Los 'gigantes' de la Biblia podrían haber existido pero no como imaginas: la nueva hipótesis arqueológica
Gigantes, fósiles y ruinas: el estudio que reescribe la historia detrás de los Rephaim, Anakim y Nephilim
El mito de los gigantes bíblicos —los llamados Rephaim, Anakim y Nephilim— ha intrigado a estudiosos y creyentes durante siglos. Estas figuras colosales, descritas en el Antiguo Testamento como pueblos de estatura muy elevada, desmesurada, que habitaban tierras como Bashán, Amón, Moab y Hebrón, han sido interpretadas de múltiples formas.
Las interpretaciones iban desde seres sobrenaturales hasta metáforas del poder ancestral. Ahora, el arqueólogo y paleontólogo Philip J. Senter ha propuesto una nueva lectura científica del fenómeno, sustentada en evidencias materiales y una metodología empírica.
Su estudio, llamado “Iron Age Interpretations of Fossils and Bronze Age Artifacts: A Hypothesis-testing Approach to the Geography of Biblical Giants” (de 2025), plantea que las leyendas sobre gigantes podrían tener su origen en una “arqueología del asombro” con una lectura mítica de los restos megalíticos y fósiles que poblaban el paisaje del antiguo Levante.
Senter combinó datos arqueológicos del Levantine Archaeological Inventory con registros paleontológicos de la Paleobiology Database. El interesante resultado fue un mapa que superpone tres tipos de vestigios —como son los dólmenes, murallas ciclópeas y fósiles de grandes mamíferos— con las zonas donde la Biblia ubica a los pueblos de gigantes. La correlación, aunque no absoluta, ofrece pistas sugerentes.
En Transjordania, sobre todo en las regiones de Bashán, Amón y Moab, se conservan miles de dólmenes del Bronce temprano. Estas estructuras, formadas por losas de varias toneladas, evocaban inevitablemente una fuerza sobrehumana.
La tradición bíblica sitúa allí al mítico Og, rey de Bashán, que era descrito como el último de los Rephaim. Para Senter, los escribas de la Edad del Hierro II reinterpretaron estos monumentos antiguos como las tumbas o moradas de seres descomunales, transformando la arqueología visible en relato teológico.
Gigantes de piedra en las colinas de Judá
Al oeste del Jordán, en las colinas de Judá, Israel y Manasés, la historia toma otro giro. Ciudades muy definidas como Hebrón, Betel o Jericó presentan murallas de sillares colosales, algunos de más de dos metros de altura, levantadas entre los siglos XX y XVI a.C.
Según el estudio, estas fortificaciones habrían impresionado a los habitantes del primer milenio, que ya desconocían sus constructores originales. La tradición atribuyó entonces esas obras a los Anakim, que eran los “hijos de Anac”, gigantes vencidos por Josué.
La proximidad entre el valle de Rephaim y la muralla ciclópea de Jerusalén potencia esta hipótesis. La propia toponimia —“Rephaim” traducible como “gigantes”— muestra cómo la memoria monumental se fundió con la imaginación religiosa.
A diferencia de otras regiones, Judá ofrecía además un componente paleontológico singular. En sus colinas se han encontrado los restos pleistocénicos de elefantes, rinocerontes y uros, cuyos huesos —enormes y fragmentarios— pudieron ser confundidos con vestigios humanos de tamaño imposible.
En lugares como Bet-Lehem y Yeroham, las defensas y diáfisis fosilizadas triplican el diámetro medio de un fémur humano. Para Senter, la conjunción entre murallas ciclópeas y fósiles gigantescos reforzó la idea de que la región fue morada de titanes bíblicos.
Filistea: el mito sin ruinas
Curiosamente, las ciudades filisteas de Gaza, Gat y Asdod no presentan ni dólmenes ni restos fósiles que resulten relevantes. No obstante la Biblia sitúa allí a los últimos descendientes de los Anakim, entre ellos Goliat de Gat.
En opinión de Senter, esta excepción revela un origen literario y es que los autores hebreos habrían inventado a los gigantes filisteos como enemigos simbólicos del rey David, héroe nacional y figura fundacional de Israel. En este caso, la mitología suplió la ausencia de evidencias físicas.
El análisis de Senter invita a reconsiderar la naturaleza de las leyendas bíblicas puesto que lejos de ser un simple producto de la fe o la imaginación, los relatos sobre gigantes podrían reflejar una respuesta humana ante el misterio de las ruinas y los fósiles prehistóricos.
Las enormes piedras, las tumbas monumentales y los huesos colosales que emergían del suelo antiguo inspiraron las diferentes narraciones sobre pueblos desmesurados, derrotados por héroes y dioses.
Así, cada territorio del Levante habría transformado su propia geografía en mito como son los megalitos del este en los Rephaim, las murallas ciclópeas del oeste en los Anakim y los fósiles de Judá en señales de una humanidad perdida.
En conjunto, la investigación sugiere que los gigantes bíblicos no fueron vestigios de una raza desaparecida, más bien las proyecciones culturales de la arqueología visible, nacidas del asombro ante los restos del pasado.