Momento de la representación del espectáculo central de Cádiz Romana. Foto: Eulogio García.
Momento de la representación del espectáculo central de Cádiz Romana. Foto: Eulogio García.

Talento local más allá del Carnaval para un espectáculo de cierre de Cádiz Romana a la altura

Más de 500 personas participaron en el espectáculo dirigido por Juan Sebastián Domínguez, con Eduardo Guerrero, Pasión Vega, Marta Ortiz, Susi Rosado y José Flor como protagonistas

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Reivindicar y presumir de historia más allá del Carnaval y con un espectáculo escénico que defendió y demostró que el talento local va y puede ir (y debe) más allá de su principal fiesta y expresión.

El cierre de Cádiz Romana (el espectáculo, porque la programación sigue este domingo) reivindicó ese talento y esa capacidad de Cádiz de expresarse en otros lenguajes escénicos.

La plaza de la Constitución y las Puertas de Tierra fueron el escenario de Foedus, Gaditanorum, un espectáculo multidisciplinar que combinó música, danza, interpretación y tecnología en una propuesta con empaque y factura, alejada —esta vez sí— de la etiqueta de “todo es Carnaval”. Con licencias históricas y puede que mezclas espacio-temporales, eso sí.

Durante más de una hora, medio millar de artistas llenaron los cuatro costados de Puerta de Tierra en una puesta en escena que buscó ser historia viva y, en muchos momentos, lo consiguió. La voz en off de Sergio Torrecilla introdujo al público en el tránsito de Gadir a Gades, con un pacto en lugar de una guerra, y un siempre imperial Eduardo Guerrero (que salvo el espectáculo del pasado año de Cádiz Fenicia) encarnó con su baile ese paso.

A partir de ahí la acción se desplegó entre murallas, faro, escenario central y hasta un barco que irrumpió en la escena como si navegara desde Roma. Con sus licencias históricas, con sus cosillas, pero un espectáculo acorde con lo que se espera y el Ayuntamiento venía vendiendo de lo que es Cádiz Romana.

Talento local

La dirección del gaditano Juan Sebastián Domínguez apostó por un relato sólido, con base histórica pero licencias artísticas inevitables. El elenco principal lo encabezaron José Flor como Julio César, Sergio Torrecilla como Pompeyo, Jaime García como Balbo y un Eduardo Guerrero que repitió papel tras el espectáculo fenicio del año pasado: su figura, ahora representando al pueblo de Cádiz, volvió a ser uno de los momentos más aplaudidos, con su zapateado inconfundible y su presencia magnética.

Las voces también brillaron. Pasión Vega descendió de los cielos encarnando a la diosa Nike y, en su primera canción, se despejó una de las incógnitas: una letra en latín de Antonio Martínez Ares. El guiño carnavalero llegó más adelante, cuando la artista inició su segundo tema con un “Esta te la canto en gaditano”, evocando el pasodoble de La Serenísima de Juan Carlos Aragón, un recuerdo emotivo al autor fallecido. Pequeño y casi inevitable, pero bien traído.

El espectáculo sumó además el talento de Marta Ortiz como Teletusa, que defendió con fuerza un mensaje feminista en defensa de las puellae gaditanas y del papel histórico de la mujer. También participaron Susana Rosado como Lidia y Sol Sáez como Tavira (que repitieron), junto a coristas, la escolanía infantil y el grupo de baile Ciudad de Cádiz, que aportaron una base coral y escénica muy cuidada.

El faro romano, de polémica a icono

Uno de los elementos más criticados de Cádiz Romana, el faro romano instalado en Puerta de Tierra, se convirtió en pieza clave de la escenografía. Iluminado, convertido en escenario y hasta en pantalla de proyecciones, sirvió como punto de apoyo para varias de las escenas más potentes, justificando la defensa del Ayuntamiento de que se trataba de un símbolo icónico, aunque no parece que lo suficiente para el coste.

La batalla entre César y Pompeyo, con recreaciones de tácticas militares como la formación en tortuga, fue otro de los momentos que mejor funcionaron visualmente, reforzando esa sensación de espectáculo 360 grados en el que pasaban cosas en todos los frentes: en el escenario, en las murallas, en el faro, en el suelo y hasta en el cielo.

Una despedida con luces y alguna sombra

El montaje no fue perfecto. Hubo pequeños problemas técnicos con el sonido, algún playback que costó (muy complicado hacerlo a elevada por unos globos al estilo Katie Perry) y una mezcla musical en la que convivieron ritmos modernos con letras en latín, un contraste que a veces chocaba, pero que sirve para defender que se pueden tomar riesgos desde una base sólida. Pero el balance fue positivo: la factura fue mucho más sólida que la del espectáculo inaugural, el empaque escénico dio coherencia al relato y Cádiz mostró que sabe y puede producir espectáculos más allá del Carnaval.

Algo más que Carnaval y que somos graciosos, esa fue uno de los primeros pensamientos de todo el que vio el espectáculo. Que Cádiz tiene talento para contar su historia desde el arte, sin necesidad de encasillarse. Y que, con limitaciones y todo, esta clausura supuso un salto de calidad respecto al año anterior.

Un final en gaditano

El broche lo puso Pasión Vega, que tras cantar en latín cerró con un tema "en gaditano", con letra de Martínez Ares, como una declaración de amor a la ciudad. Un final que mezcló lo clásico y lo local, lo eterno y lo actual, y que convirtió la despedida en un aplauso compartido entre artistas y público.

No fue un espectáculo redondo, igual no hace ni falta, pero sí una gran apuesta, cuidada y espectacular. Una clausura a la altura de lo que Cádiz Romana quería proyectar: orgullo por la historia, confianza en el talento local y la convicción de que, más allá del Carnaval, esta ciudad sabe dar mucho más.