
Fenómenos extraños en el psiquiátrico de Miraflores en Sevilla

Comencé a investigar este caso en el ya lejano año de 2004, la primera vez que entré allí, en el año 2006 -tal y como relato en varias de mis obras- visitando e investigando en otras muchas ocasiones, quedé impresionado por el lugar, un lugar del que dicen que aún mantiene los ecos de la tragedia, del sufrimiento, y de los que perdieron la cordura en su interior.
Para localizar el psiquiátrico sevillano de Miraflores tendremos que desplazarnos a la barriada de Pino Montano -sobre el edificio pese ya la orden de su derribo-. En torno a él, rodeándolo, se encuentra una moderna carretera denominada Supernorte y que podría enlazar con cualquier punto de la ciudad. Al pie de esta carretera, junto a la entrada de este popular barrio encontramos un viejo y gran edificio de ladrillo visto, con varias alas, parte de su actividad ha cesado ya y en la actualidad tan sólo se mantienen varios pabellones en uso pero su actividad de manicomio -como se le conoce en Sevilla-, pasó a ser repartida entre otras instituciones.
El Hospital Psiquiátrico de Miraflores es competencia de Diputación de Sevilla y lo que en su interior habita igualmente. Así tenemos los primeros testimonios de personas que han vivido hechos desconcertantes en su interior, Mª. del Carmen R. es una de aquellas empleadas quién le ha tocado en suerte trabajar en su interior y solo nos apuntaba: “Las noches allí son horrendas...”
José Luis S. también ha trabajado en su interior: “Yo trabajé mucho tiempo allí, cuando había pacientes y cuando no. Cuando había pacientes tenía un pase pero ¿Y cuando estaba aquella ala sola? Pues se seguían oyendo gritos, pero no de un animal, que esos los conocemos, gritos de persona como si todavía hubiera allí dentro algo, un recuerdo, algo, el caso es que es tremendo... Cuando tú vas a las habitaciones de azulejos (llamadas así porque están alicatadas incluyendo el suelo, estaban dedicadas a tareas de limpieza) era horrible, percibías cosas, aquellos pasillos que no se acababan y podías oír como algo gruñía, o como te siseaban, o de cómo las luces se iban apagando y encendiendo tras de ti... Es horrible”.
Y seguimos escuchando los testimonios de aquellos que han sufrido experiencias de este tipo, María J. trabajó en el interior del edificio durante cinco largos años:
“Era lo peor, cuando llegaba el turno de noche me echaba a morir, de día vaya porque hay luz y hay más gente...,pero de noche es que no se sentía un alma allí y para colmo es que éramos dos personas y con muy pocas ganas de bromas... Un día venía de uno de los patios y cogí el pasillo que lo rodea, entré en una de las galerías y sentí como me llamaban...”Mari” decía aquella voz...mira, un escalofrío me dejó helada, y otra vez aquella voz me dijo: “Mari”, miré buscando quién podía ser, no vi a nadie y salí corriendo en busca de mi compañera que se encontraba en el otro extremo del edificio, llegué tan nerviosa que tuvimos que parar cerca de una hora, ella no podía haber sido, al sentirme llamarla vino a mi encuentro y le conté lo que me había pasado, entonces ella me confesó que a ella también le pasaba muchas veces y que por eso llevaba siempre la radio puesta y alta..., esta vez tuve suerte y la pillé cambiando las pilas...Si no la llego a encontrar me muero”.
En este edificio también encontramos un módulo de la Cruz Roja y un centro de día, aún destaca su antigua arquitectura y las estancias para los residentes, las habitaciones, las zonas de limpieza alicatadas hasta el techo con los tragadores en medio de la sala, largos pasillos con puertas a ambos lados y un ambiente de extrema frialdad, a medida que subimos la situación se normaliza, habitaciones, pasillos y zonas comunes, en la zonas bajas se encontraban las estancias de los pacientes más violentos, las enfermerías, baños y cocinas, todo en estado de semiabandono. Ventanas tapiadas, rejas en las puertas y en las ventanas en las que el ladrillo no quiso cegar su luz.
Los vigilantes de seguridad siguen haciendo su ronda en torno al edificio y no dudan en llamar a las fuerzas del orden público siempre que un curioso o un osado buscador de misterios decide adentrarse en si interior.