La OCU revela qué lasañas del súper merecen la pena y cuáles no deberías comprar
Probamos 10 lasañas boloñesas del supermercado: solo tres aprueban con buena nota
Las lasañas boloñesas refrigeradas se han convertido en un recurso cada vez más normal y habitual en los hogares españoles. Su formato individual y la facilidad con la que se preparan —solo basta con unos minutos de microondas— las hacen ideales para quienes buscan una comida rápida sin necesidad de cocinar.
Pero un análisis reciente de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) revela que, aunque resultan cómodas, su calidad nutricional dista de ser la de un plato equilibrado o casero.
La lasaña boloñesa, cocinada tradicionalmente con pasta, carne picada, salsa bechamel y queso gratinado, es uno de los platos más populares de la cocina italiana. Prepararla en casa no es complicado, pero requiere de cierto tiempo. Por eso, las versiones industriales listas para calentar se han vuelto una opción frecuente.
El estudio de la OCU comparó 10 lasañas refrigeradas disponibles en los principales supermercados como son Alcampo, Aldi, Carrefour, Dia, El Corte Inglés, Lidl, Hacendado (Mercadona), Eroski, Casa Más y Dunany. Todas se venden en envases individuales de entre 350 y 400 gramos, listas para consumir.
Aunque su aspecto puede recordar al de una lasaña casera, la OCU ha advertido que se trata de un producto procesado, elaborado con ingredientes industriales, conservantes y aditivos que mejoran su textura y duración, pero restan naturalidad y equilibrio nutricional.
Las tres lasañas mejor valoradas
El análisis situó a tres marcas a la cabeza por su sabor y también por su composición:
Hacendado (Mercadona) que con un precio de 2,65 € por envase de 350 g, destaca por no incluir aditivos ni ingredientes industriales, aunque presenta un exceso de sal.
Dunany que cuesta 2,75 € y es la única que utiliza mantequilla auténtica en su bechamel. Sin embargo, también contiene un nivel elevado de sodio y algunos aditivos.
El Corte Inglés con un precio de 2,97 € por 400 g. Obtuvo la mejor valoración en degustación gracias a su relleno y textura, pero abusa de aditivos y sal.
Desde el punto de vista nutricional, una ración media de 370 gramos aporta unas 560 calorías, provenientes principalmente de grasas e hidratos de carbono. La cantidad de proteínas es adecuada (suele ser de unos 28 g por porción, gracias a la carne), pero los niveles de sal y grasas saturadas son preocupantes.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda no superar los 5 gramos de sal diarios, no obstante, una sola lasaña refrigerada puede contener entre 2,8 y 4,2 gramos, es decir, más de la mitad del máximo aconsejado.
Igualmente algunas versiones incluyen hasta 18 gramos de azúcar, una cifra elevada para un plato salado, generalmente añadida a la salsa de tomate industrial.
Demasiados aditivos en la receta de la lasaña
Otro de los puntos críticos del informe es la abundancia que hay de aditivos. En varias marcas se detectaron entre 9 y 10 diferentes como son los emulsionantes, colorantes, estabilizantes, conservantes y acidulantes.
También aparecen ingredientes poco comunes en la cocina casera, como almidones que son modificados, jarabes de glucosa o fosfatos, lo que confirma su alto grado de procesamiento.
Pese a ello el sabor no siempre decepciona. El panel de expertos convocado por la OCU destacó el buen resultado de la lasaña de El Corte Inglés gracias a su relleno jugoso y bechamel equilibrada. En el extremo opuesto, la de Dia obtuvo una de las peores valoraciones por su pasta gruesa y su textura seca.
El informe concluye que las lasañas frescas de supermercado son una solución sumamente práctica y económica, pero no deben considerarse un sustituto habitual de una comida casera. Su consumo es frecuente y puede contribuir al exceso de sal, grasas saturadas y aditivos en la dieta.
La OCU recomienda consumirlas de manera ocasional y acompañarlas con alimentos frescos a fin de compensar su desequilibrio nutricional como, por ejemplo, una ensalada ligera o una pieza de fruta y agua como bebida. Además, quienes padezcan hipertensión o retención de líquidos deberían evitarlas.
En definitiva, las lasañas frescas refrigeradas cumplen su promesa de comodidad y sabor aceptable, aunque en su perfil nutricional las mantiene lejos de la etiqueta de “comida saludable”. Elegirlas con moderación y prestar atención a la etiqueta es la clave básica para disfrutar de este plato sin abusar de él.