otros escriben.
Simulacro sí, pero ¿para quién?

Policía Nacional en Santa María del Mar entre personas curioseando y usuarias de la playa. Foto: Eulogio Garcia.
Al apagar las sirenas y reabrir las calles cortadas, la pregunta era inevitable: ¿se siente hoy Cádiz más preparada que ayer para afrontar un tsunami real? Las respuestas, escuchadas en la calle, no apuntaban precisamente en esa dirección. El simulacro sí ha servido para que los colegios practiquen procedimientos, para que los servicios de emergencia engranen sus protocolos internos y para que la Junta ponga a prueba sus sistemas de alerta, aunque con un resultado discutible en el caso del ES-Alert.
Para la ciudadanía de a pie, en cambio, lo que quedó fue una mezcla de despiste y de sensación de espectáculo. Hubo quien habló directamente de paripé, quien lo comparó con una campaña de imagen y quien se limitó a encogerse de hombros al explicar que no sabía qué tendría que hacer si mañana le llega al móvil un aviso similar, pero esta vez sin matices de simulacro.
El ensayo ha demostrado que Cádiz cuenta con profesionales capaces de responder en una situación extrema y con centros educativos que saben cómo evacuar con orden a sus alumnos. Lo que sigue faltando es justo lo que no se puede improvisar el día de un maremoto: una pedagogía clara, continuada y comprensible para que cada persona sepa qué hacer, dónde ir y cómo ayudar a otros cuando la ola no sea una hipótesis en un papel, sino una amenaza real acercándose a la costa.
Un taxita lo resumia esta tarde, horas después de la prueba al comentar, siempre con otras palabras más habituales en Cádiz: “Ojalá que, si alguna vez esto ocurre de verdad, no dependa solo de lo que hemos visto hoy. Porque entonces sí que estamos listos, pero en el peor sentido”.
