Tumba en mármol y medio cuerpo de un retrato de Vlad Tepes, Drácula.
Vlad Tepes y su presunta tumba en Nápoles.

La sorprendente teoría que une a Vlad Tepes 'el Empalador' con una tumba italiana

Investigadores creen haber encontrado los restos del Drácula histórico

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Durante el verano del año 2014, una noticia despertó la curiosidad del mundo puesto que un grupo de investigadores de la Universidad de Tallin, en Estonia, afirmaba haber hallado en Nápoles la tumba del verdadero Vlad III Draculea, el temido voivoda de Valaquia que inspiró al célebre conde Drácula de la obra de Bram Stoker.

La idea de que el “Empalador” no muriera en su tierra natal, sino que hubiese sido enterrado bajo un mausoleo renacentista italiano, se propagó de forma muy rápida, generando tanto fascinación como escepticismo entre los historiadores.

La teoría fue formulada por el investigador Orest Kormashov y su equipo, que reinterpretaron ciertos documentos históricos y que según su hipótesis, Vlad III no habría fallecido en combate contra los otomanos en el año 1476, como sostienen las crónicas rumanas, sino que habría sido capturado para ser posteriormente liberado gracias a la mediación del rey de Nápoles.

Este monarca, movido por intereses políticos, habría facilitado su traslado al sur de Italia, donde el noble Matteo Ferrillo, miembro de una poderosa familia relacionada a la corte aragonesa, lo habría acogido bajo una identidad falsa.

Conforme con los investigadores estonios, incluso existía un vínculo familiar que explicaría esta protección ya que María Balsa, supuesta hija de Vlad III, se habría casado con un Ferrillo, lo que habría permitido al príncipe valaco poder rehacer su vida en el extranjero.

No obstante, los historiadores tradicionales niegan rotundamente la existencia de tal parentesco y recuerdan que no existe ninguna fuente contemporánea que pueda respaldar esta conexión.

El punto central de la hipótesis se encuentra en la iglesia de Santa María la Nova, que está en pleno casco histórico de Nápoles. En este punto se alza el monumental sepulcro de Matteo Ferrillo, una pieza maestra del arte funerario renacentista, tallada alrededor del año 1499 por el escultor Jacopo della Pila.

Su rica ornamentación —que incluye relieves con diferentes dragones, soles y lunas— ha sido interpretada por los defensores de la teoría como un conjunto de símbolos vinculados directamente con Vlad III y su linaje.

El dragón, aseguran, sería una señal a la Orden del Dragón, a la que pertenecía el príncipe valaco; mientras que el sol y la luna serían los emblemas heráldicos de su casa.

Para los más escépticos, sin embargo, estas interpretaciones no son más que coincidencias y ambigüedades puesto que tales símbolos eran comunes en la iconografía cristiana y no implican ninguna relación directa con el legendario Vlad Tepes.

La inscripción cifrada en Nápoles, un enigma añadido

A pocos metros del supuesto sepulcro, en la Capilla Turbolo, se encuentra otra pieza que alimenta la controversia como es una inscripción enigmática compuesta por signos y letras de diversos alfabetos.

Algunos defensores del “Drácula napolitano” indican que en ella pueden leerse las palabras “Vlad” y “balcánico”. Pero estudios posteriores —como el realizado por el especialista Cosimo Palma, perteneciente a las universidades de Pisa y Nápoles— descartan esta lectura o interpretación.

Palma analizó la inscripción mediante técnicas de inteligencia artificial e indicó que se trata de un texto cifrado, elaborado probablemente como ejercicio religioso o simbólico, pero que no tiene relación alguna con Vlad III ni con la familia Ferrillo.

Igualmente ambas capillas fueron construidas en épocas diferentes y por mecenas distintos, lo que hace bastante improbable cualquier vínculo entre ellas.

La comunidad académica recibió la teoría con notable cautela pues los historiadores recuerdan que la muerte de Vlad III está documentada en fuentes otomanas y rumanas, que coinciden en situarla en los años 1476 o 1477 durante una emboscada en Bucarest.

Ningún documento italiano del siglo XV menciona su llegada a Nápoles o su supuesta protección por parte de la corte napolitana.

En cuanto al sepulcro, la identidad de Matteo Ferrillo está plenamente confirmada por la epigrafía así como por los registros de la época. Los símbolos “valacos” invocados por los defensores del mito son, en realidad, motivos habituales dentro de la rica decoración sacra del Renacimiento.

Más allá de su dudosa base histórica, el mito de la “tumba napolitana de Drácula” ilustra bastante bien un fenómeno recurrente como es la tendencia contemporánea a reinterpretar los enigmas del pasado bajo un prisma de misterio y emoción.

La historia de Vlad III —que es una tremenda mezcla de crueldad, poder y redención— continúa siendo terreno fértil para las especulaciones.

A falta de pruebas que resultan concluyentes, la idea de que el “auténtico Drácula” repose bajo una tumba italiana pertenece más al deseo popular que a la evidencia científica.

El debate demuestra algo indiscutible como es la fascinación por los límites entre la Historia y la leyenda sigue tan viva como el mito del vampiro que, cinco siglos después, aún se niega a morir.