La verdadera historia detrás de la manzana de Newton, el árbol que sigue vivo 350 años después
Del huerto al cosmos, el increíble viaje del árbol de Newton, incluso hasta el espacio
Una tranquila tarde del año 1666 en Woolsthorpe Manor, Inglaterra, un joven llamado Isaac Newton observó caer una manzana desde un árbol. Aquella escena, aparentemente cotidiana, se convertiría con el tiempo en una de las anécdotas más populares la Historia de la ciencia.
De esa simple observación nació una pregunta que revolucionó nuestra comprensión del universo, la pregunta era: ¿Por qué los objetos siempre caen hacia abajo? Esa curiosidad llevó a Newton a formular su ley de la gravitación universal, una de las bases fundamentales de la física moderna.
Lejos de los laboratorios y del bullicio académico, Newton tenía entonces sólo 23 años. La Gran Plaga de Londres había obligado a cerrar la Universidad de Cambridge, donde estudiaba así que el joven científico regresó a la finca de su madre en Lincolnshire.
Ese retiro forzado se transformó en uno de los períodos más productivos de su vida, que fue conocido como su “annus mirabilis” o “año milagroso”. En apenas un año, sentó las bases de teorías básicas y determinantes sobre las matemáticas, la óptica y la física.
Fue en ese contexto cuando la caída de una manzana lo llevó a pensar que debía existir una fuerza que era invisible que atraía los objetos hacia el centro de la Tierra.
Isaac Newton extendió esa idea al cosmos, de si la gravedad alcanza la superficie terrestre, ¿por qué no también la Luna? Aquella hipótesis se convertiría en una de las ideas más trascendentales del pensamiento humano.
Dos décadas más tarde, en el año 1687, publicó el Philosophiæ Naturalis Principia Mathematica, donde formuló de manera muy rigurosa la ley de la gravitación universal y las tres leyes del movimiento.
La historia del “árbol de Newton” se transmitió a lo largo del tiempo y aunque el mito popular asegura que la manzana golpeó su cabeza, Newton nunca lo dijo.
Su sobrina Catherine Barton fue quien relató la anécdota al filósofo Voltaire, y este la difundió la misma en el año 1727. Años más tarde, su amigo William Stukeley dejó constancia por escrito de las propias palabras de Newton: la caída de una manzana fue el detonante de su reflexión sobre la gravedad.
El árbol de Newton que sobrevivió al tiempo
El protagonista de esa historia fue un manzano de la variedad Flower of Kent, de frutos verdes y de un sabor ácido. Plantado hacia el año 1650 en el jardín de Woolsthorpe Manor, el árbol logró sobrevivir siglos de tormentas, guerras y cambios climáticos.
A principios del siglo XIX, un vendaval lo derribó parcialmente, pero de su tronco brotaron nuevas ramas y brotes. El manzano resurgió, convirtiéndose en símbolo de perseverancia y conocimiento.
Hoy el árbol original sigue en pie y aún da sus frutos. En 2002 fue reconocido por la reina Isabel II como uno de los “50 grandes árboles británicos” que son merecedores de protección nacional.
Miles de visitantes acuden cada año al pequeño jardín de Woolsthorpe, ahora museo, a fin de poder contemplar ese árbol que presenció el nacimiento de una de las ideas más poderosas de la historia.
El manzano de Newton se ha conservado y desde el siglo XIX, esquejes y clones genéticos del árbol original se han plantado en distintos países del mundo. En Cambridge, un descendiente creció frente a la ventana del dormitorio que Isaac Newton ocupó de estudiante.
En el MIT, en Stanford y en universidades de Japón, Alemania o Argentina, otros ejemplares florecen siendo símbolo de inspiración científica. Incluso México alberga un injerto del árbol, donado en el año 1994 por el Instituto Nacional de Estándares y Tecnología de Estados Unidos.
El legado llegó también al espacio ya que en 2015, semillas del manzano fueron enviadas a la Estación Espacial Internacional durante la misión Principia, en homenaje al gran físico inglés.
A su vuelta germinaron en la Tierra y se convirtieron en los llamados “manzanos espaciales”, una metáfora perfecta de cómo la curiosidad humana —que fue aquella que nació con una simple fruta cayendo al suelo— sigue expandiéndose más allá del planeta.
El episodio de Newton y la manzana trasciende la Ciencia y pasa a ser cómo las anécdotas científicas pueden transformar ideas abstractas en relatos inmortales. Lo mismo ocurre con la bañera de Arquímedes o la cometa de Benjamin Franklin, todas han ido más allá de su exactitud histórica, son historias que inspiran.
Así, el manzano de Woolsthorpe representa el nacimiento de la ley de la gravedad así como del poder de la imaginación, la observación y la persistencia. Más de tres siglos después, sigue recordándonos que las grandes revoluciones científicas pueden comenzar con algo tan sencillo —y a la par tan universal— como una manzana cayendo del árbol.